La habitación seguía envuelta en sombras, pero esta vez no pesaban. No como antes.Damon y yo dormíamos juntos en la pequeña cama, envueltos en las mantas sucias y en algo más cálido: un silencio que ya no dolía. Después de tanto llanto solo quedó un agotamiento que nos venció. Yo estaba con la cabeza sobre su pecho, oyendo el ritmo constante de su corazón, como si pudiera aferrarme a eso para no perderme entre todo lo que habíamos compartido las horas anteriores. Su brazo me rodeaba, como si aún dormido no pudiera evitar protegerme.Pensé que, por una vez, estábamos a salvo, a pesar del cautiverio.Hasta que escuché el primer golpe y toda la calma se desvaneció.Me incorporé de inmediato. Damon abrió los ojos al instante, como si su cuerpo estuviera programado para despertar ante el más mínimo indicio de peligro.—¿Escuchaste eso? —susurré.Él no respondió. Ya estaba de pie, completamente alerta. Su cuerpo se tensó como una bestia a punto de atacar. Pegó el oído a la puerta, y enton
El aire olía a madera preciosa, cuero y silencio. Un silencio denso, cargado. La mansión parecía exactamente igual a como la dejamos… pero algo había cambiado. Tal vez éramos nosotros. O tal vez era esa calma artificial que precede a la tormenta. Damon y yo cruzamos las puertas de la casa como dos sobrevivientes. Aún podía sentir la sangre seca en mi ropa, en mi rostro. Aún podía oír los gritos de aquellos instantes en mis oídos. Pero lo que más me estremecía era su mano cálida envolviendo la mía con una firmeza protectora. Killiam nos acompañó hasta el salón. Estaba de pie, como una sombra leal, con el rostro endurecido por algo que no supe descifrar al principio. Pero cuando su mirada se cruzó con la de Damon, supe que algo había pasado. Algo importante. —Señor Knight —dijo Killiam, sin rodeos—. Lo encontramos. Damon no soltó mi mano, pero su cuerpo se tensó junto al mío. Su voz fue baja. Letal. —¿Quién? Killiam no dudó. —Ethan. Sentí un escalofrío recorrer mi espalda. Ese
La mansión estaba en silencio. No el tipo de silencio que da paz, sino ese que se siente pesado, como si las paredes guardaran secretos que aún no terminaban de gritar. Yo estaba en la habitación, sola, aún con el temblor en las manos. Lo que había presenciado horas antes seguía resonando en mi pecho. Damon… su furia, su dolor, su decisión inquebrantable de castigar a quien lo traicionó. Pero también su vulnerabilidad. Esa forma en la que me sostuvo después, como si yo fuera lo único firme en lo que podía apoyarse. Me miré al espejo. Tenía los labios partidos, el cuello con rastros de su apretón cuando me abrazó con desesperación, y los ojos, oh, los ojos… parecían dos brasas, cargados de algo que no terminaba de entender del todo. Toqué mis labios con la punta de los dedos, recordando las veces que Damon me ha besado. Lo deseaba. Desde hacía tiempo. Pero ahora, ahora lo necesitaba. Como si mis piernas lo hubieran sentido antes que mi razón, me moví hacia su habitación.
El sol se filtraba por las cortinas de la habitación con una suavidad engañosa. Todo parecía tranquilo, pero mi cuerpo seguía vibrando con el recuerdo de la noche anterior.Me incorporé lentamente, sintiendo aún el ardor en mis muslos, la sensación de su piel contra la mía grabada en mi memoria como una maldita cicatriz dulce. Me envolví en una sábana y dejé escapar un suspiro largo.—No fue nada —murmuré para mí misma—. Solo una explosión de tensión. Algo inevitable. Un error.Lo dije en voz alta, pero ni siquiera yo lo creía.Caminé hasta el baño, intentando evitar mirar mi reflejo, pero ahí estaba. Mi piel marcada con sus besos, mis labios aún hinchados, mi cuello con huellas que contaban una historia de placer.Me lavé el rostro con agua fría, intentando calmarme. Mi mente no dejaba de girar: no usamos protección.Toqué mi vientre con una mezcla de miedo y confusión. No sabía si era paranoia o intuición, pero un escalofrío me recorrió.—No puede pasar nada —susurré—. Una vez no ba
El día siguiente fue un espejismo de calma. Damon no me dejó sola ni un segundo. Me mantenía cerca como si temiera que me desvaneciera. Pero yo ya no era la misma. La noche de pasión, la pelea con Viviana, el roce con la posibilidad de un embarazo… todo me había cambiado.Y sin embargo, algo me seguía carcomiendo por dentro.La foto.La maldita foto enmarcada que vi aquella vez en la habitación del tercer piso. Él nunca me contó quién era. No quise preguntar otra vez después de regresar del secuestro, pero la duda crecía como una espina enterrada.Y como si el universo conspirara, Camille apareció con su sonrisa venenosa.—Buenos días, señora —dijo con esa falsa dulzura que usaba solo cuando Damon no estaba cerca—. Me alegra verla de buen humor últimamente. Supongo que el patrón ha sabido cómo complacerla.No respondí. Ni siquiera me digné a mirarla.—A veces pienso en la señorita Eleonor —dijo de pronto, y su voz bajó una octava, casi nostálgica—. Ella sí era digna del señor Damon. S
La tarde caía con un tono grisáceo que parecía presagiar algo. Desde el ventanal, el jardín se veía tranquilo, pero en mi pecho latía una tormenta. La paz que creía haber construido con Damon se tambaleaba, otra vez, por una sombra del pasado.El mensaje había llegado horas antes. Un número desconocido. Pero el nombre… imposible de olvidar."Tenemos que hablar. Sé cómo sacarte de ahí. Esta vez funcionará. Tengo lo necesario para destruirlo."—Tom.Mi pulso se aceleró. No veía a Tom desde aquella tarde en el hospital. Semanas atrás. Aún recordaba su mirada llena de reproche, el dolor en su cuerpo golpeado, y esas palabras que me arrojó como cuchillas: “Tal vez te está gustando su dinero sucio.”Habíamos sido amigos. Buenos amigos. Y aunque alguna vez confundimos esa cercanía con algo más, jamás lo sentí como un ex. Fue el pasado. Él sabía demasiado sobre mí, sobre quién era antes de este matrimonio oscuro y retorcido. Sin embargo, él perdió toda fe en mí y yo perdí todas fe en nuestra
El reloj marcaba las 10:47 p. m.El cielo estaba cubierto por nubes espesas, negras como un secreto podrido. Ni una sola estrella. Ni una maldita señal que me advirtiera que algo estaba por romperse esa noche. O tal vez sí y yo no quise verla.Me había escabullido de la mansión como una ladrona. No fue fácil. Damon había aumentado la seguridad en los últimos días, y todos parecían estar en alerta. Algo lo ponía nervioso. Lo sentía en su forma de mirarme, de evadirme, incluso en su silencio. Como si supiera que algo se acercaba. Y lo sabía.Yo solo quería protegerlo.¿Tan difícil era de entender?Tuve que usar una de las rutas de servicio de la mansión, escabullirme entre las sombras como una cobarde. Ni siquiera me atreví a cruzarme con él en todo el día, solo rehuí de su mirada. Porque si lo hacía no habría salido. Porque si lo miraba, aunque fuera una vez más, me habría quebrado y perdido las fuerzas para continuar esta locura.Pero tenía que hacerlo. Llegar al encuentro, confirmar
No sé cómo describirlo, pero cuando vi a Damon llegar a ese lugar, con esa mirada fría, rota, casi vacía, sentí que algo dentro de mí se quebró. Como si una parte de mí, la más valiente, la más terca, simplemente se rindiera.Porque no fue su ira lo que me destruyó.Fue su decepción.Y la forma en que no me creyó.Y ahora, estoy aquí. Sentada a su lado, en su maldito auto, después de que sus guardias me llevaran casi a la fuerza allí, con el corazón latiéndome tan fuerte que me duele el pecho. Me arde. Me consume. No puedo dejar de mirarlo de reojo. Está tan serio, tan callado, tan lejano.—Damon… —mi voz es apenas un susurro. Me tiemblan los dedos—. Por favor, escúchame.Y entonces, él habla.Solo dos palabras.—Cállate, Anel.Y ya. Nada más.No lo dice gritando. No lo escupe como un insulto. Es peor. Lo dice con una frialdad que jamás le había escuchado. Y esa indiferencia me parte el alma.Apreté los dientes. Me obligué a no llorar. Porque sabía que si soltaba una sola lágrima, no