(Astor)Observaba el camino con los ojos cansados por tanto andar, Ciro me acompañaba, aunque no tuviera que hacerlo y le hubiera dicho ya que no necesitaba su ayuda.—Tenemos que salir de la ciudad antes de que noten nuestra ausencia. —dijo él, al tiempo en que apuraba el paso.No contábamos con provisiones para él viaje, no teníamos ventaja en lo absoluto.—No tienes que venir, ya te lo he dicho. Será un viaje largo, llegaremos prácticamente en un mes. —dije, con total sinceridad. No iba a engañarlo para que viniera conmigo. Ya había hecho suficiente por mí y no tenía por qué seguir.Esta era mi batalla, yo tenía esa mala sensación y presentimiento y lo debía de obedecer solo.—No voy a volver, mira, las cosas en el castillo no están tranquilas. —dijo Ciro, arqueando las cejas en un modo sarcástico. —Si vuelvo, seré un rehén. No quiero serlo, prefiero volver a mi casa. Me queda de camino tu cruzada, te acompañaré.Tenía razón en eso, ninguno de nosotros sería bienvenido, mucho menos
(Narra Maya)Esas novedades eran peores de las que podía imaginarme. Porque había pensado tanto en Eva, en cómo nuestro último encuentro me hizo tomar la distancia que ella me pidió con tanta hostilidad y mi corazón se partió en pedazos. En mi mente, me decía a mi mismo todas las palabras que pude decirle para hacer que entendiera, pero en aquel momento su furia fue más fuerte que mis ideas. Por lo cual, no dejaba de pensar en como estaría, si estaba a salvo o si seguía triste por lo ocurrido.—Tengo un mal presentimiento. —dijo Teo, olfateando, tenía los instintos fuertes, mucho mejor que antes. Ahora que estaba tranquilo, podía dominar su naturaleza de lobo con más libertad. Los bosques le hacían un gran bien.Yo también lo tenía. Aunque podía pensar de una manera positiva, que Eva estaría de viaje para dispersar su mente. Había otras opciones más sensatas que dar por hecho de que fuera secuestrada. No obstante, ese mal sabor que tenía en la garganta hacía que me inclinara por esa o
(Eva)Aproximadamente un mes había transcurrido desde aquella noche en la fiesta de Felipe. El encuentro con mi hermano marcó un antes y un después en la carrera que yo estaba llevando a cabo. Era cierto que sufría un miedo constante cada noche, Lipp solo quería que yo durmiera en su habitación y no ninguna niñera. Por lo cual, Felipe no había osado llamarme para que fuera a su cuarto como cuando vivía encerrada en mi torre. Pero el miedo estaba allí, el terror a que los guardias irrumpieran en la habitación y me llevaran obligada hacia Felipe, para que pudiera descargar toda su rabia contra mí y torturarme cómo había soñado.Cada día que pasaba transcurrían nuevas cosas y los momentos vividos iban haciendo una montaña gigantesca de responsabilidad. Mi apego hacia el pequeño demostraba que no sería sencillo dejarlo, para partir lejos de ese monstruo que me acechaba. No sabía que decisión tomaría cuando llegara el momento, pero mi plan ya estaba trazado.En mi mente, escapaba e iba lo
Con el alma destruyéndose en pedazos y mi corazón sin fuerza por esa humillación vivida, los guardias procedieron a acomodarme en una de las sillas, tapada con la capa para ocultar la sangre a los ojos de los que vendrían. Sequé mis lágrimas, tragando el sufrimiento para aparentar una máscara de cordialidad fría.Lipp se sentó a mi lado, comenzó a platicarme sobre los animales de granja que habíamos conocido el día anterior. No podía demostrar el dolor que experimentaba en esos momentos. Por lo cual, busqué contestar cada palabra como si nada ocurriera. El ardor de la tela comenzó a filtrarse en mi piel.Allí fue cuando me percaté, de que esa capa tenía sal embardunada por dentro, lo cual comenzaba a arderme de un modo terrible. Empecé a lagrimear por el dolor.—¿Estás bien, mami? —preguntó Lipp.Su padre, al otro lado de la mesa, festejaba sus triunfos, logros y títulos. Su carcajada inundaba la sala, los presentes lo considerarían un hombre de lo más alegre.Miré al pequeño mientras
Felipe estaba en shock luego de lo ocurrido en aquel pasillo. Me dejó a solas allí, marchándose a paso ligero. Debía confiar en que asistiría a nuestro encuentro, era de vital importancia que así fuera. Tomé aire para concentrarme y volver al plan inicial.Caminé por los pasillos para encontrarla, junto con mis guardias que apenas si me dejaban andar con esa escasa libertad. Su recamara no quedaba lejos de la mía, estaba en la otra torre y no me costaría en lo absoluto llegar allí. Tenía que calcular las cosas con cuidado.Esta vez fingí la descompensación ante los dos guardias que me seguían. Eran solo ellos dos en mi custodia, había calculado el momento para que el número de guardias no fuera tan grande. Con mis garras afiladas ataqué directamente. No debía pensar, sino dejarme llevar por el instinto puro y desgarrar las gargantas con la mayor de las precisiones. Los dos cayeron al suelo sin vida, sin haber podido siquiera gritar. La sangre manchaba mis manos, mi rostro salpicado co
Contemplé por última vez la imagen cruda de la mujer en el suelo, su cuerpo sin vida me haría subir un escalón en mi trepada hacía el escape tan deseado. Ahora me quedaba solo esperar.No se darían cuenta del cuerpo muerto hasta dentro de unas horas, cuando Lupe viniera con mi recado de buscarme, junto con los guardias. Ella no sospechaba lo que encontraría y que yo, ya estaría muy lejos de ese lugar y ese castillo.Miré hacía el cielo buscando la fuerza que necesitaba para seguir avanzando en mi pelea personal. Me encontraba sola en estos momentos, sin lobos, sin el oso blanco, nadie podría salvarme más que yo misma, en la parte final de mi camino.Me pregunté si no sería mi destino morir allí, como una dama encerrada, como al inicio de mi historia de amor. Si era mi hora de morir, estaría de pie para dar los últimos golpes, pero no me verían llorar en mi deceso. Estaba lista para buscar la fe que necesitaba para dar los últimos pasos.Felipe tocó la puerta con ligereza, buscando no
(Astor)El viaje se había prolongado durante casi un mes, a pesar de que viajábamos como bestias, con la velocidad superior a la de una carroza. Sin embargo, no teníamos alas para volar y llegar antes de lo planeado.Cada día que pasaba temía porque le estuvieran haciendo algún daño. No encontraba explicaciones para su desaparición y mucho menos para su secuestro, no tenía sentido que estuviera pasando esto si estábamos en paz y bajo la supuesta protección del rey. Claro que ahora, eso estaba en una tela delgada. Luego de los ataques de los guardias, del interrogatorio de parte del rey y esas otras intrigas, mi desconfianza hacia esa paz había crecido con fervor. Yo no era un cachorro al cual podían domesticar y hacer funcional a una causa.Ciro tampoco lo era, a pesar de que su carácter era más tranquilo y tenía una humanidad más desarrollada. Ninguno era ingenuo ni tonto, sabíamos exactamente las consecuencias de confiar en quien no tenía intenciones claras.Habíamos parado en puebl
AstorLa respuesta de ese sujeto me hizo vislumbrar un panorama todavía más oscuro. Eva era la esposa oficial del conde, vivía en el castillo como una condesa. Eso terminó de desconcertarme y no sabía exactamente cómo reaccionar. Por lo que me quedé mudo, en medio de esa plaza tan concurrida, paralizado ante esa nueva información.—No tiene sentido. ¿Felipe es el secuestrador? —preguntó Ciro. —Que digo, si lo tiene, el aprovechó la distancia. —se agarró la cabeza, los hilos concordaban.—No tendría que haber dejado que se marchara. —golpeé uno de los bancos de concreto de la plaza.El golpe lo partió en pedazos al instante y las miradas se centraron solo en nosotros. El miedo en sus ojos se develaba, la desconfianza había comenzado a crecer.—Astor. —una voz familiar me llamó desde el otro extremo de la plaza.Pensé que mis ojos me engañaban al contemplar esa imagen, cuando levanté la mirada para divisar quien me hablaba. Ciro tampoco pudo creer lo que veía, eso si que no tenía un sen