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Lorena siguió al chico, quería acercarse y explicarle la situación, pero se le hacía imposible, nunca estaba solo. En los descansos un joven siempre lo acompañaba y por veces se le acercaban otros muchachos que, seguramente eran sus amigos más cercanos.

—Vamos Lorena, tienes que ser fuerte y decirle —dijo para sí. Le dio la impresión de que la observaban, miró a su derecha y se dio cuenta que un joven de ojos verdes la miraba extrañado, era el chico que siempre estaba con Cristian (Camilo)— esto... —trataba de pensar algo que explicara su comportamiento.

Estaba en el restaurante del colegio y nadie la acompañaba como para que estuviera hablando.

—Tranquila, puedes seguir hablando sola —Camilo siguió su camino.

Lorena quedó algo apenada en su mesa mientras observaba el recipiente vacío de vidrio frente a ella “¿por qué mi madre me metió en esta escuela de riquillos? —pensó mientras dejaba caer su mirada hasta sus manos—, en el otro colegio nadie se burlaba de mí, tampoco les importaba lo que yo hiciera, todos me conocían y si alguien se burlaba de mí, siempre me defendían. Aunque no tenía muchos amigos... me sentía cómoda estudiando allí, podía irme caminando y disfrutar del parque que tenía cerca, este cambio me tiene muy asustada.”

En aquel momento sonó el timbre que anunciaba el final del receso. Debía volver a clases y eso era algo muy cansado.

—Los estudiantes del once cinco darán un comunicado —informó el profesor.

"Esto me dará tiempo para dormir por unos minutos” pensó Lorena mientras hacía reposar su cabeza sobre la mesa.

En aquel momento entró Cristian con un grupo de amigos al salón de clases.  Lorena al darse cuenta que era él enseguida prestó atención al supuesto comunicado.

—Buenas tardes a todos, como ya sabrán algunos, nosotros pertenecemos al grupo de natación del colegio. Queremos informarles que tenemos un vacante en nuestro grupo y si alguien aquí le gustaría pertenecer a nuestro grupo de natación, está invitado a la entrevista que estaremos haciendo al finalizarse la segunda jornada de clases, muchas gracias por su atención —Cristian terminó desplegando una sonrisa, algo que les encantó a las chicas.

Al salir los jóvenes, se escuchó un gran revuelo en el salón.

—Sería genial si entrara a su grupo —decían algunos chicos.

—¡Es una gran oportunidad!  —gritaban otros.

Lorena no supo el por qué le interesó tanto el querer hacer esa entrevista, no era muy buena en la natación, además, ese deporte hacía que su espalda se anchara y eso simplemente era algo que no le gustaba; "los hombros se agrandan y la espalda se ancha, no tengo muy buen cuerpo y eso me hará ver como un hombre" pensó al terminar la última hora de clases.

Le dio por acercarse a la piscina del colegio, la sola entrada estaba invadida por estudiantes que hacían fila. Sin saber el porqué, decidió hacerla también.  Pasó media hora, faltaban muchos para que llegara su turno:

—¿Qué hago aquí? —se preguntó mientras cruzaba sus brazos.

Después de hora y media llegó su turno. Entró y vio una silla donde lógicamente debía sentarse, frente a ella estaba un largo escritorio donde había diez integrantes del grupo de natación sentados, a su derecha estaba la piscina olímpica con una gran imponencia.  Era de noche, el cielo nocturno se podía ver desde el techo de cristal que mostraba lo lujoso que era aquel colegio.

—Buenas noches —escuchó el saludo de Cristian que estaba en el centro de la mesa.

—Buenas noches —respondió el saludo. Sus manos no dejaban de jugar entre sí.

—¿Cuál es tu nombre? —preguntó uno de los muchachos.

—Lorena.

—Dime, Lorena. ¿Por qué te gustaría pertenecer a nuestro grupo de natación? —preguntó Cristian.

Ni ella sabía esa respuesta. Su mirada viajó por todos los allí presentes.

—Bueno... Me parece que nadar es algo bueno para la salud —respondió. Aunque su voz no se escuchó muy convencida.

—¿Cuáles son tus horarios para practicar este deporte? —inquirió Cristian.

—¿Horarios? —Lorena quedó confundida.

—¿No tienes un horario establecido? —interrogó Cristian con semblante serio.

—No...

—Entonces, es tu hobby —dijo Camilo, (el mejor amigo de Cristian).

—Bueno... —Lorena empezaba a asustarse con esa entrevista, se dio cuenta que estaba en el lugar equivocado.

—Ya que nos hemos visto antes Lorena, creo que el grupo de ciclismo te quedaría muy bien. Tienes mucho talento para ello y se nota que te gusta mucho —explicó Cristian con una sonrisa amable.

Lorena tragó en seco, la habían rechazado. Se sentía humillada, no tanto por eso, sino porque cuando llegara a su casa lo volvería a ver y pasaría una vergüenza peor que esa. Seguramente aquel joven se sentiría incómodo con tanta aparición de su parte.

—Esa chica se vuelve aún más rara, ¿no crees? —dijo Camilo mientras veía a Lorena irse.

—La he visto mucho últimamente, pero es algo divertida —explicó Cristian.

—Hoy la vi hablando sola —soltó Camilo mientras miraba a su amigo.

—¿En serio?

—Creo que ella no es del todo normal, seguramente está enferma —explicó Camilo.

—Creo que tienes razón, pobrecita —Cristian bajó la mirada a la planilla que reposaba en el escritorio— ¡siguiente! —informó.

.

Lorena estaba en su cuarto dando vueltas mientras esperaba a que llegara el momento. Solo faltaba media hora para que todo comenzara.

—No... Debo hablar con mis padres antes y explicar todo —se dijo.  Salió del cuarto y bajó a la sala.

Allí estaba toda su familia reunida.

—¿Por qué no te has cambiado?  —preguntó la señora Camila.

—Es que… Mamá, tengo algo que decir —informó Lorena.

—Mi jefe está a punto de llegar, debes arreglarte —ordenó la señora.

—Pero lo que voy a decir es muy importante —insistió Lorena.

—Hija, ya nos dirás después, esto es más importante —explicó su padre.

En aquel momento se escuchó el timbre.

—¡Ya llegaron! —soltó Marcela corriendo a abrir la puerta.

Lorena volteó y vio cuando la puerta se abrió, su corazón comenzó a palpitar muy rápido, sus piernas se volvieron débiles y sus pupilas se llenaron de lágrimas, ese era su fin. Frente a ella apareció la silueta del señor Vides junto con su hijo Cristian.

—Buenas noches —saludó Marcela sonriente mientras los hacía pasar.

La mirada de Cristian empezó a buscar a su supuesta novia, y claro, no tardó en clavarla en Lorena. Los dos se observaron detenidamente, el rostro del joven se vio muy pensativo al ver que se trataba de aquella chica rara que últimamente estaba apareciendo en sus días rutinarios.

—Hola... —soltó Lorena con nerviosismo.

—¿Y su esposa? —preguntó la señora Durán.

—Ella no pudo venir, está en un viaje con sus amigas, pero ya está enterada de todo y cuando regrese haremos una comida en mi casa —explicó el señor Vides.

Cristian no dejaba de reparar hasta lo más mínimo de Lorena. La joven tragó en seco, tenía que desmentir todo antes de que lo hiciera Cristian “será lo más penoso que voy a pasar en la vida, pero este es el costo de mi mentira” pensó.

—Disculpen… —trató de decir.

—La mesa ya está lista, por favor, pasen —informó Marcela.

Todos con unas sonrisas enormes desplegadas en sus rostros comenzaron a caminar hasta llegar al comedor y se sentaron. El señor Vides no dejaba de elogiar lo deliciosa que se veía la cena. Lorena quedó paralizada llamando la atención de todos, pronto el lugar se consumió en un silencio absoluto con todos los ojos puestos en ella.

—¿Qué sucede hija? —preguntó el señor Durán.

—Este… —trató de hablar, sus manos comenzaron a sudar y los dedos no dejaban de jugar entre sí.

—Hija, ven a sentarte —ordenó su madre, aunque tenía una sonrisa desplegada, Lorena sabía que se estaba enfadando.

—Tengo algo que decir —informó la joven.

—Por tu cara parece que no es algo bueno —dijo el señor Vides.

—¿Por qué no lo dices cuando terminemos de cenar?, tengo hambre —dijo Cristian. Eso sorprendió a la muchacha.

—Sí… Yo también tengo mucha hambre, es muy raro que mi mamá haga carne asada —insistió Flor.

—¡Flor! —regañó la señora Durán.

—Ah… Bueno —Lorena empezó a caminar hasta sentarse al lado de Cristian quien le mostró una sonrisa al cruzarse sus miradas.

¿Qué era lo que estaba sucediendo?, él no había desmentido nada, al contrario, hablaba con los padres de Lorena y los llamaba “suegros”, así que le estaba siguiendo la corriente. Lorena estaba muy, pero muy confundida ¡¿por qué lo hacía?!

—¿Cómo se conocieron? —preguntó de repente el señor Vides. Cristian y Lorena cruzaron miradas y después el joven se dispuso a explicar.

—Lorena era nueva en el colegio, se había perdido el primer día y cuando me preguntó por el salón de matemáticas yo la ayudé, desde ese día solíamos encontrarnos mucho en los descansos. No fue nada del otro mundo, pero, desde que la vi, me gustó mucho —respondió Cristian.

Todos quedaron paralizados con lo que habían escuchado, al parecer se les hacía muy difícil creerlo. Las hermanas de la muchacha parecía que aguantaban una carcajada y la señora Durán limpió su garganta para después tomar algo de jugo.

—Así que sí era cierto —soltó el señor Durán muy sorprendido.

—¿Por qué se sorprende tanto? —inquirió Cristian.

—Ah… Es que antes creíamos que Lorena era lesbiana —respondió Flor con un tono de burla.

Lorena quería morirse en ese instante, su familia no podía ser más imprudente.

—No… pero solo era una suposición, ya nos confirmaste que no es así, de hecho, hacen una linda pareja —explicó Marcela con una gran sonrisa desplegada en su rostro un tanto fingida.

Cristian volteó a mirar a Lorena quien se ruborizó mucho e inclinó la mirada. Después, todos siguieron comiendo y los temas de conversación se alejaron de Lorena, algo que para la joven fue un alivio.

Habían terminado de cenar, los adultos hablaban tranquilamente en la sala, mientras, Lorena y Cristian se fueron al patio de la casa para hablar en privado.

—Lo siento mucho, perdón —se disculpó Lorena con solo verse ya en el patio.

Cristian volteó a verla, la chica tenía la cabeza agachada, sus palabras se habían escuchado bastante maltratadas.

—¿Por qué lo hiciste? —preguntó Cristian. Se sentó en un sillón— siéntate, hablemos.

Lorena alzó la mirada y con algo de torpeza se sentó frente a Cristian.

—Este… Lo que sucedió… Es que hubo un malentendido, no sé cómo fue que mi madre terminó creyendo que tú eras el novio del que le estaba hablando —explicó Lorena.

—¿Si tienes novio? —inquirió Cristian.

—No…. Claro que no, ¿quién se va a fijar en mí? —Lorena dejó salir un suspiro—, todo fue una mentira que dije para que me dejaran de molestar con eso de que soy lesbiana.

—¿Por qué no les aclaraste que todo fue un malentendido?

—Lo iba a hacer hoy, antes no había encontrado la manera, siempre sucedía algo, además, no sería una tarea fácil el hacerlo —trató de explicar Lorena—. Pero… ¿por qué no dijiste la verdad cuando llegaste?

—Te tuve lástima. Ya te conocía, creí que te había gustado en ese tiempo y como nunca te llegaste a comportar como alguien normal, creí que esa fue tu razón para inventar algo como esto —confesó Cristian.

  A Lorena no le sorprendió la respuesta de aquel joven, era cierto, todas las veces en las se vieron pasó algo que la dejaba a ella en un papel de una chica que no estaba en sus cabales. Tenía que agradecer que Cristian fuera un joven muy amable, de lo contrario, ahora estaría viviendo la peor de las pesadillas.

—Hagamos esto, seguiré fingiendo que tenemos una relación, así tu familia dejará de molestarte, pero, a cambio de eso, cada vez que yo te llame tendrás que ir al lugar al que te cite —explicó Cristian—. Mis padres también tienen una mala imagen de mí, muy poco me dejan salir a fiestas porque siempre me meto en problemas, ahora tengo la excusa perfecta para poder salir sin que ellos se enojen. De esa manera los dos ganamos.

—¿Y por cuánto tiempo haremos esto? —preguntó Lorena no muy convencida.

—Hasta que me pueda ir a Inglaterra a estudiar, eso será el otro año —respondió Cristian.

Así fue como un noviazgo creado por accidente se convirtió en un trato, ella lograba que su familia no la molestara más y Cristian, el poder salir a todas partes sin que sus padres se enojaran con él. Los dos terminaron ganando mucho con aquel malentendido, o, al menos eso creía Lorena. 

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