Me alegra mucho encontrarme hoy con muchos comentarios y reseñas. ¿Ven que si pueden hacerlo? Agradezco que les guste esta historia, y espero que cuando esta finalice pasen a leer mis demás libros. No me gustan las relaciones tóxicas, ni las protagonistas que todo lo soportan, que las humillan, denigran, y siguen enamoradas de su verdugo. Aclaro que no critico a nadie, respeto mucho el trabajo de los otros escritores, y el gusto de lector, solamente aclaro que escribo con la finalidad de dejar un mensaje en cada uno de mis libros.
Mientras el evento se realizaba con calma, Elsa salió del baño de mujeres acomodando su vestido, inhaló profundo y regresó al salón para buscar a su amiga. Detrás de ella y sin que nadie lo viera salir del tocador de damas lo hizo Kevin, observó a todo lado y volvió a la fiesta. Enseguida se aproximó a Gerald. —Todo muy bonito —comentó—, excepto tus amigas colombianas, se creen los ángeles de Charly —bufó frunciendo los labios. —Porque ninguna cayó en tus encantos —Se mofó de él—, creo que estás perdiendo el encanto con las femeninas. —Carcajeó. Kevin abrió los ojos con amplitud. —¡Eso jamás! —declaró—, no, yo no puedo perder mi sexapil con las damas. Gerald negó con la cabeza, le colocó la mano en el hombre. —Creo que tus días de latin lover, llegaron a su fin —bromeó y se dirigió a donde estaba su mujer. **** Myriam observó con atención a su amiga Elsa. —¿Qué le pasó a tu peinado? —indagó con curiosidad, apretando los labios para no soltar una carcajada. Elsa sac
New York - Usa. Noemí abrió sus ojos y suspiró profundo, deslizó su mano por el rostro de Rubén. Él se removió y parpadeó. —¿Qué hora es? —indagó asustado. —Van a ser las diez —comentó ella—, tranquilo, ya me encargué de que atiendas tus casos en la tarde, así podemos aprovechar la mañana. —Se mojó los labios, y se retiró la sábana. Rubén volvió a mirarla con el mismo fuego de la noche anterior, su respiración se agitó. De nuevo la tomó en sus brazos, la besó, la acarició, y se fundió en ella. —Te amo —confesó Noemí al instante que llegó al éxtasis. Él se quedó en silencio. Ella sonrió, y le acarició el rostro. —No pasa nada, ya llegará el momento en el que lo sientas —susurró y pegó su cabeza en el pecho de él. —No deseo lastimarte, eres muy especial. —No lo haces, soy consciente de mis actos, tranquilo —dijo ella, de repente el móvil de Noemí interrumpió la charla, la chica estiró su mano a la mesa de noche, arrugó el ceño al ver que era de un número desconocido, en
Helena le contaba con angustia a Connor todo lo que estaba ocurriendo con Gerald. Al abogado le habían dado el alta un día antes, y ella se lo llevó a su casa para cuidarlo. Connor tenía momentos en que recordaba ciertas cosas, pero todo era en desorden, y no lograba tener su mente clara.—Es una acusación muy grave. ¿No sabías nada de aquel negocio? —indagó. Helena negó con la cabeza.—Yo ya no era esposa de Edward, no tenía idea de lo que hacía en la empresa —declaró sollozando. —Tranquila, cuentas con buenos abogados, ellos sabrán qué hacer —indicó y la miró con ternura. En ese momento Myriam apareció, interrumpió la charla. —Gerald tiene un plan, pero es muy arriesgado —informó, y procedió a contarles lo que propuso su marido. Helena se secó las lágrimas, observó con atención a su nuera. Parpadeó arrugando el ceño. —¿Se volvió loco? —cuestionó—, no podemos hacer eso —rebatió—, debe existir otra forma. Myriam apretó los labios y tomó asiento en uno de los muebles, entonces
Gerald caminaba en su celda de un lado a otro, se sentía como un león enjaulado, presionaba y cerraba los puños esperando alguna respuesta acerca de su plan. —Qué todo salga bien —susurraba pensando en Myriam, en su madre en la empresa. Entonces escuchó el ruido de unos tacones, su mirada se iluminó al ver a su esposa. Myriam percibió su corazón estremecerse al verlo aún detrás de esas rejas. —¿Cómo estás? —indagó y le extendió una bolsa con varios contenedores de comida—, te traje el expreso que te gusta, y tu sandwich favorito —comentó con la voz entrecortada. Gerald ladeó los labios y la observó con ternura. —Gracias. ¿Cómo les fue? —indagó. Myriam inhaló profundo. —Hice lo que me pediste, le tendimos la trampa, ahora tu mamá, se encuentra con sus abogados y el fiscal mostrando las pruebas —informó. Gerald esbozó una amplia sonrisa. —Bien hecho, cariño. —Apretó las manos de ella—. Eres una gran chica —mencionó con la mirada iluminada. Myriam ladeó los labios, lo o
Noemí se cubrió con ambas manos el rostro. Myriam palideció por completo, y de sus ojos derramaron varias lágrimas. Se puso de pie fuera de control, y se aproximó a su padre, lo zarandeó. —¿Quién te pagó para inventar esta patraña? —rugió temblorosa. —¡Suéltalo! —gritó Caroline. —¿No te das cuenta de que está enfermo? —rebatió observando con seriedad a Myriam—, no mentimos, lo que Arthur dice es verdad, chocamos aquel día, por eso no volvimos. —Miró a Noemí. Myriam apretó los puños se llevó la mano a la frente: —¿Fuiste tú? —gritó a su padre—, tú, el culpable de ese accidente que les arruinó la vida —sollozó con desespero—, me avergüenzo de ser tu hija, de llevar tu sangre, cobarde —empezó a llorar sin consuelo—. Gerald y Helena se culpan, han sufrido mucho —gimoteó. —Te van a repudiar Myriam —avisó Caroline. —Ella es inocente —intervino Noemí sollozando—, ustedes son los culpables, unos criminales, nos abandonaron por huir, y mientras se daban la gran vida, nosotras
Myriam se estremeció, lo que tanto temía había pasado, lo miró a los ojos con vergüenza. —Es cierto, mi padre es el culpable —declaró sollozante—, yo… lo lamento tanto, no tengo palabras para pedirles perdón —expuso con la voz temblorosa ahogada en llanto, inclinó su cabeza—, siempre lo supe —mintió—, me callé… Helena observó a la joven con profunda decepción, no dijo nada. —¿Te burlaste de nosotros? —rugió Gerald y la observó en tono amenazante. Myriam se estremeció por completo. —Era parte del plan, sacarte más dinero, pero las cosas se complicaron —gimoteó temblando. —¿Nunca me amaste? ¿Todo fue una falsa? —cuestionó sintiendo su pecho arder. Esa pregunta hizo a Myriam temblar, las palabras no querían salir de sus labios, lo miró a los ojos. —No te amo —susurró. Gerald no quería cometer un error, le dio la espalda buscando reconfortarse. Abría y cerraba sus puños intentando calmarse, pero le era imposible. —¡Lárgate! —gritó Helena—, confiamos en ti, te g
Los hombres que las custodiaban las encerraron en una de las habitaciones, escapar por ahí era imposible, la única ventana daba a la calle y estaban en el doceavo piso. —¿Cómo te fue? —cuestionó Noemí a su hermana. Myriam estalló en llanto. —Me repudian, no me van a perdonar —gimoteó—. Gerald se va a quedar con Tony y yo lo perderé todo, a mi hijo, mi familia —susurró envuelta en un mar de llanto. Noemí la abrazó. —Algo se nos va a ocurrir, te lo prometo —comentó. Myriam se aferró a ella. —¿Cómo reaccionó Rubén? Noemí se quedó en silencio. —Muy mal, aunque no creyó que estuviera por mi propia voluntad, tengo miedo, espero no intente alguna locura —mencionó—, por lo pronto necesito un móvil, tengo que hacer algo. Myriam resopló y apretó los labios. —Esos infelices nos quitaron todo, nos dejaron incomunicadas. —Ya veré como consigo uno —dijo Noemí. Ambas se abrazaron sumidas en el dolor que las embargaba. Para Myriam fue un golpe muy duro saber que su padre era el
De inmediato Gerald se reunió con Kevin y le contó lo que sucedía con Myriam. —No puede ser verdad, es otra trampa —informó—, yo he salido muchas veces con Elsa, y te aseguro que esa mujer no pondría en juego su prestigio como médico, además no tenían forma de saber que eras donante —explicó y lo miró a los ojos. —¿Dudas de Myriam? Gerald inhaló profundo, se aclaró la garganta. —No, no puedo dudar de ella, como dices hay cosas incoherentes, lo que me angustia es no tener datos de ella, necesito contratar un nuevo investigador. Méndez dice que está de vacaciones. —Enseguida te busco uno —respondió Kevin. —Gracias —respondió Gerald—, hazte cargo de la empresa, debo ir a casa, no estoy con ánimos de trabajar. —Lo comprendo —mencionó. Gerald se despidió de su amigo y cuando salió de la oficina, escuchó varios aplausos. Frunció el ceño sin comprender. —Estamos felices de que siga siendo nuestro jefe —comentó Amanda, y antes de que él pudiera refutar, la chica lo abrazó—, lo q