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Al escuchar el sonido de la llanta que se ha explotado, Kervin soltó por un momento el volante porque creyó que algún carro de los que van detrás de él le ha pegado, pero luego logró controlar el auto y se quedó a la orilla de la carretera, justo a cuatro cuadras de la casa que acaba de salir.

— ¡Caramba! Supongo que hasta el mismo destino anda de buenas y está de mi lado esta noche. Esto debe ser una señal para que esté con esa chica, iré a pedirle posada por esta noche y comprobaré si es buena persona como se muestra. —Comentó en voz baja y con una sonrisa de triunfo.

Kervin es más que un abogado, es un loquillo enamorado que a las doce de la noche y no importándole ir debajo de una gran tormenta de agua va corriendo hacia la casa de la chica que le gusta. Al llegar allí tocó el timbre, pero luego pensó que es de lógica, que a esta hora ella no le abrirá la puerta a nadie. De la bolsa que está en el interior de su saco tomó el celular y le llamó a la chica. Cristina aún no se ha dor
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