Emma miró a su familia y luego miró a Ryan, él tenía una sonrisa dibujada en los labios. La joven sintió su corazón estrujarse dentro de su pecho, su cuerpo tembló y se mordió el labio mientras gruesas lágrimas corrían por sus mejillas espantando a todos, en especial a Ryan.—¿Cariño?—¡Emma! —gritó Natasha cuando la vio tambalear, ella se puso de pie rápidamente, pero fue Ryan quien la sostuvo y la llevó a la silla más cercana.Michael miró a Gerald, él se encogió de hombros y los gemelos estaban en la misma situación.—¿Embarazada? —susurró Emma casi ahogándose con sus palabras.—Es lo que tu padre opina —dijo Natasha acercándose a ella con un vaso de limonada.—¿Un bebé? —preguntó de nuevo.—¿Qué pasa, cariño? —Ryan tenía miedo de que Emma se hiciera ilusiones y al final no resultara ser un embarazo.—Nada, yo… no me he sentido bien, desde hace unos días, mamá lo atribuyó a una recaída por gastritis, podría ser, ¿no? —preguntó en medio de un suspiro.—Podría, aun así, podemos salir
La familia entera se quedó en completo silencio, quizá en estado de shock ante la actitud de Michael. El hombre parecía decidido a ir de compras, tanto que había emprendido el camino al estacionamiento sin esperarlos.—¡Espera, papá! ¡Espera! —gritó Emma caminando detrás de él con el resto de la familia pegada a sus talones.—¿Qué sucede? —preguntó el futuro abuelo muy sonriente.—Es muy pronto para ir de compras, quizá podamos ver primero qué habitación le daremos en casa —intentó Emma hacerlo entrar en razón.Emma agradeció el gesto de su padre, pero si dejaba que le comprara todo ahora, difícilmente Ryan y ella podrían comprar algo al bebé.—¿No quieres que le compre nada a mi nieta, estás celosa? —preguntó Michael frunciendo el ceño.—No, papá, no son celos, además no puedo estar celosa de mi propio bebé, pero aún tiene seis semanas, tiene el tamaño de un frijolito y no sabemos si será un niño o una niña —explicó la joven con calma y sin prisas.—Será una hermosa princesa, lo sé,
Emma respiró de manera profunda antes de guardar el móvil, por fin, por fin Clarise Armchair había confesado ser la autora intelectual del robo de la joyería. No había poder humano que la salvara de pagar su culpa.—¿Cariño? —la voz de Ryan le hizo girarse en su dirección, estaban en la oficina de Corporación Collins aquella mañana, por la tarde estarían en el hospital para la operación de Henry.—Confesó —dijo Emma, el tono fue tan bajo que Ryan no alcanzó a escucharla.—¿Emma? —insistió.—Confesó, Clarise Armchair, confesó ser la responsable del robo en la joyería —Emma reprodujo el audio que Betsabé recientemente le había enviado—. Todas las cosas parecen estar cayendo en su sitio, ¿llamas a Miller o lo haré yo? —preguntó Emma ante el silencio de Ryan.—Lo haré yo, y le haré llegar las pruebas ahora mismo. No sé qué decir… quizá ¡Eres brillante! —le dijo luego de lo que pareció una eternidad.—Betsy se ha llevado todos los créditos, tiene todas las conversaciones grabadas desde que
Emma se apartó ligeramente de los brazos de Ryan, dejó que su mirada viajara de nuevo al cuadro de su bebé.—No puedo imaginármelo de otra manera, ¿sabes? Creo que era un niño y que iba a parecerse a ti —murmuró. Así era como Emma se imaginaba a su bebé cuando pensaba en él y sería así para siempre su pequeño ángel.Ryan se mordió el labio, era un hombre adulto y mucho mayor que Emma, no obstante ver el cuadro le hacía sentir pequeño y roto. Le hacía sentir dolor, pena y angustia. Ese tipo de tormento que no le desearía a ninguna pareja experimentar en la vida.—¿Estás bien? —se obligó Ryan a preguntar, abrazando a Emma por la espalda.—Estoy bien, gracias, Ryan, gracias por este hermoso regalo. Nuestro pequeño volvió a casa —susurró con voz ahogada.Ryan tragó el nudo que se había formado en su garganta y escondió el rostro en el cuello de Emma, gruesas lágrimas se derramaron de sus ojos.—Lo siento —dijo en tono tan bajito que por un momento pensó que solo se lo había imaginado.—E
Ryan sonrió ante la efusividad mostrada por Michael, no podía quejarse o pedir más de lo que tenía. En el fondo sabía que había recuperado a su mejor amigo y eso le reconfortaba el corazón, desde que se conocían nunca habían pasado tanto tiempo enojados. Aunque si lo pensaba mejor, los mejores años para discutir estaban por venir, porque estaba seguro de que su amigo y suegro sería un consentido empedernido con su hija y él… él también lo sería.—Ryan —le susurró Emma, y él apretón de dedos de su esposa, le hizo salir de sus reflexiones.—Te amo —le dijo.Ryan sonrió y bajó la cabeza para darle un beso en los labios. Un beso que habría enloquecido a Michael Collins en el pasado, pero hoy no había reparado en ellos, porque estaba celebrando con Natasha, los gemelos y Gerald, quienes habían permanecido en completo silencio, observando y compartiendo su felicidad.—Oficialmente, papá ha enloquecido y creo que no volverá a recuperar la cordura si después de la princesa vienen más —susurró
Clarise miró al hombre y sintió un profundo rencor por él, no obstante, la tenía en su poder; él la había rescatado de ir a prisión. Ni siquiera sabía cómo había hecho Richard para tener la información.—Entonces, ¿Qué quieres que haga? —preguntó la mujer acomodándose mejor en el sillón.—De momento, no me eres muy útil que digamos, tu condición es… poco favorable para mis planes, pero al mismo tiempo es una buena ventaja qué pienso aprovechar. Me he comunicado con algunos especialistas y están interesados en tu caso, por supuesto que eso implica mucho dinero, pero sí logro conseguir lo que quiero al final, el dinero será lo de menos —explicó Richard con una ligera sonrisa.—No estoy entendiendo —respondió Clarise.—No es necesario que entiendas, mujer, lo que quiero de ti es tu belleza, no tu inteligencia —Richard se carcajeó y Clarise supo que ese hombre no estaba bien de la cabeza y para su desgracia estaba en sus manos.—Te ayudaré, si tú me ayudas —dijo aceptando su destino.—Me
Los siguientes días y semanas no fueron distintas en el hospital psiquiátrico. Después de aquella primera vez en el consultorio, Angélica volvió a todas sus citas, no obstante, hablaba poco y divagaba mucho.Aun así, presentaba una leve mejoría, sus ataques de ansiedad habían ido en descenso, ya no se escondía detrás de los muebles o sufría arranques de agresividad. Todo era más calmado hasta el punto de quitarle la camisa de fuerza y darle la oportunidad de salir al jardín a tomar el sol y relacionarse con otros pacientes.—Vamos a salir de aquí, muy pronto, y vamos a vengarnos por todo el daño que nos han causado, Angélica. Pero tienes que ser muy inteligente como hasta ahora, tienes que controlar el cambio de enfermería, buscar un punto ciego y cuando menos se lo esperen podremos dejar este lugar —murmuró viéndose al espejo.Angélica miraba a la pequeña rubia en su lugar, aquella imagen que ella convirtió en su otro yo. La imagen que de una u otra manera fue su compañía en los peor
Ryan se quedó de una pieza al escuchar las palabras de su esposa y el helado de mango que tanto trabajo le había costado hacer terminó derramándose sobre el piso cuando él dejó caer el vaso. —¿Natalia? —preguntó aturdido—. ¿Nuestra Natalia? —repitió. Emma apretó los labios en una fina línea. Ella adoraba, amaba cuando Ryan se ponía divertido, pero aquella madrugada, aquella madrugada era totalmente distinta y el dolor que nacía en su bajo vientre y corría hasta su columna vertebral, le hizo gritar: —¡Claro que es nuestra Natalia y si no te das prisa, espero que estés preparado para recibirla tú! —Emma se dobló por el dolor, una mano se aferró a su vientre y la otra a la mano del sillón. —¡Cielos, porque tiene que ser tan madrugadora! —expresó Ryan mientras corría de un lado a otro sin llegar a ningún sitio. Emma quería enfadarse y gritarle, no obstante, dejó escapar una risita tonta, entre el llanto y la diversión. —¡Ryan, ve por la maleta de la niña, debes llevarme al hospital!