#2

Llorar, tenía mucho sentido, había podido contener las lágrimas hasta cuando él se marchó, mi orgullo, mi dignidad habían quedado en el piso, «sexo Tiana, solo sexo significaste para él, como pudiste ser tan estúpida» me reproché intentando secar mis lágrimas sin éxitos en lograrlo.

Me dejé caer de rodillas, como había sido tan tonta, como había siquiera imaginado que Theo iba a proponerme matrimonio, en 6 meses no se había dignado a estar conmigo fuera de su oficina, había sido un juego y yo había ignorado todas las señales, como había sido tan estúpida, miré una botella de vino y la cogí, estaba a punto de beber directamente desde la botella cuando entró Gianni.

—¿No pasó verdad? —preguntó con una cara de lástima que me hizo sentir más estúpida de lo que me estaba sintiendo. —Lo siento amiga, intenté advertirte.

—¿Como pude haber sido tan estúpida? Gianni, como se me ocurrió pensar que me pediría matrimonio, debí haberte escuchado, casi cometo una estupidez.

—Ven dame esa botella, no bebas, no llores, no lo merece, él se lo pierde, tú vales mucho.

—Ahora siento que no valgo nada, me siento tan estúpida, compré lencería nueva, ¿sabes lo que hizo? —sollocé avergonzada —me usó antes de decir que solo había sido un juego, el muy imbécil me cogió por última vez, me siento tan estúpida, tan usada y humillada.

—Lo siento Tiana.

—No, no tienes por qué, yo fui la estúpida que se confundió, fui una ciega, él no me dio señales, yo como tonta asumí lo que consideré que pasaría, que se enamoraría de mí, pensé que ese anillo era para mí, no tienes idea de como me estoy sintiendo al recordar la estupidez que casi hago, es tan vergonzoso, no sé cómo voy a regresar a trabajar, como voy a mirarlo a la cara después de que me hizo sentir como una mujerzuela a la que no le pagas los servicios y agradeces por ellos.

—No digas eso, solo te enamoraste, amiga, no te culpes, no seas tan dura contigo —dijo con ternura Gianni—. Pero en el fondo sabíamos que si había sido una estúpida.

—Dame la botella, quiero embriagarme hasta dejar de sentirme tan tonta o quizás sentirme peor, que estaba pensando, ¿sabes que es lo peor? —balbuceé llorando —que le había dicho a mis abuelos que me casaría.

—Ya amiga, vamos a casa, beber, no te hará sentir mejor.

—Pero seguramente me embriagaré y olvidaré por unos momentos lo estúpida que he sido, porque no pude verlo, el sexo solo en su oficina, el que me pidiera mantenerlo en secreto, me dio tantas señales, que tan estúpida puede ser una mujer para no atender todas esas señales, encima todo lo que hacía por él, era su mandadera, te das cuenta de que ahora todo tiene sentido, Theo me usó todo este tiempo, fingió que le interesaba.

Suspiré profundo y me levanté, miré mi reflejo en la ventana, poralizada y me limpié, me veía fatal, el maquillaje tan estropeado como mi dignidad, pasé mi mano por mi rostro tratando de entrar en razón, me miré una vez más y pude verlo a él diciendo esas palabras, solo sexo, solo placer, si, mientras yo me había enamorado y era como su perra guardiana, a donde me enviaba allá iba, solo por unas migajas de lo que creí amor y a lo que él llamó solo sexo y placer.

—Es mi culpa, por eso no volveré al trabajo —sollocé limpiando mi rostro.

—De ninguna manera, él es quien debe sentirse mal, no tú, no dejaré que dejes tu empleo y todo lo que habías planeado porque el estúpido calenturiento del jefe te usó —sentencio Gianni mientras me abrazaba.

—¿Que quieres que haga? Me siento humillada, no tienes ideas de todas las estupideces que hice y estuve a punto de hacer, no creo ser capaz de seguir viéndolo después de lo que me dijo, solo jefe empleada, no puedo porque me enamoré como una idiota Gianni.

—Sí, tú si puedes, de amor nadie se muere, lo que harás es que te pondrás muy linda, harás que se arrepienta de lo que te dijo, harás que se trague sus palabras —dijo Gianni.

Como si fuera fácil.

Me abrazó fuerte y me dijo que estaría bien, pero que no permitiría que dejara el trabajo y el resto de mis, proyectos por el estúpido de nuestro jefe, ella tenía razón, en el fondo lo sabía, pero aun así no podía dejar de sentirme estúpida.

—¿Tú crees que se va a casar con otra? —pregunté como si no fuera suficiente con sentirme estúpida, tal parecía que quería más motivos para terminar de arruinar mi corazón.

—Deja de pensar en él, en lo que pasó, sé que duele, puedo imaginar como te sientes, pero no ganas nada, con eso  —protestó Gianni.

Le asentí, salimos y me ayudó abordar un taxi, me pidió ir a casa, ya que el jefe no estaba, dijo que ella se encargaría si él llegaba y me preguntaba, me despedí de ella y subí al taxi, al escuchar como amable el conductor me preguntaba que si me encontraba bien, recordé sin querer el conductor anterior, quien me había dado un regalo por la presunta propuesta que solo existía en mi cabeza.

—Te odio Theo — vociferé, el conductor me miró, pero no le di importancia.

—Tenías un anillo, quizás estás casado, talvez era para otra mujer —. Me cuestioné mientras me recostaba en el asiento —qué idiota fui, debería llamarte, debería insultarte infeliz.

Murmuré de nuevo, el conductor preguntó si estaba bien.

—No, no estoy bien, pensé que me pedirían matrimonio, en lugar de eso me dejaron, ¿debería estar bien, eso es lo que cree? —pregunté molesta, —es usted un ser sin corazón, igual que él, todos son iguales —arremetí contra el pobre hombre, quien me miró con asombro y sin opinar.

Habíamos llegado, le agradecí y me disculpé, él no le dio importancia, entre a mi casa, no quería mirarme al espejo, me sentía tan avergonzada, usada, los desamores eran normales, nadie estaba exento de sufrirlos, pero no solo había sido eso, me había usado, me había hecho sentir humillada, a que imbécil se le ocurría acostarse con alguien para después terminarle, ah si claro a Theo, ese idiota portugués que se había robado no solo mi corazón sino también mis sentidos.

No solía beber, no tenía nada en casa, no quería salir, tomar una ducha, era lo único que se me ocurría en ese momento, llevé conmigo mi móvil y me debatía entre sí, llamarlo, enviarle un mensaje o pasar mi pena sola, estaba por meterme a la ducha cuando vi su llamada entrante.

—¿Él nunca me llama, se habrá arrepentido? —le respondí sin darle tiempo al móvil de sonar siquiera una vez.

—Hola nena, —saludó, como si nada—Oye, quería preguntarte si sigues en la oficina, necesito que me hagas un favor, va a ir un mensajero por una caja pequeña, como de un anillo, ¿podrías dárselo? —preguntó con descaro y sin una muestra de cinismo.

Me quedé callada, como podía ser tan cínico, tan indolente, me había quedado en shock, escuchaba su voz, me preguntaba si lo estaba escuchando, pero no podía responder.

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