Con el alma destruyéndose en pedazos y mi corazón sin fuerza por esa humillación vivida, los guardias procedieron a acomodarme en una de las sillas, tapada con la capa para ocultar la sangre a los ojos de los que vendrían. Sequé mis lágrimas, tragando el sufrimiento para aparentar una máscara de cordialidad fría.Lipp se sentó a mi lado, comenzó a platicarme sobre los animales de granja que habíamos conocido el día anterior. No podía demostrar el dolor que experimentaba en esos momentos. Por lo cual, busqué contestar cada palabra como si nada ocurriera. El ardor de la tela comenzó a filtrarse en mi piel.Allí fue cuando me percaté, de que esa capa tenía sal embardunada por dentro, lo cual comenzaba a arderme de un modo terrible. Empecé a lagrimear por el dolor.—¿Estás bien, mami? —preguntó Lipp.Su padre, al otro lado de la mesa, festejaba sus triunfos, logros y títulos. Su carcajada inundaba la sala, los presentes lo considerarían un hombre de lo más alegre.Miré al pequeño mientras
Felipe estaba en shock luego de lo ocurrido en aquel pasillo. Me dejó a solas allí, marchándose a paso ligero. Debía confiar en que asistiría a nuestro encuentro, era de vital importancia que así fuera. Tomé aire para concentrarme y volver al plan inicial.Caminé por los pasillos para encontrarla, junto con mis guardias que apenas si me dejaban andar con esa escasa libertad. Su recamara no quedaba lejos de la mía, estaba en la otra torre y no me costaría en lo absoluto llegar allí. Tenía que calcular las cosas con cuidado.Esta vez fingí la descompensación ante los dos guardias que me seguían. Eran solo ellos dos en mi custodia, había calculado el momento para que el número de guardias no fuera tan grande. Con mis garras afiladas ataqué directamente. No debía pensar, sino dejarme llevar por el instinto puro y desgarrar las gargantas con la mayor de las precisiones. Los dos cayeron al suelo sin vida, sin haber podido siquiera gritar. La sangre manchaba mis manos, mi rostro salpicado co
Contemplé por última vez la imagen cruda de la mujer en el suelo, su cuerpo sin vida me haría subir un escalón en mi trepada hacía el escape tan deseado. Ahora me quedaba solo esperar.No se darían cuenta del cuerpo muerto hasta dentro de unas horas, cuando Lupe viniera con mi recado de buscarme, junto con los guardias. Ella no sospechaba lo que encontraría y que yo, ya estaría muy lejos de ese lugar y ese castillo.Miré hacía el cielo buscando la fuerza que necesitaba para seguir avanzando en mi pelea personal. Me encontraba sola en estos momentos, sin lobos, sin el oso blanco, nadie podría salvarme más que yo misma, en la parte final de mi camino.Me pregunté si no sería mi destino morir allí, como una dama encerrada, como al inicio de mi historia de amor. Si era mi hora de morir, estaría de pie para dar los últimos golpes, pero no me verían llorar en mi deceso. Estaba lista para buscar la fe que necesitaba para dar los últimos pasos.Felipe tocó la puerta con ligereza, buscando no
(Astor)El viaje se había prolongado durante casi un mes, a pesar de que viajábamos como bestias, con la velocidad superior a la de una carroza. Sin embargo, no teníamos alas para volar y llegar antes de lo planeado.Cada día que pasaba temía porque le estuvieran haciendo algún daño. No encontraba explicaciones para su desaparición y mucho menos para su secuestro, no tenía sentido que estuviera pasando esto si estábamos en paz y bajo la supuesta protección del rey. Claro que ahora, eso estaba en una tela delgada. Luego de los ataques de los guardias, del interrogatorio de parte del rey y esas otras intrigas, mi desconfianza hacia esa paz había crecido con fervor. Yo no era un cachorro al cual podían domesticar y hacer funcional a una causa.Ciro tampoco lo era, a pesar de que su carácter era más tranquilo y tenía una humanidad más desarrollada. Ninguno era ingenuo ni tonto, sabíamos exactamente las consecuencias de confiar en quien no tenía intenciones claras.Habíamos parado en puebl
AstorLa respuesta de ese sujeto me hizo vislumbrar un panorama todavía más oscuro. Eva era la esposa oficial del conde, vivía en el castillo como una condesa. Eso terminó de desconcertarme y no sabía exactamente cómo reaccionar. Por lo que me quedé mudo, en medio de esa plaza tan concurrida, paralizado ante esa nueva información.—No tiene sentido. ¿Felipe es el secuestrador? —preguntó Ciro. —Que digo, si lo tiene, el aprovechó la distancia. —se agarró la cabeza, los hilos concordaban.—No tendría que haber dejado que se marchara. —golpeé uno de los bancos de concreto de la plaza.El golpe lo partió en pedazos al instante y las miradas se centraron solo en nosotros. El miedo en sus ojos se develaba, la desconfianza había comenzado a crecer.—Astor. —una voz familiar me llamó desde el otro extremo de la plaza.Pensé que mis ojos me engañaban al contemplar esa imagen, cuando levanté la mirada para divisar quien me hablaba. Ciro tampoco pudo creer lo que veía, eso si que no tenía un sen
(Eva)Mis planes habían cambiado drásticamente. Al colocarme la armadura de ese soldado, esto me había brindado una gran protección para andar por los pasillos. Salir del castillo era otro tema aparte. Necesitaba más estrategia para abrirme el paso. Los soldados comenzaron a llegar uno tras otro, buscando al culpable por la muerte de la mujer acaudalada. Eso era lo que yo quería, esta parte de mi plan si había tenido éxito. No obstante, había algo que no cuadraba y esto lo escuché de la boca del hombre que pasó muy cerca de mí.—Busquen a la condesa. —dijo uno de ellos, pasando la voz y la orden directa.—No. Se debe custodiar al conde. —interrumpió el otro.—¡Ya cállate! —gritó el primero. —¡El conde ha dado la orden de traer a la condesa viva o muerta!A pesar de la muerte de la mujer rica, Felipe se había salido con la suya. Era un hombre astuto, los soldados que lo seguían ahora tenían las ordenes de apresarme como prioridad. Todavía seguía en este maldito castillo, tenía que sali
(Eva)El dolor que mi corazón sentía era abismal. Nunca había tenido esa clase de sentimientos en mí, yo no tuve hijos como para saberlo. Mi conexión con Lipp había sido tan grande que dejarla atrás era la tarea más dura a la que me había enfrentado. El amor nunca era sencillo, ser madre, mucho menos y ahora sabía en carne propia lo que era amar a alguien con esa incondicionalidad y que ese alguien, tomara la decisión de estar lejos.—¡Búsquenla abajo! En los pisos de la armería, allí puede esconderse. —dio la orden otro de los soldados. —El conde ha ordenado que no salga de la ciudad.—Están rodeando los sitios por donde puede intentar escapar, señor. —dijo otro de ellos, acatando las órdenes. —La condesa no podrá ir muy lejos sin ser vista por las tropas. Están por toda la ciudad.Los guardias se formaron para comenzar una búsqueda por las habitaciones de este piso y yo me uní a ellos para que no sospecharan de mí. Luego de revisar la primera habitación, en la cual no había nada sos
Maya—Ya te lo he dicho, es hora de que te retires para cuidar a nuestro bebé. —dijo mi esposo Seth, mirándome con suma severidad. Él no estaba dispuesto a correr ningún riesgo.—Yo no estaré en peligro, esposo mío. Debo buscarla, ella me necesita. Es mi amiga, una hermana para mí y ahora es el momento de demostrarle que no la traicionaré nunca. —contesté con decisión.No iba a perder el tiempo, cuando era de vital importancia llegar hacia Eva para ayudarla en este ataque crucial. Ella estaba escapando, lo sabíamos porque los hombres lo gritaban a los cuatro vientos. Todo aquel que la ocultara estaría muerto. Las órdenes eran claras.Nosotros habíamos llegado hasta aquí en el momento justo por una razón, éramos una manada y por ello, debíamos cuidarnos los unos a los otros. Mi corazón me indicaba seguir, ya encontraría yo la fuerza necesaria.—No. —empezó a decir Seth, obstinado.—¿Vas a prohibirme hacer algo? Esa no es tu manera de ser. —entrecerré los ojos y lo besé en los labios. —