El sacerdote se aclaró la garganta, dio inicio a la ceremonia, luego de cumplir con todo el protocolo, hizo la pregunta de rigor. —¿Gerald aceptas por esposa a Myriam, para serle fiel, amarla, y respetarla en la salud y enfermedad, en riqueza y pobreza, hasta el último día de sus vidas? —indagó. Gerald inhaló profundo se reflejó en la verdosa mirada de su mujer. —Acepto —respondió con sinceridad. Sintiendo que su corazón bramaba en el interior. El sacerdote prosiguió, le hizo la misma pregunta a Myriam. Ella miró a los ojos a su esposo, sonrió, sintiendo su pecho agitado. —Sí, padre —contestó. Acto seguido fue el turno de Helena y Connor. El abogado Evans se reflejó en la azulada mirada de Helena, y con firmeza respondió. —Acepto. Helena inspiró profundo, cuando lo escuchó se estremeció, y al momento de contestar, le brindó una cálida sonrisa, y contestó con un fuerte: sí. Enseguida el sacerdote bendijo a ambas parejas, y los declaró marido y mujer. —Te amo —dijo
Meses después. —Dejaron esto para usted —mencionó Linda la asistente de Myriam, entregándole un sobre cerrado. Myriam parpadeó y tomó aquel papel, observó el nombre del remitente, su corazón se estremeció. —Gracias —respondió y esperó que la joven la dejara a solas. Inspiró profundo, y mientras acariciaba su prominente vientre de seis meses de gestación, se armó de valor y lo abrió. “Querida Myriam, estos meses en el centro de rehabilitación, me han servido de mucho, comprendí y acepté mis errores, sé también que no puedo borrar el pasado, y soy consciente que te causé muchas heridas, desde el fondo de mi corazón deseo pedirte perdón por todo el daño que te hice” Los ojos de Myriam se llenaron de lágrimas al leer aquellas letras que le envió Silvia, su madre, por más que intentó contener el llanto no pudo, durante años había esperado que su progenitora recapacitara, y al parecer por fin había encontrado la luz al fondo del camino. Se abanicó el rostro y se secó las lágrima
Helena le sonrió. —Ve con Connor, yo voy a hablar con tu mamá. El pequeño salió de la sala, y de inmediato Helena se acercó a Isis. —Debes tener paciencia, ha sido muy doloroso para él. —No quiero que me odie —sollozó Isis—, en verdad estoy muy arrepentida de todo lo que hice —declaró y se postró ante Helena—, perdóname por todo el daño que te causé. Helena abrió sus ojos con sorpresa. Negó con la cabeza. —Levántate —expresó—, no te arrodilles, fuiste una mujer muy egoísta y ambiciosa, y no te diste cuenta de que ibas por mal camino, jamás imaginé verte en una cárcel, lamentablemente hiciste las cosas mal, no tengo nada que perdonarte, me libraste de Edward, me hiciste un favor —declaró. El rostro de Isis estaba empañado de lágrimas. —También me engañó, solo que lo compensaba con regalos costosos, era un mujeriego, fetichista. —Apretó los puños. —¿Quién es el padre de Jeremy? —cuestionó Helena—, nosotros adoramos al niño, pero sí tiene un padre biológico sería bueno q
Elsa de inmediato se acercó a la pareja. —Tranquilos, aún hay tiempo, vayamos con calma —sugirió. Gerald ayudó a su esposa a ponerse de pie, entonces ella apretó la mano de él con fuerza y se quejó. —¡Auh! —exclamó. —¿Tú también? —cuestionó Gerald palideciendo. Myriam asintió con la cabeza. —Sí —refirió. —¡No puede ser! —exclamó Gerald. —¡Mis autos! —bromeó. Myriam apretó sus dientes y le dio un carterazo. —¡Eres un idiota! ¡Un insensible! ¡Auh! —se quejó. —Auh —dijo él también cuando ella lo golpeó—. Solo estoy bromeando. Vamos al hospital urgente. **** —Duele, duele mucho —decía Noemí apretando la mano de Rubén, en el auto. —Lo lamento cariño, por favor sé fuerte —suplicó. —Inhala, exhala —repetía Gerald a Myriam—, por favor que no vayan a nacer aquí —imploró—, no podría con tres bebés —resopló nervioso. Myriam apretó los parpados al sentir una contracción. —Creo que esta vez si llegamos al hospital. ¡Apúrate Kevin! —gritó, pues él era el conductor de l
Queridos lectores, desde el fondo de mi corazón agradezco que esta historia haya sido de su agrado. Quienes conocen mi trabajo saben que me caracterizo por escribir historias con mensajes, no pretendo educar, no soy psicóloga, ni nada por el estilo, pero si estoy convencida que uno deja en cada escrito parte de su esencia. Yo estoy en contra de todo tipo de maltrato, y por ende no me gustan crear historias tóxicas, no es mi estilo, no estoy criticando a nadie, respeto mucho a quiénes lo hacen. Sí les gustan los libros de mujeres empoderadas, bienvenidas a mi mundo de historias. Y te invito a leer mi nuevo proyecto: Una familia para el solitario CEO. ¿Quién dijo que ser madre soltera era un obstáculo para salir adelante? ¿Quién dice que un hombre no puede hacerse cargo de un hijo solo? En este nuevo libro, muchos se sentirán identificados, los invito a darle la oportunidad. Para quienes han llegado por primera vez, les dejo el orden de los libros y las sagas. Espero las lean.
—¡Necesitamos un heredero! —expuso con voz gruesa el anciano—, caso contrario alguien te sustituirá —advirtió. El fuerte eco retumbó en el pasillo de la casa de Jacob Wilson, tanto que Myriam se sobresaltó y se detuvo en la puerta de la oficina de la familia, había estado buscando su esposo, y alcanzó a escuchar la petición de su suegro. Su corazón se achicó, suspiró profundo. Fingió no haber oído nada, bajó la escalera, y se volvió a sentar en el sillón de la sala de estar, como si no ocurriera nada, pero al haber escuchado la palabra hijos, recordó que en un momento dado pensó que si tenía un niño podría afianzar su matrimonio, sin embargo, Dios no le dio esa oportunidad y nunca se quedó embarazada, pero el problema no era de ella. A lo largo de los años fue dejando de lado esta obsesión, comprendía el deseo de sus suegros, de ser abuelos, pero jamás imaginó que amenazarían a su esposo por no darles un heredero. Se había casado con Ray a los veinte y uno, muy enamorada, sin embar
La noticia del embarazo agradó a Raymond; sin embargo, al enterarse de que era una situación de alto riesgo, decidió no decir nada a su familia, hasta asegurarse que su esposa no perdiera al bebé. Debido al estado de Myriam, andaba de mal humor, puesto que por recomendación de la ginecóloga su mujer no podía tener relaciones. —Te veo muy estresado —dijo Noemí, la media hermana de Myriam. La joven laboraba como asistente de Raymond, por pedido de la esposa de este, a pesar de que ambas tenían una pésima relación, Myriam había decidido darle una última oportunidad a su media hermana. —¿Trajiste el informe que te pedí? —cuestionó Ray sin mirarla. —Por supuesto —respondió ella y se aproximó a él, al instante que colocó la carpeta en la mesa se inclinó mostrando su amplio escote—, yo soy mucho más eficiente que mi hermanita —masculló con molestia. La mirada de Ray se clavó en esos voluptuosos pechos, elevó una de sus cejas. —Interesante —mencionó, y la barrió de pies a cabeza
Varios días habían pasado luego de enterarse de la supuesta infidelidad de Myriam, para la familia de Raymond, ella era culpable. A la joven le parecía escuchar murmullos en todo lado, señalándola como una mujer inmoral, sin embargo aunque no compartía la alcoba con él, decidió quedarse en la misma casa, y demostrar su inocencia. En la empresa donde laboraba se enteraron del embarazo, pero no había inconveniente, hasta aquella mañana, en la cual ingresó a su oficina y se encontró un sobre en su escritorio. Myriam lo abrió y leyó la palabra: Despido, frunció el ceño, creyendo que la causa era el escándalo, y se dirigió a la oficina de su jefe. —Señor Hamilton, deseo conocer los motivos de mi despido —expuso sin atreverse a pasar. El hombre se acomodó los lentes, y se aclaró la voz. —Como sabes, desde hace meses hemos tenido bajos ingresos, y debemos hacer una reducción de personal —informó señalando con su mano que ingresara, y se sentara—. Sabemos bien que te mereces una mejo