Materno

(Eva)

La ida a la plaza había sido casi un respiro de aire fresco para mí. Respirar fuera de las paredes de este castillo fue reparador, debía de admitirlo. Lupe me ayudó a guardar todas las cosas del pequeño nuevamente en su cuarto.

—He querido preguntarle algo desde hace un tiempo… —empezó a decir Lupe, que limpiaba con una tela los juguetes para que fueran desinfectados. Felipe ordenaba que todo se manipulara con sumo cuidado para que no hubiera bacterias en los objetos de la habitación.

Estaba obsesionado con la limpieza del lugar, por lo que sus empleados no daban abasto. Últimamente, mandaba a desinfectar cada rincón del castillo para que su hijo no corriera riesgos. El pequeño Lipp era muy hiperactivo, corría descalzo por el suelo, se arrastraba en la tierra, se trepaba a las ventanas y se colgaba de los balcones cuando alguien no lo vigilaba. Por ello debían cuidarlo y mantenerlo vigilado las veinticuatro horas del día para que no se hiciera daño.

El nuevo castillo no era tan
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