Capítulo 3

1 año después…

Aquella noche fue lo peor que he vivido en mi vida. Esos idiotas habían hecho un pacto con la aerolínea para que no pusieran pero alguno cuando nos metieron al avión inconscientes. Nadie sabía nada, nadie había visto nada. Mil veces idiotas. Ni las cámaras de seguridad tenían algo, todo había sido borrado. Intentamos buscar información sobre el cuerpo de mi padre, pero al parecer no habían dejado rastro alguno. 

Mi tío nos estuvo llevando a recibir ayuda profesional, estábamos recibiendo terapia individualmente. A mi mamá le había costado mucho asimilar lo sucedido, pero estaba avanzando por nosotras, mi hermana también había decidido avanzar, cosa que para mi no era tan fácil de hacer. Empezar de cero en otro país era tal vez lo peor con lo que tenía que lidiar, sentía que la más afectada era yo y nadie se fijaba en ello, tenía sed de venganza, necesitaba lograr que pagaran con su vida. Y aunque me cueste la vida juré que todos esos imbéciles me las pagarían por todo lo ocurrido, desde la muerte de mi padre hasta la bofetada a mi hermana.

Aún puedo ver y sentir como agonizaba entre mis brazos, puedo ver cuando cerró sus ojos dispuesto a descansar. Pero una parte de mí, se aferra a la esperanza de que haya logrado sobrevivir, por lo que me prometí buscarlo y encontrarlo, vivo o muerto pero encontrarlo. Para mi terapeuta era alarmante que yo no avanzara en todo ese periodo como lo habían hecho mi madre y hermana, y el que aún me planteara la idea de que mi padre pudiera seguir con vida le preocupaba, decía que yo ya debía haber superado el periodo de negación, por lo que decidí llevar una “buena y positiva” terapia para que de esa forma me diera de alta.

Anteriormente me inclinaba a la psicología porque creía firmemente que los psicólogos estaban para ayudarte y más que todo para entenderte mejor que nadie, o al menos intentar hacerlo, pero no es así, desde ese momento comprendí que nunca nadie podrá entenderte a menos que hayan pasado por lo mismo. 

Mi tío estaba ayudándome secretamente con un par de investigaciones pero no era tan fácil llegar a esos imbéciles, un mínimo movimiento en falso y harían añicos a las personas que me quedaban, y por supuesto que yo no iba a permitir eso, por lo que decidimos parar todo momentáneamente mientras descubro la manera de meterme en su mundo.

Mi exnovio es hijo único del mafioso más conocido en la ciudad (por supuesto que yo no sabía que eso era así hasta que, cumplimos dos años de novios y no lo pudo seguir ocultando, él sabía perfectamente que ese sería un impedimento para que lo hubiese aceptado), sin embargo, él era muy diferente a su padre, y aunque no estaba de acuerdo con lo que este hacía, igual lo seguía respetando y obedeciendo. De igual forma ese no fue el motivo por el cual terminara nuestra relación, simplemente crecimos, él conoció más personas, su personalidad había cambiado muchísimo, cada vez estábamos más distantes y lo mejor fue separarnos antes de dañar lo que una vez fue tan lindo.

No había vuelto a saber de él, no teníamos ningún tipo de contacto, de hecho ni siquiera nos seguíamos en redes sociales. Mientras estuve investigando con mi tío no encontré rastro de él en las redes, lo que me seguía dejando en cero, por un momento creía que esa sería la forma de acercarme al imbécil de su padre pero no. Ni siquiera logré contactarme con nuestros amigos en común, y con los pocos que pude no me dieron ningún tipo de información, lo que me llevaba a pensar que tal vez estaban bajo amenazas y no podían decirme nada.

Estaba completamente frustrada. Creía que podría con esto sola y sin poner en riesgo a los demás pero no sería así, y lo mejor iba a ser dejar a un lado mi venganza e intentar vivir, aunque nada sería igual.

Me sentía agradecida con la vida de no tener que regresar a esas absurdas terapias con el psicólogo, pero también podría decir que mi estado de ánimo había decaído aún mas, me resultaba tan desesperante que nadie me comprendiera, y que al contrario todos creyeran que estaba loca, por un momento pensaron que necesitaba de un psiquiatra y eso solo logró que mi nivel de ansiedad aumentara.

La depresión se había apoderado de mi ser al haber fracasado con la investigación, y ni hablar de lo golpeado que ha quedado mi orgullo al haber tenido que dejar mi venganza. ¿Qué podía hacer ahora? Tenía sentimientos encontrados, necesitaba vengar a mi padre sin poner en riesgo a mi madre y hermana. Estaba literalmente de brazos atados. 

Todas las mañanas salía muy temprano a tomar aire mientras caminaba, eso al menos lograba que mi humor en la mañana no estuviese tan caótico. Comenzaría mis estudios por lo que tenía que disfrutar mucho el tiempo libre que me quedaba.  

Por las tardes salía a ver el atardecer, me gustaba observarlo sola, y por lo general mi mamá estaba ocupada y mi hermana estudiando así que no tenía problema con ello.

—¿Me escuchas? —dijo un chico posicionándose frente a mí, sacándome de mis pensamientos.

—¿Qué quieres? —dije sonando para nada educada.

—Vaya, que carácter —dijo sonriendo mientras se sentaba a mi lado.

Lo miré fijamente, su presencia me había sorprendido, nunca antes se me habían acercado en todo el tiempo que tengo viniendo a este lugar. Y su confianza para sentarse sin preguntarlo me había irritado, pude sentir como rápidamente se puso nervioso ante mi mirada. 

—Llevo observándote varios días, siempre vienes a la misma hora, por el mismo lug…

Enseguida todos mis sentidos se alertaron, mi corazón comenzó a latir muy rápido. Eso solo significa que él podía ser un hombre de Camilo.

—¿Estás bien? —preguntó preocupado al mirar mi reacción ante sus palabras.

—¿Quién eres, y qué quieres de mí? —dije cortante.

—Oye tranquila, en serio no sé que te sucede pero me pareces una chica agradable, nos vimos la semana pasada en la universidad cuando te inscribias al nuevo curso, al igual que yo —dijo tratando de tranquilizarme —luego te encontré cuando cruzabas la esquina para venir hasta acá.

Pude sentir como mi corazón volvía a la normalidad al igual que mi respiración.

—Seguro que sí, no suelo prestar mucha atención —dije desinteresada.

—Por cierto, me llamo Gabriel Perez —dijo guiñandome un ojo.

—Pa…

—Paula, ya lo sé, bonito nombre. Yo sí, presto mucha atención.

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