Capítulo cincuenta y nueve. ¡Tienes que ver un médico!

Angélica cerró los ojos y cubrió sus oídos con sus manos para no escuchar las palabras de su padre. Si ella pudiera elegir entre: escucharle decir que era su culpa o que la golpeara, prefería los golpes, dolían menos que las palabras, herían menos y dejaban menos huellas en su cuerpo de lo que las palabras dejaban en su corazón y las que ya la habían marcado de por vida.

—No me has respondido, Angélica y mi oferta no durará todo el día —interrumpió Richard los pensamientos de la joven.

—¿Qué tengo que hacer? —preguntó, esa era la cuestión, ¿Qué tenía que hacer? Y, aun así, hiciera lo que hiciera si triunfaba, nunca tenía nada de su padre, nunca tenía nada más que desprecio.

«Quiere engañarnos de nuevo, va a jugar con nosotras como siempre. ¡No lo hagas, no lo hagas!», gritó su mente con desesperación.

—Haré todo lo que me pidas, pero por favor, déjame salir, no me gusta estar encerrada, por favor —pidió.

Richard sonrió y se acercó a su hija para contarle sus planes…

Mientras tanto, Em
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