42: El Punto de Quiebre

La mañana avanza, pero yo sigo sintiendo el peso de la noche sin dormir sobre los hombros. El cielo está nublado, como si el clima también estuviera de mal humor. Damon ya no estaba junto a la chimenea cuando entré a la casa, así que supuse que estaría en su habitación o en el cuatro de control, donde parece estar la mayor parte del tiempo, mirando fijamente a la imagen que transmiten las cámaras de seguridad.

Caminaba de regreso a mi habitación cuando escuché el teléfono sonar.

Fue raro. Nadie parecía usar el teléfono fijo de la casa. Todo se manejaba por celular o a través del sistema privado de comunicación que Damon tenía con sus hombres. Creí que esta línea estaba prácticamente muerta, o quizás me equivoqué.

Sonó una vez. Dos veces. Tres. Nadie de los trabajadores estaba cerca como para contestar.

Algo en mí me dijo que no debía contestar. Pero mis manos se movieron solas.

Descolgué.

—¿Hola?

Un silencio breve. Luego, una voz.

—Anel.

Era una voz distorsionada, como filtrada por a
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