Cita con el pediatra Gerald Petit, miró con diversión a Emma, su sobrina parecía estar al borde de la locura mientras intentaba hacer que Andrew se mantuviese quieto sobre la silla, cosa que el niño no tenía intención de hacer.—Déjamelo, me haré cargo de él —dijo apiadándose de su sobrina.—Andrew va a sacarme las canas verdes, tío —se quejó Emma.—El karma, cariño, el karma —dijo en tono divertido el pintor.—¿El karma? ¿Cuál karma? —preguntó fingiendo inocencia—. Yo de niña era tan bien portada…—¡Oh! Claro, tan bien portada que te importó gastarle bromas a tu hoy esposo —dijo.—Eso no cuenta, fui buena hija —refutó.—Lo fuiste, no puedo negarlo, lo fuiste hasta el día que te confabulaste con tu padre para ayudarle a conquistar a tu madre.—Eso no cuenta como una mala obra, tío, así que no puedes llamarlo karma.—Bueno, por lo que sea —dijo arrodillándose delante de Andrew.Emma suspiró y salió de la habitación para preparar a Natalia para su primer día de escuela, mientras Gerald
El nuevo marido de su exGerald se despidió del pediatra de Andrew, tenían cita el siguiente mes y él estaba apuntadísimo para volver y ocupar el lugar de Emma.—¿Qué te pasa tío? —preguntó Andrew al ver la sonrisa de oreja a oreja en el rostro del hombre. —¡Eh!—Estás siendo raro —se quejó Andrew, era pequeño, pero no ciego.—¿Quieres comer helado? —preguntó Gerald para cambiar el tema.—El pediatra dijo que no podía comer dulces —se quejó Andrew con un puchero en los labios, el pequeño se cruzó de brazos y se mostró molesto.—Nadie tiene porque enterarse, será nuestro secreto —aseguró.Gerald no iba a perderse la oportunidad de encontrarse con el pediatra, había escuchado decirle a la enfermera el nombre del restaurante donde estaría almorzando ese día.—Te has vuelto loco, tío —susurró Andrew, pero la idea de comer helado le encantaba tanto que se vio seducido para guardar el secreto.Gerald llevó a Andrew a dar una vuelta al centro comercial, le invitó a tomar un cono, un
Quizá no fue coincidenciaGerald no había dejado de pensar en las palabras de Emma, luego de salir del restaurante, se dirigieron a la mansión Collins, y por mucho que Campanita le insistió a su tío para quedarse a dormir con ellos, Gerald se negó.¡Necesitaba un trago!—Quizá una botella —susurró subiendo a su auto para dirigirse a su departamento, se cambiaría de ropa y saldría a beber, necesitaba procesar toda la información que Emma amablemente le había proporcionado sobre el doctor Anderson.Gerald recorrió las calles de Nueva York hasta llegar al Inframundo, el bar favorito de la ciudad y el más prestigioso también, sobre todo, porque el Diablo de Nueva York era el dueño… lo había conocido en una ocasión, Angelo había aprovechado la oportunidad para pedirle que pintara un cuadro de su familia y él no había podido negarse. ¿Quién lo haría con la cantidad de dinero que el diablo había ofrecido?—¿Estás solo? —Gerald giró el rostro para quedar frente a Anderson, el protagonista de
Quince añosEmma miró a su hija, su preciosa niña arcoíris lucía un hermoso vestido de quinceañera, un vestido sacado de un cuento de hadas y es que su hija era eso y más. ¡Era su princesa! La princesa y sus cuatro caballeros.Ryan era un padre orgulloso, Michael y los gemelos estaban encantados con la niña que se convertía en mujer delante de sus ojos.Natalia fue amada desde antes de su llegada, esperada como un milagro no solo por sus padres sino también por sus abuelos y sus tíos.Aunque Patrick y Peter eran mayorcitos y tenían una vida hecha y plena, nunca dejaron de comportarse de manera celosa con ella.—¿Qué piensas corazón? —preguntó Emma al ver a su hija distraída.—En lo celoso que se pondrá mi padre cuando me quite la falda del vestido —rio bajito.Emma negó.—No te atrevas Natalia, tu padre y tu abuelo son muy capaces de caer infartados si lo haces —dijo Emma, pero había cierto regocijo en su voz.—¿De verdad?—Te lo digo muy en serio, pequeña.—¿Entonces por qué me lo co
Emma Collins echó un vistazo a su discreto maquillaje. Bajó del auto y caminó hacia el interior de la empresa de su prometido y próximamente su marido. Su relación con Nicholas Fisher, casi le cuesta la relación perfecta con su padre. Michael Collins.—Señorita Collins —saludó el guardia de seguridad al pie del ascensor.—Buenos días, Martín —correspondió el saludo con amabilidad.Así era Emma Collins, amable y sincera.—¿El señor Nicholas está en su oficina? —preguntó.Le había llamado antes de salir de la empresa de su familia, quería darle una sorpresa y él había dicho que tenía mucho trabajo y que no se movería ese día de la oficina.—Sí, claro que sí está.Emma agradeció y con un semblante más que feliz se dirigió a la oficina de su novio. Nicholas y ella habían sido novios desde que tenían quince años, así que prácticamente solo les faltaba fijar la fecha para la boda e irse a vivir juntos.Las puertas del ascensor se abrieron, Emma no se sorprendió al no encontrar a Angélica en
El gemido femenino irrumpió el silencio sepulcral en la habitación, la joven mujer se llevó una mano a la cabeza.El dolor era terrible.—Juro que jamás volveré a beber —gruñó, mientras abría y cerraba los ojos, tratando de adaptarse a la luz que se filtraba por las ventanas.La mujer trató de recordar lo que había sucedido la noche anterior, pero los recuerdos que le llegaron eran los de su novio con su mejor amiga, teniendo relaciones sobre el escritorio. Jamás hubiese pensado que Nicholas fuera tan poco hombre para engañarla de esa manera.—Canalla —masculló enfadada.Se pasó la mano por su rostro y el brillo en su dedo le llamó la atención.—¿Qué demonios? —preguntó al ver la argolla en su dedo anular. Sin embargo, no le prestó atención porque una voz la distrajo.—Deja de hablar, la maldita cabeza va a estallarme —se quejó el hombre…Un momento… ¿Hombre?, pensó Emma y como si su mente embotada hiciera clic se giró para ver el cuerpo desnudo de un hombre acostado a su lado.—¡Mier
Emma estacionó el auto en el garaje y por un momento dudó en entrar a su casa o salir corriendo a cualquier parte del mundo. Cualquier lugar era mejor que estar en Nueva York, en la misma ciudad que Ryan Black, su marido.—Eres una tonta, Emma Collins, una tonta —se dijo dejando caer su cabeza sobre el volante, preguntándose: ¿Qué es lo que iba a hacer ahora? ¡Estaba casada! Casada con un hombre que era mucho mayor que ella, que no amaba y encima de todo ¡Era el maldito mejor amigo de su padre!—¡Aaaah! —gritó con frustración, se reclinó sobre el sillón. Nada podía hacer ahora, más que esperar y confiar en Ryan. Él le había dicho que buscaría la oficina donde se había oficiado su matrimonio y buscaría la manera de anularlo.Emma realmente esperaba que la estupidez que había cometido la noche anterior, no tuviese muchas más consecuencias y lo más importante de todo que su padre no se enterara de lo que había hecho o estaría en grandes problemas.Con resignación bajó del auto para entra
Emma abrió y cerró la boca por varios segundos y no fue capaz de emitir un solo sonido.—No hay nada que podamos hacer, Emma. Estamos atados de pies y manos —dijo Ryan.—Tienes que encontrar una manera de divorciarnos, Ryan. ¡Por Dios, tienes novia! —gritó Emma haciendo que el corazón del hombre se encogiera dentro de su pecho.—No soy especialista en divorcios, Emma. En los últimos años me he dedicado a otra rama de mi profesión y de todo lo que puedo hablarte es de contratos y es por esa razón que te digo que no podremos hacerlo. Cualquiera que solicite el divorcio debe pagar la sanción al otro.—No importa, estoy dispuesta a pagar lo que sea necesario, Ryan. Papá va a matarnos —dijo levantándose de la silla y caminando de un lado al otro en la oficina.—No necesariamente debe enterarse, Emma. Podemos mantener en secreto nuestro absurdo matrimonio y esperar a cumplir las cláusulas del contrato.—¿Pretendes mentirle por tres largos años?—¿Tienes una idea mejor? —preguntó poniéndose