Emma estacionó el auto en el garaje y por un momento dudó en entrar a su casa o salir corriendo a cualquier parte del mundo. Cualquier lugar era mejor que estar en Nueva York, en la misma ciudad que Ryan Black, su marido.
—Eres una tonta, Emma Collins, una tonta —se dijo dejando caer su cabeza sobre el volante, preguntándose: ¿Qué es lo que iba a hacer ahora? ¡Estaba casada! Casada con un hombre que era mucho mayor que ella, que no amaba y encima de todo ¡Era el maldito mejor amigo de su padre!
—¡Aaaah! —gritó con frustración, se reclinó sobre el sillón. Nada podía hacer ahora, más que esperar y confiar en Ryan. Él le había dicho que buscaría la oficina donde se había oficiado su matrimonio y buscaría la manera de anularlo.
Emma realmente esperaba que la estupidez que había cometido la noche anterior, no tuviese muchas más consecuencias y lo más importante de todo que su padre no se enterara de lo que había hecho o estaría en grandes problemas.
Con resignación bajó del auto para entrar a su casa. Tenía que ir a la oficina y reunirse con Ryan por la tarde para saber qué es lo que había averiguado.
—Genial, no hay pájaros en el alambre —murmuró al estar en la sala y descubrir que estaba vacía. Quizá su madre había salido con los gemelos y con suerte su padre estaría ocupado en la biblioteca llevando el trabajo de las sucursales en Florida.
Dio un paso y el silencio fue interrumpido por el sonido de su tacón. Resopló y se quitó los zapatos con suerte, nadie se enteraría de que no había llegado a dormir, dio uno, dos y tres pasos hacia la escalera y antes de que pudiera echarse a correr sus intenciones fueron cortadas abruptamente.
—¡Emma Collins!
—Trágame Tierra y escúpeme en Marte —susurró al escuchar la voz de su padre.
—¿Se puede saber dónde dormiste anoche?
Emma cerró los ojos. «¿Por qué tenía tanta mala suerte?», se preguntó.
—¡Buenos días, papi! —gritó girándose y fingiendo una sonrisa y una felicidad que no sentía.
Su corazón martillaba dentro de su pecho como si estuviera en una carrera de caballos.
—Te hice una pregunta —dijo Michael con seriedad y Emma supo que estaba perdida.
—Tuve una reunión hasta muy tarde ayer por la noche y bebí un par de copas. Sé que me has dicho que no beba, pero en realidad tuve que salvar a tu amigo Ryan de un aprieto, así que…
¿Ryan? ¿En serio era tan idiota como para venir a mencionarlo en ese precisó momento? «El alcohol me ha embrutecido», pensó.
—¿Ryan? ¿Qué le sucedió? —preguntó el hombre y Emma sonrió internamente.
—Pues teníamos una reunión con una modelo y al parecer quedó flechada por tu amigo y quiso pasarse de lista, así que me tocó fingir ser su novia, y…
—¿Novia? —Michael estalló en carcajadas al escuchar el cuento de Emma.
—¿Qué tiene de raro? No soy tan malvada con él como tú crees —dijo en tono de indignación.
—Nada, entonces… ¿Qué pasó? —instó Michael a que continuara.
—Ella no quitó el dedo del renglón e invitó a Ryan a una discoteca y tuve que continuar con la farsa de ser su novia, así que terminamos bebiendo de más y pasé la noche con Ryan.
Emma quiso golpearse la cabeza contra la columna al darse cuenta de que estaba prácticamente confesándose ante su padre.
—¿Estás segura de que fue con Ryan? No quiero mentiras Emma, no me gusta para nada tu relación con Nicholas, pero no me gustaría que me mintieras para evitar que me moleste contigo por pasar la noche fuera de casa.
Emma sintió como si le hubiese picado una abeja al escuchar el nombre del hombre responsable de toda la locura que había hecho y dicho hasta ese momento. Su enojo fue tan grande que no tuvo ningún impedimento para decirle a su padre lo que pensaba del muchacho.
—No tienes que preocuparte por Nicholas, nunca más papi. Te aseguro que nuestra relación terminó y es definitiva.
—¿Qué? ¿Cómo qué terminó?
—Creí que estarías feliz con la noticia.
—Cariño, si es por mí, no lo hagas. Yo puedo no quererlo, puede no gustarme para ser tu novio, pero si lo amas…
—Él no es el hombre que creí que era. Tenías razón, solamente es un inmaduro que no sabe ni lo que quiere. Así que no te preocupes, papá, no lo hice por ti —dijo girándose sobre sus pies. Tenía unas ganas inmensas de llorar y no podía hacerlo sin echar por tierra lo que acababa de decirle a su padre.
—¿Estás segura, cariño?
—Completamente, papi. Ahora tengo que dejarte, debo asistir a una reunión antes del mediodía y es posible que hoy también llegue tarde. Tengo que reunirme con Ryan para discutir los nuevos contratos para las modelos que estarán trabajando en la nueva campaña el próximo mes.
—Por supuesto, no te olvides de desayunar, mi princesa —dijo dándole un beso en la frente y antes de que Emma pudiera escapar. Michel agregó—: Invita a Ryan a cenar esta noche, tengo algo que comunicarles y como tal parece que están llevándose bien, considero que esto va a gustarles.
Emma asintió y no se atrevió a preguntar, corrió hacia su habitación y una vez en la seguridad de las cuatro paredes de su recámara se dejó caer al suelo y lloró.
La muchacha no podía explicar todo lo que estaba sintiendo, las imágenes de Nicholas con Angélica herían de nuevo su corazón.
No comprendía la razón por la que ellos la habían traicionado. Él era su novio desde hacía cinco años y Angélica era su amiga. Incluso el trabajo de secretaria se lo había conseguido ella, había hablado con Nicholas dos años atrás para que le diera un puesto en su empresa.
—¡Tonta! Eso es lo que soy por no haberme dado cuenta de lo que ocurría entre ellos —masculló limpiando sus lágrimas con brusquedad.
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—¿¡Qué es lo que estás diciendo!? —Nicholas se encogió al escuchar el grito de su padre.
—Emma y yo decidimos darnos un tiempo —repitió. Él jamás aceptaría que le había sido infiel o su padre lo molería a golpes.
—¿Estás loco?
—No papá, no estoy loco. Pero no puedo negarme cuando ha sido ella quien me ha pedido un tiempo. Tiene mucho trabajo y yo…
—Y tú harás que ese tiempo solo dure horas, ¿me estás escuchando?
—Te he escuchado muy bien, papá, sin embargo, quiero que comprendas que no pienso presionarla. Le daré el tiempo que ella necesita.
—¡Y una m****a, Nicholas! Ella podrá tener todo el tiempo del mundo. Todo el puto tiempo que quiera una vez que se convierta en tu esposa y firme un contrato matrimonial que te permita acceder a su dinero.
—No tengo prisa por casarme, papá. Solamente tengo veinte años ¡No he vivido mi vida porque tú quieres vivirla por mí!
El sonido de la bofetada se escuchó en la sala de la familia Fisher. Nicholas miró a su padre con resentimiento.
—Y no tendrás vida que vivir, si no te casas con Emma Collins. Estamos arruinados…
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Ryan dejó caer la carpeta sobre su escritorio y se sentó en su silla mirando a la ventana y preguntándose ¿en qué momento se fue todo a la m****a? Él no podía recordar nada de lo ocurrido la noche anterior, había estado rompiéndose la cabeza durante toda la mañana, pero lo único que venía a su mente era el momento que Clarise le había dicho que no.
No obstante, esa no era su mayor preocupación en este momento. Lo era lo que había hecho por culpa de ese «No». Estaba casado legalmente con la hija de su mejor amigo, con la chiquilla que se había pasado los dos últimos años de su vida tratando de enloquecerlo con su comportamiento loco e infantil.
Emma era inteligente, no podía negarlo, no pondría en tela de juicio su desempeño en el trabajo, pero fuera de la oficina era otra cosa. Los tres toques a la puerta le hicieron girarse para decir:
—Adelante.
Emma entró como si fuera un ciclón en busca de destrucción, podía adivinar fácilmente su estado de ánimo y no era mejor que el suyo.
—¿Conseguiste la oficina dónde cometimos el error de casarnos? —preguntó apenas se sentó.
—Sí, el acta de matrimonio fue firmada cerca de la medianoche.
—¿Qué? ¿Estás bromeando? ¿Qué oficina haría eso a esa hora? —preguntó pensando que a lo mejor solo había sido una broma.
—De hecho, Emma. Nos casamos en el antro.
—¡Estás loco! ¿Cómo que en el mismo antro?
—Pues al parecer es una actividad que el lugar organizó para realizar bodas rápidas para quienes quisieran dar el paso sin reflexionar mucho sobre eso, y justo ahí entramos nosotros. El documento es legal —dijo empujando el sobre hacia Emma.
—No podemos tener tanta mala suerte —dijo mientras abría el sobre.
Emma comprobó los sellos y las firmas. En efecto, esa era su firma original, quizá un poco torcida debido a su estado de embriaguez, pero era su jodida firma estampada en el acta de matrimonio.
—Pues podemos estar más jodidos, bonita —expresó Ryan con un suspiro.
—¿Qué puede ser más jodido que estar casados por culpa de unas muchas copas?
—El contrato matrimonial que firmamos.
—¿Contrato?
—Sí, no podemos divorciarnos —dijo Ryan con pesar.
—¿Cómo que no podemos divorciarnos? Estás loco, en el estado de embriaguez que estábamos, dudo mucho hasta que hayamos consumado la noche de bodas —dijo de manera abrupta.
Ryan la miró como si fuera una extraterrestre, antes de maldecir para sus adentros. Hasta ese momento él no había pensado en la posibilidad de haberse acostado con Emma.
—Pues no sé si consumamos o no la noche de bodas. Lo que sí sé es que no podemos divorciarnos en los siguientes tres años. Quién solicite el divorcio tendrá que pagar una cifra millonaria.
—¿A quién fue el idiota que se le ocurrió algo como eso? —preguntó enfadada.
—A ti…
Emma abrió y cerró la boca por varios segundos y no fue capaz de emitir un solo sonido.—No hay nada que podamos hacer, Emma. Estamos atados de pies y manos —dijo Ryan.—Tienes que encontrar una manera de divorciarnos, Ryan. ¡Por Dios, tienes novia! —gritó Emma haciendo que el corazón del hombre se encogiera dentro de su pecho.—No soy especialista en divorcios, Emma. En los últimos años me he dedicado a otra rama de mi profesión y de todo lo que puedo hablarte es de contratos y es por esa razón que te digo que no podremos hacerlo. Cualquiera que solicite el divorcio debe pagar la sanción al otro.—No importa, estoy dispuesta a pagar lo que sea necesario, Ryan. Papá va a matarnos —dijo levantándose de la silla y caminando de un lado al otro en la oficina.—No necesariamente debe enterarse, Emma. Podemos mantener en secreto nuestro absurdo matrimonio y esperar a cumplir las cláusulas del contrato.—¿Pretendes mentirle por tres largos años?—¿Tienes una idea mejor? —preguntó poniéndose
—Es lo que dije, ¿tienen algún problema con eso? —preguntó ajeno a los pensamientos de la pareja.—Bueno, papá. No sé qué decirte, podemos rentar dos pisos en el mismo edificio y ser vecinos. Digo para tu tranquilidad —Emma casi se atragantó con su respuesta.—Podríamos hacerlo —convino Michael moviendo el lapicero sobre los documentos.—Emma tiene razón, ella necesita privacidad y no se vería muy bien que los dos estemos viviendo en la misma casa —Ryan aportó su granito de arena.—No entiendo cuál es el problema. Por supuesto que los dos tendrán su privacidad. Les he pedido que vivan juntos, no que duerman en la misma habitación —soltó Michael casi en tono divertido al ver a su hija y su mejor amigo argumentar los motivos por los que no podían vivir juntos.Por supuesto, ninguno lo convenció.—Vamos a matarnos, papá —dijo como último recurso la chica.—¿De verdad?—Emma y yo no sobreviviremos ni una sola noche estando en el mismo lugar —secundó Ryan.—Pensé que estaban llevándose bie
Los siguientes días, Emma trató de no cruzarse en el camino de Ryan. Ya era bastante malo que en breve estarían viéndose y viviendo juntos todos los días por los próximos seis meses que deseaba aprovechar las horas de libertad que le restaban.—Voy a echarte de menos, mi princesa, pero sé que tienes que volar por tu cuenta y sé que lo harás bien —dijo Natasha mientras ayudaba a Emma con las maletas.—Voy a llamarte todos los días, mi cielo, te lo prometo.—Lo sé, pero no será lo mismo, cariño.—No me iré para siempre y vendré a penas el trabajo me lo permita —dijo dejando de lado las maletas para abrazar a su madre.—Quiero irme contigo, como cuando fueron a abrir la sucursal en Florida —Natasha hizo un puchero. Esta era la segunda vez que se separaba de Emma, la única diferencia es que ahora lo hacía por trabajo y no por miedo a que algo malo le sucediera.—Entonces papá seguía a cargo de todo, solamente fui para hacer acto de presencia y aunque lo niegue, fue Ryan y él quienes hicie
Jacob Fisher salió de casa de la familia Collins, como si el diablo le pisara los talones y con una furia difícil de contener. Apretó las fotos entre sus manos y subió al auto para perderse en la distancia.—¿Qué es lo que quería Jacob? —preguntó Natasha llegando al ventanal desde donde Michael miraba al hombre partir.—¿Puedes adivinarlo?—No tengo idea y no quiero especular. ¿Qué fue lo que te ha dicho y lo que tú le has dicho que le ha hecho marchar de esa manera tan abrupta? —preguntó volviendo sobre sus pasos y sentándose para esperar la explicación de su marido.—Pretendía ponerle fecha al compromiso de Emma, como si nosotros no supiéramos la clase de fichita que es Nicholas —dijo con enojo.—¿Le enseñaste las fotos? —Michael asintió.Por supuesto que Natasha Jones sabía de las fotos, entre esposos no había secretos y aunque Nat se sintió herida porque Emma no le habló sobre su ruptura, podía comprenderla. La relación entre padre e hija era única, mientras ella tenía esa conexió
Ryan quedó impresionado con la intervención de Emma, de hecho, las cosas eran así. Emma era su asistente y su aprendiz por decisión de Michael, pero eso le quitaba autoridad en algunas decisiones que podía llegar a tomar.—Me temo que es usted quien no está bien informada, señorita Collins, pero su padre fue muy claro al pedir un asistente para el señor Black —la encaró Benítez. El hombre estaba rojo por la humillación.—¿De verdad? —preguntó Emma frunciendo el ceño—. ¿Puedo ver ese listado?—Emma, por favor —pidió Ryan al darse cuenta del enfrentamiento que esto podría desatar y lo mal parada que Emma podía terminar frente a los jefes de departamento.—Pido una disculpa, señores, quiero que seamos un grupo de trabajo armonioso. No pretendo sabotear el trabajo de nadie —dijo, aunque por dentro la carcomía el enojo.—Estoy seguro de que así será señorita, puede contar con nosotros en todo momento y cuando lo necesite —aseguró el más joven. El jefe de Marketing, según pudo recordar Emma
Emma cerró los ojos y no pudo detener aquel beso. No podía frenar el deseo que sintió al probar los labios de Ryan.El gemido masculino que él dejó escapar quedó atrapado en la boca de Emma. La muchacha apretó los ojos y un sentimiento de reconocimiento se adueñó de ella.El recuerdo de aquella noche la golpeó con la fuerza de un rayo y le cortó la respiración.«Emma gimió al sentir la lengua del hombre invadir su cavidad bucal y la mano masculina aferrarse a su cintura y pegándola sin descaro a su cuerpo.Sus lenguas se enredaron en una lucha de supremacía, Emma sintió que su cuerpo ardía ante la fuerza y posesividad con la que era besada.Jamás en su vida había sentido que un solo beso tenía el poder de humedecer sus bragas como lo hacía este hombre, o ¿Era el alcohol en su sistema? Realmente a ella no le importaron las razones, quería más de esa sensación abrumadora que la consumía con la fuerza de un volcán.»Emma abrió los ojos abruptamente ante aquel fragmento que estaba rompien
—Emma…La muchacha tembló al escuchar la voz de Ryan y se sintió expuesta.—Vete, Ryan, no tienes que ver esto —le pidió. Sin embargo, él hizo caso omiso a su petición y apartó el cabello de la chica de su rostro.Ryan trató de no mirar el cuerpo de la joven que estaba en ropa interior y una vez se aseguró de que el pelo no la estorbaba, abrió la puerta que daba al cuarto de Emma y cogió una bata para cubrir su cuerpo.—Quiero pensar que esto no lo hiciste a propósito, Michael —musitó.Compartir baño no era algo que le molestaba, pero joder. Eran un hombre y una mujer. Michael debió asegurarse de que la casa por lo menos tuviese dos baños privados. Dejó de reflexionar sobre el tema y volvió al cuarto de baño.Emma tenía la mirada clavada en el espejo y sus labios temblaban en un puchero que a Ryan le pareció lindo.—¿Estás bien? —le preguntó él.—Eso creo, me he saltado el almuerzo —era una excusa, lo sabía, sin embargo, Emma no quería pensar en nada más.—Ven, vamos a cenar —le pidió
Emma miró la puerta por donde Ryan se había marchado y se preguntó lo que estaba mal con él.Ella no había dicho ninguna mentira, Steven no tenía ningún interés sentimental en ella; el muchacho se mostraba respetuoso y dedicado a su trabajo. El problema llegaba cuando Ryan aparecía en escena, y…La carcajada que salió de los labios de Emma llamó la atención de la gente que caminaba por los pasillos y al oído de cierto macho alfa que estaba ladrando órdenes a diestra y siniestras.—Señor Black, ¿le sucede algo? —preguntó Diana acercándose a él.—Nada que sea de su incumbencia, póngase a trabajar, que los días para la inauguración están contados y lo último que quiero es estar corriendo a última hora, ¡let's go to work! —le gritó a la mujer.Ryan caminó y se encerró en la sala de juntas, las cosas estaban saliéndose de control y no entendía exactamente por qué.Emma tenía razón, él no era su dueño y su matrimonio había sido el resultado de una noche de copas y de dos corazones rotos.Si