El gemido femenino irrumpió el silencio sepulcral en la habitación, la joven mujer se llevó una mano a la cabeza.
El dolor era terrible.
—Juro que jamás volveré a beber —gruñó, mientras abría y cerraba los ojos, tratando de adaptarse a la luz que se filtraba por las ventanas.
La mujer trató de recordar lo que había sucedido la noche anterior, pero los recuerdos que le llegaron eran los de su novio con su mejor amiga, teniendo relaciones sobre el escritorio. Jamás hubiese pensado que Nicholas fuera tan poco hombre para engañarla de esa manera.
—Canalla —masculló enfadada.
Se pasó la mano por su rostro y el brillo en su dedo le llamó la atención.
—¿Qué demonios? —preguntó al ver la argolla en su dedo anular. Sin embargo, no le prestó atención porque una voz la distrajo.
—Deja de hablar, la m*****a cabeza va a estallarme —se quejó el hombre…
Un momento… ¿Hombre?, pensó Emma y como si su mente embotada hiciera clic se giró para ver el cuerpo desnudo de un hombre acostado a su lado.
—¡Mierda! —gritó lanzando al hombre fuera de la cama.
—¿Qué demonios te pasa? ¿¡Por qué diablos me tiras de la cama!? —gritó enfadado el hombre hasta que se fijó en la mujer en la cama.
—¡¡¡Tú!!! —gritaron al unísono.
Emma Collins jamás en su vida se había sentido tan perdida y nunca se había encontrado sin palabras como en ese momento. ¿Qué diablos hacía Ryan Black en su cama?
—¿Qué demonios? —preguntó Ryan al ver su cuerpo desnudo y ver a Emma envolverse con la sábana de seda de la cama de hotel.
¡Santo Cristo! ¡Estaba en un hotel con la hija de su socio y mejor amigo!
—¿Qué fue lo que me hiciste, Ryan? —preguntó Emma enfadada.
—¿Qué fue lo que te hice? —preguntó con los ojos muy abiertos—. Pienso que lo mejor sería preguntar ¿Cuál es tu juego esta m*****a vez? Chiquilla pervertida.
—¿Qué es lo que me has dicho? ¿Crees que es un juego? Estás loco Ryan Black, ¡jamás en la vida se me habría ocurrido acostarme contigo!
—Pues yo contigo tampoco me acostaría. ¡Primero muerto que tocarte de esa manera! —gritó muy enfadado por la situación.
Ryan no podía creer que Emma fuera capaz de llegar a tanto. En los últimos dos años le había gastado muchas bromas, pero ninguna había rebasado los límites como ahora. Esto definitivamente se salía de control.
Esto rebasaba todas y cada una de las que le había hecho en el pasado y no pensaba tolerar hasta ese punto las travesuras de la muchacha.
—¿A dónde piensas que vas? —preguntó Emma al verlo recoger sus prendas y caminar hacia el cuarto de baño.
Ryan no respondió a la pregunta de la joven y en su lugar cerró dando un portazo que hizo saltar a Emma del susto y mientras él se vestía. Ella lo hizo rápidamente en la habitación.
—¿Qué fue lo que sucedió? ¿Qué fue lo que hice anoche? —se preguntó la joven.
El anillo volvió a brillar al recibir un rayo de luz y la respiración se le cortó.
—No puede ser, no puede ser —se repitió como un mantra, mientras caminaba de un lado a otro.
»—¿Qué fue exactamente lo que hice? —se preguntó de nuevo.
Ella había salido de la oficina de Nicholas furiosa por lo que acababa de descubrir, había apagado su móvil y había manejado hasta uno de los antros de la ciudad donde había pedido una primera copa. ¡Una copa! Una copa a la que le siguieron muchas y luego… luego ella no recordaba nada más.
—Maldita sea, papá va a matarme —sollozó.
—Pues no serás la única muerta, Emma. ¿Me puedes explicar que es lo que haces en mi cama? —preguntó Ryan saliendo del cuarto de baño. Su rostro estaba mucho más sereno, como si hubiese asimilado que toda la culpa era de Emma y que no era más que otra de sus infantiles bromas.
—No sé lo que hago aquí, te lo juro Ryan. Esto no es algo que planeara ¡Eres demasiado viejo para que me gustes de esa manera! —gritó en su defensa.
Ryan asestó el golpe con gallardía. Esa era una de las razones por las que había querido casarse con Clarisa, porque sentía que había llegado el momento de formar su propia familia. Pero jamás esperó que la mujer le dijera «NO»
—No te creo, si lo que quieres es dejarme en mal con tu padre, no lo conseguirás, Emma, voy a llamarle y voy a decirle lo que has hecho. Esto sobrepasa todo lo que te he soportado estos dos años e incluso has sobornado a los gemelos para hacer travesuras. ¡Madura de una puta vez! —gritó enfadado.
Emma dio un paso atrás al darse cuenta de que ese hombre no era el Ryan que ella conocía, por supuesto que la muchacha desconocía la tragedia reciente en la vida del hombre.
—¡No! ¡Espera, Ryan! —dijo levantando la mano izquierda para mostrar el anillo de compromiso y la argolla de matrimonio que había en su dedo.
Ryan abrió de nuevo los ojos y de nuevo el enfado se apoderó de él. Ese anillo estaba destinado para Clarise y como sea era de ella.
—¿¡Cómo has podido!? ¡Quítate el anillo ahora mismo! —gritó.
—¿No lo entiendes? —preguntó Emma caminando hacia él y tomando su mano izquierda para levantarla a la altura de su rostro.
»—¡Tú también tienes una m*****a argolla de matrimonio, Ryan! —dijo casi sollozando.
En aquella habitación únicamente podía escucharse un par de respiraciones agitadas. Dos personas que se enfrentaban en un duelo de miradas antes de mirar hacia la mesa de noche.
Emma fue la primera en caminar y tomar el papel entre sus manos, su respiración se cortó y por un momento quiso pensar que todo esto era una pesadilla, un sueño producto de su borrachera.
—¿Qué es eso? —preguntó Ryan caminando hacia ella y arrancándole el papel de sus dedos.
—¡Jodido infierno!
—¡Es un acta de matrimonio! —gritaron al unísono.
Emma sintió de repente como si un puño le hubiera golpeado en la boca del estómago al comprender lo que eso significaba. Su rostro se tornó pálido y por un momento sintió que iba a desmayarse.
—De todos los hombres con los que pude cometer esta locura, ¿¡Por qué tenías que ser tú!? —gritó sentándose de golpe sobre la cama.
Ryan Black se estaba haciendo esa misma pregunta. De todas las mujeres en el mundo, de todas las mujeres en Nueva York. De todas las mujeres en aquel maldito antro, ¿por qué tenía que sucederle esto con Emma Collins?
—Debe haber un error —dijo sentándose lo más lejos posible de la muchacha.
—¡Nos hemos casado por error! —gritó ella dejándose caer sin ceremonia sobre la cama.
—Casados por error —repitió Ryan cayendo al otro lado de Emma, mientras el rayo del sol hacía que sus argollas brillaran para no dejarles duda de que eran marido y mujer.
Emma estacionó el auto en el garaje y por un momento dudó en entrar a su casa o salir corriendo a cualquier parte del mundo. Cualquier lugar era mejor que estar en Nueva York, en la misma ciudad que Ryan Black, su marido.—Eres una tonta, Emma Collins, una tonta —se dijo dejando caer su cabeza sobre el volante, preguntándose: ¿Qué es lo que iba a hacer ahora? ¡Estaba casada! Casada con un hombre que era mucho mayor que ella, que no amaba y encima de todo ¡Era el maldito mejor amigo de su padre!—¡Aaaah! —gritó con frustración, se reclinó sobre el sillón. Nada podía hacer ahora, más que esperar y confiar en Ryan. Él le había dicho que buscaría la oficina donde se había oficiado su matrimonio y buscaría la manera de anularlo.Emma realmente esperaba que la estupidez que había cometido la noche anterior, no tuviese muchas más consecuencias y lo más importante de todo que su padre no se enterara de lo que había hecho o estaría en grandes problemas.Con resignación bajó del auto para entra
Emma abrió y cerró la boca por varios segundos y no fue capaz de emitir un solo sonido.—No hay nada que podamos hacer, Emma. Estamos atados de pies y manos —dijo Ryan.—Tienes que encontrar una manera de divorciarnos, Ryan. ¡Por Dios, tienes novia! —gritó Emma haciendo que el corazón del hombre se encogiera dentro de su pecho.—No soy especialista en divorcios, Emma. En los últimos años me he dedicado a otra rama de mi profesión y de todo lo que puedo hablarte es de contratos y es por esa razón que te digo que no podremos hacerlo. Cualquiera que solicite el divorcio debe pagar la sanción al otro.—No importa, estoy dispuesta a pagar lo que sea necesario, Ryan. Papá va a matarnos —dijo levantándose de la silla y caminando de un lado al otro en la oficina.—No necesariamente debe enterarse, Emma. Podemos mantener en secreto nuestro absurdo matrimonio y esperar a cumplir las cláusulas del contrato.—¿Pretendes mentirle por tres largos años?—¿Tienes una idea mejor? —preguntó poniéndose
—Es lo que dije, ¿tienen algún problema con eso? —preguntó ajeno a los pensamientos de la pareja.—Bueno, papá. No sé qué decirte, podemos rentar dos pisos en el mismo edificio y ser vecinos. Digo para tu tranquilidad —Emma casi se atragantó con su respuesta.—Podríamos hacerlo —convino Michael moviendo el lapicero sobre los documentos.—Emma tiene razón, ella necesita privacidad y no se vería muy bien que los dos estemos viviendo en la misma casa —Ryan aportó su granito de arena.—No entiendo cuál es el problema. Por supuesto que los dos tendrán su privacidad. Les he pedido que vivan juntos, no que duerman en la misma habitación —soltó Michael casi en tono divertido al ver a su hija y su mejor amigo argumentar los motivos por los que no podían vivir juntos.Por supuesto, ninguno lo convenció.—Vamos a matarnos, papá —dijo como último recurso la chica.—¿De verdad?—Emma y yo no sobreviviremos ni una sola noche estando en el mismo lugar —secundó Ryan.—Pensé que estaban llevándose bie
Los siguientes días, Emma trató de no cruzarse en el camino de Ryan. Ya era bastante malo que en breve estarían viéndose y viviendo juntos todos los días por los próximos seis meses que deseaba aprovechar las horas de libertad que le restaban.—Voy a echarte de menos, mi princesa, pero sé que tienes que volar por tu cuenta y sé que lo harás bien —dijo Natasha mientras ayudaba a Emma con las maletas.—Voy a llamarte todos los días, mi cielo, te lo prometo.—Lo sé, pero no será lo mismo, cariño.—No me iré para siempre y vendré a penas el trabajo me lo permita —dijo dejando de lado las maletas para abrazar a su madre.—Quiero irme contigo, como cuando fueron a abrir la sucursal en Florida —Natasha hizo un puchero. Esta era la segunda vez que se separaba de Emma, la única diferencia es que ahora lo hacía por trabajo y no por miedo a que algo malo le sucediera.—Entonces papá seguía a cargo de todo, solamente fui para hacer acto de presencia y aunque lo niegue, fue Ryan y él quienes hicie
Jacob Fisher salió de casa de la familia Collins, como si el diablo le pisara los talones y con una furia difícil de contener. Apretó las fotos entre sus manos y subió al auto para perderse en la distancia.—¿Qué es lo que quería Jacob? —preguntó Natasha llegando al ventanal desde donde Michael miraba al hombre partir.—¿Puedes adivinarlo?—No tengo idea y no quiero especular. ¿Qué fue lo que te ha dicho y lo que tú le has dicho que le ha hecho marchar de esa manera tan abrupta? —preguntó volviendo sobre sus pasos y sentándose para esperar la explicación de su marido.—Pretendía ponerle fecha al compromiso de Emma, como si nosotros no supiéramos la clase de fichita que es Nicholas —dijo con enojo.—¿Le enseñaste las fotos? —Michael asintió.Por supuesto que Natasha Jones sabía de las fotos, entre esposos no había secretos y aunque Nat se sintió herida porque Emma no le habló sobre su ruptura, podía comprenderla. La relación entre padre e hija era única, mientras ella tenía esa conexió
Ryan quedó impresionado con la intervención de Emma, de hecho, las cosas eran así. Emma era su asistente y su aprendiz por decisión de Michael, pero eso le quitaba autoridad en algunas decisiones que podía llegar a tomar.—Me temo que es usted quien no está bien informada, señorita Collins, pero su padre fue muy claro al pedir un asistente para el señor Black —la encaró Benítez. El hombre estaba rojo por la humillación.—¿De verdad? —preguntó Emma frunciendo el ceño—. ¿Puedo ver ese listado?—Emma, por favor —pidió Ryan al darse cuenta del enfrentamiento que esto podría desatar y lo mal parada que Emma podía terminar frente a los jefes de departamento.—Pido una disculpa, señores, quiero que seamos un grupo de trabajo armonioso. No pretendo sabotear el trabajo de nadie —dijo, aunque por dentro la carcomía el enojo.—Estoy seguro de que así será señorita, puede contar con nosotros en todo momento y cuando lo necesite —aseguró el más joven. El jefe de Marketing, según pudo recordar Emma
Emma cerró los ojos y no pudo detener aquel beso. No podía frenar el deseo que sintió al probar los labios de Ryan.El gemido masculino que él dejó escapar quedó atrapado en la boca de Emma. La muchacha apretó los ojos y un sentimiento de reconocimiento se adueñó de ella.El recuerdo de aquella noche la golpeó con la fuerza de un rayo y le cortó la respiración.«Emma gimió al sentir la lengua del hombre invadir su cavidad bucal y la mano masculina aferrarse a su cintura y pegándola sin descaro a su cuerpo.Sus lenguas se enredaron en una lucha de supremacía, Emma sintió que su cuerpo ardía ante la fuerza y posesividad con la que era besada.Jamás en su vida había sentido que un solo beso tenía el poder de humedecer sus bragas como lo hacía este hombre, o ¿Era el alcohol en su sistema? Realmente a ella no le importaron las razones, quería más de esa sensación abrumadora que la consumía con la fuerza de un volcán.»Emma abrió los ojos abruptamente ante aquel fragmento que estaba rompien
—Emma…La muchacha tembló al escuchar la voz de Ryan y se sintió expuesta.—Vete, Ryan, no tienes que ver esto —le pidió. Sin embargo, él hizo caso omiso a su petición y apartó el cabello de la chica de su rostro.Ryan trató de no mirar el cuerpo de la joven que estaba en ropa interior y una vez se aseguró de que el pelo no la estorbaba, abrió la puerta que daba al cuarto de Emma y cogió una bata para cubrir su cuerpo.—Quiero pensar que esto no lo hiciste a propósito, Michael —musitó.Compartir baño no era algo que le molestaba, pero joder. Eran un hombre y una mujer. Michael debió asegurarse de que la casa por lo menos tuviese dos baños privados. Dejó de reflexionar sobre el tema y volvió al cuarto de baño.Emma tenía la mirada clavada en el espejo y sus labios temblaban en un puchero que a Ryan le pareció lindo.—¿Estás bien? —le preguntó él.—Eso creo, me he saltado el almuerzo —era una excusa, lo sabía, sin embargo, Emma no quería pensar en nada más.—Ven, vamos a cenar —le pidió