Queridos lectores, me encuentro un poco delicada de salud, les pido paciencia por si no subo los capítulos a diario, los escritores también nos enfermamos, les pido comprensión. Espero sigan disfrutando de esta historia, Gracias.
Noemí se cubrió con ambas manos el rostro. Myriam palideció por completo, y de sus ojos derramaron varias lágrimas. Se puso de pie fuera de control, y se aproximó a su padre, lo zarandeó. —¿Quién te pagó para inventar esta patraña? —rugió temblorosa. —¡Suéltalo! —gritó Caroline. —¿No te das cuenta de que está enfermo? —rebatió observando con seriedad a Myriam—, no mentimos, lo que Arthur dice es verdad, chocamos aquel día, por eso no volvimos. —Miró a Noemí. Myriam apretó los puños se llevó la mano a la frente: —¿Fuiste tú? —gritó a su padre—, tú, el culpable de ese accidente que les arruinó la vida —sollozó con desespero—, me avergüenzo de ser tu hija, de llevar tu sangre, cobarde —empezó a llorar sin consuelo—. Gerald y Helena se culpan, han sufrido mucho —gimoteó. —Te van a repudiar Myriam —avisó Caroline. —Ella es inocente —intervino Noemí sollozando—, ustedes son los culpables, unos criminales, nos abandonaron por huir, y mientras se daban la gran vida, nosotras
Myriam se estremeció, lo que tanto temía había pasado, lo miró a los ojos con vergüenza. —Es cierto, mi padre es el culpable —declaró sollozante—, yo… lo lamento tanto, no tengo palabras para pedirles perdón —expuso con la voz temblorosa ahogada en llanto, inclinó su cabeza—, siempre lo supe —mintió—, me callé… Helena observó a la joven con profunda decepción, no dijo nada. —¿Te burlaste de nosotros? —rugió Gerald y la observó en tono amenazante. Myriam se estremeció por completo. —Era parte del plan, sacarte más dinero, pero las cosas se complicaron —gimoteó temblando. —¿Nunca me amaste? ¿Todo fue una falsa? —cuestionó sintiendo su pecho arder. Esa pregunta hizo a Myriam temblar, las palabras no querían salir de sus labios, lo miró a los ojos. —No te amo —susurró. Gerald no quería cometer un error, le dio la espalda buscando reconfortarse. Abría y cerraba sus puños intentando calmarse, pero le era imposible. —¡Lárgate! —gritó Helena—, confiamos en ti, te g
Los hombres que las custodiaban las encerraron en una de las habitaciones, escapar por ahí era imposible, la única ventana daba a la calle y estaban en el doceavo piso. —¿Cómo te fue? —cuestionó Noemí a su hermana. Myriam estalló en llanto. —Me repudian, no me van a perdonar —gimoteó—. Gerald se va a quedar con Tony y yo lo perderé todo, a mi hijo, mi familia —susurró envuelta en un mar de llanto. Noemí la abrazó. —Algo se nos va a ocurrir, te lo prometo —comentó. Myriam se aferró a ella. —¿Cómo reaccionó Rubén? Noemí se quedó en silencio. —Muy mal, aunque no creyó que estuviera por mi propia voluntad, tengo miedo, espero no intente alguna locura —mencionó—, por lo pronto necesito un móvil, tengo que hacer algo. Myriam resopló y apretó los labios. —Esos infelices nos quitaron todo, nos dejaron incomunicadas. —Ya veré como consigo uno —dijo Noemí. Ambas se abrazaron sumidas en el dolor que las embargaba. Para Myriam fue un golpe muy duro saber que su padre era el
De inmediato Gerald se reunió con Kevin y le contó lo que sucedía con Myriam. —No puede ser verdad, es otra trampa —informó—, yo he salido muchas veces con Elsa, y te aseguro que esa mujer no pondría en juego su prestigio como médico, además no tenían forma de saber que eras donante —explicó y lo miró a los ojos. —¿Dudas de Myriam? Gerald inhaló profundo, se aclaró la garganta. —No, no puedo dudar de ella, como dices hay cosas incoherentes, lo que me angustia es no tener datos de ella, necesito contratar un nuevo investigador. Méndez dice que está de vacaciones. —Enseguida te busco uno —respondió Kevin. —Gracias —respondió Gerald—, hazte cargo de la empresa, debo ir a casa, no estoy con ánimos de trabajar. —Lo comprendo —mencionó. Gerald se despidió de su amigo y cuando salió de la oficina, escuchó varios aplausos. Frunció el ceño sin comprender. —Estamos felices de que siga siendo nuestro jefe —comentó Amanda, y antes de que él pudiera refutar, la chica lo abrazó—, lo q
—¡No sé nada! —recalcó Isis con profunda seriedad—, de seguro tu querida esposa con los antecedentes que tiene, se encontró otro. —Sonrió con cinismo. Gerald apretó los puños, inhaló profundo disimulando su molestia. —Piénsalo —expresó y se retiró del lugar. Gerald salió de aquella oficina, molesto, resopló y enseguida fue por su hermano a casa, ante la ley Jeremy era un Lennox, además el pequeño no tenía la culpa de los errores de su madre. Cuando llegó a la residencia, el niño apareció con las mejillas humedecidas. —¿Es cierto que mi mamá es una delincuente? —cuestionó. Gerald apretó los labios, inhaló profundo. —¿Quién te dijo eso? —indagó con molestia. —Lo escuché —balbuceó. —No hagas caso. —Acarició su cabeza—, te voy a llevar conmigo, estarás tranquilo a mi lado. —Ladeó los labios. A Jeremy se le iluminó la mirada, y sonrió. —Voy a preparar mis cosas —dijo con gran emoción. —¿Allá no irá el hombre que visita a mi madre? —preguntó. Gerald elevó ambas cejas.
Raymond carcajeó al escucharlo. —Así es como te quería escuchar, suplicante —expuso con voz ronca—. Esta noche vas a llevar los papeles que me acreditan como dueño de industrias Lennox —ordenó—, más adelante te llamo a darte los datos, y si avisas a la policía tu amada esposa se muere. —Colgó la llamada. —¡Maldito desgraciado! —rugió Gerald. Se llevó las manos al cabello desesperado. —No podemos avisar a la policía, puede tenerte vigilado —recomendó Rubén—, tampoco puedes ir solo, podría ser una trampa. —Voy a avisarle al investigador —dijo Gerald y corrió a su mesa de trabajo, cuando iba a tomar su móvil, observó un papel sobre uno de sus libros favoritos. Parpadeó y tomó la nota, era la letra de Myriam, inhaló profundo y la mirada se le cristalizó—. Iré por ti cariño, lo juro —sentenció apretando el papel, de pronto sus ojos cristalinos se enfocaron en la frase subrayada, su corazón tembló—, jamás dudé de ti, tienes que saberlo —recalcó. Enseguida subió corriendo las escaler
Luego de rendir las debidas declaraciones, y de constatar que Bianca fue apresada, las dos parejas regresaron a casa de Gerald. Cuando estaban cerca de ingresar a la mansión, Myriam apretó la mano de su esposo. —¿Qué sucede? —indagó él, girando su rostro para verla a los ojos. —No sé cómo me vaya a recibir tu madre —expresó con angustia—, me pidió que me fuera de sus vidas —mencionó con los ojos cristalinos. Gerald ladeó los labios, y le acarició el rostro. —Todos estábamos muy alterados esa noche, mi madre te quiere mucho, no te preocupes, pero si ella te hace un desaire, no solo te perderá a ti, sino a mí también y a Tony —enfatizó—, nadie va a volver a lastimarte —sentenció. Myriam liberó las lágrimas que estaba conteniendo, las palabras de su esposo la conmovieron, lo abrazó. —Aunque al principio no te soportaba, ahora eres el amor de mi vida —aseguró mirándolo a los ojos. Gerald sonrió al escucharla. —Teníamos el sentimiento compartido —bromeó—, también te amo —expresó.
Unos días después se efectuó el juicio en contra de Isis y Bianca. —Isis Smith se le condena a doce años de prisión por cómplice en los delitos de fraude cometidos por su esposo el señor Edward Lennox, por extorsión se le da la pena de tres años más —dijo el juez—, por ser cómplice de su hermana ante el intento de homicidio en contra de la señora Myriam Bennett se le condena a tres años de prisión —sentenció el juez. Isis apretó los puños, y varias lágrimas corrieron por sus mejillas, pensó en su hijo, y el corazón se le fragmentó, así que no dudó en firmar los documentos que le otorgaban la patria potestad de Jeremy a Helena y Connor. —Con ellos estarás mejor que conmigo —susurró con la voz débil. Luego se procedió a leer la condena en contra de Bianca. —Se condena a la señorita Bianca Smith a veinte y cinco años de cadena perpetua, en una cárcel de máxima seguridad en el estado —indicó el juez—, por los delitos de asesinato en contra de Raymond Wilson, y el intento de homicidio