Gracias por haber llegado hasta aquí, si les gustó esta historia espero me acompañen en las siguientes, mientras subo la nueva historia les recomiendo leer Señora Bonita, de mi autoría. Si desean conocer la historia del alocado Duque de Manizales, su libro se titula: Un café para el Duque. Reitero mis agradecimientos, estoy feliz de que esta historia haya llegado a sus corazones, escribo siempre con el propósito de dejar un mensaje a ustedes, este libro se puede hablar de la resiliencia, puesto que los personajes aprendieron a superar el doloroso pasado, y lograron ser felices. Estaré al pendiente de sus comentarios.
Queridos lectores, desde el fondo de mi corazón agradezco que esta historia haya sido de su agrado. Quienes conocen mi trabajo saben que me caracterizo por escribir historias con mensajes, no pretendo educar, no soy psicóloga, ni nada por el estilo, pero si estoy convencida que uno deja en cada escrito parte de su esencia. Yo estoy en contra de todo tipo de maltrato, y por ende no me gustan crear historias tóxicas, no es mi estilo, no estoy criticando a nadie, respeto mucho a quiénes lo hacen. Sí les gustan los libros de mujeres empoderadas, bienvenidas a mi mundo de historias. Y te invito a leer mi nuevo proyecto: Una familia para el solitario CEO. ¿Quién dijo que ser madre soltera era un obstáculo para salir adelante? ¿Quién dice que un hombre no puede hacerse cargo de un hijo solo? En este nuevo libro, muchos se sentirán identificados, los invito a darle la oportunidad. Para quienes han llegado por primera vez, les dejo el orden de los libros y las sagas. Espero las lean.
—¡Necesitamos un heredero! —expuso con voz gruesa el anciano—, caso contrario alguien te sustituirá —advirtió. El fuerte eco retumbó en el pasillo de la casa de Jacob Wilson, tanto que Myriam se sobresaltó y se detuvo en la puerta de la oficina de la familia, había estado buscando su esposo, y alcanzó a escuchar la petición de su suegro. Su corazón se achicó, suspiró profundo. Fingió no haber oído nada, bajó la escalera, y se volvió a sentar en el sillón de la sala de estar, como si no ocurriera nada, pero al haber escuchado la palabra hijos, recordó que en un momento dado pensó que si tenía un niño podría afianzar su matrimonio, sin embargo, Dios no le dio esa oportunidad y nunca se quedó embarazada, pero el problema no era de ella. A lo largo de los años fue dejando de lado esta obsesión, comprendía el deseo de sus suegros, de ser abuelos, pero jamás imaginó que amenazarían a su esposo por no darles un heredero. Se había casado con Ray a los veinte y uno, muy enamorada, sin embar
La noticia del embarazo agradó a Raymond; sin embargo, al enterarse de que era una situación de alto riesgo, decidió no decir nada a su familia, hasta asegurarse que su esposa no perdiera al bebé. Debido al estado de Myriam, andaba de mal humor, puesto que por recomendación de la ginecóloga su mujer no podía tener relaciones. —Te veo muy estresado —dijo Noemí, la media hermana de Myriam. La joven laboraba como asistente de Raymond, por pedido de la esposa de este, a pesar de que ambas tenían una pésima relación, Myriam había decidido darle una última oportunidad a su media hermana. —¿Trajiste el informe que te pedí? —cuestionó Ray sin mirarla. —Por supuesto —respondió ella y se aproximó a él, al instante que colocó la carpeta en la mesa se inclinó mostrando su amplio escote—, yo soy mucho más eficiente que mi hermanita —masculló con molestia. La mirada de Ray se clavó en esos voluptuosos pechos, elevó una de sus cejas. —Interesante —mencionó, y la barrió de pies a cabeza
Varios días habían pasado luego de enterarse de la supuesta infidelidad de Myriam, para la familia de Raymond, ella era culpable. A la joven le parecía escuchar murmullos en todo lado, señalándola como una mujer inmoral, sin embargo aunque no compartía la alcoba con él, decidió quedarse en la misma casa, y demostrar su inocencia. En la empresa donde laboraba se enteraron del embarazo, pero no había inconveniente, hasta aquella mañana, en la cual ingresó a su oficina y se encontró un sobre en su escritorio. Myriam lo abrió y leyó la palabra: Despido, frunció el ceño, creyendo que la causa era el escándalo, y se dirigió a la oficina de su jefe. —Señor Hamilton, deseo conocer los motivos de mi despido —expuso sin atreverse a pasar. El hombre se acomodó los lentes, y se aclaró la voz. —Como sabes, desde hace meses hemos tenido bajos ingresos, y debemos hacer una reducción de personal —informó señalando con su mano que ingresara, y se sentara—. Sabemos bien que te mereces una mejo
*Al día siguiente Myriam se dirigió a la mansión de los Lennox, se identificó en la entrada como la nueva asistente de la señora Isis. Enseguida uno de los empleados la guio por los impresionantes jardines de aquella enorme casa, notó una enorme alberca, hermosos rosales, y una palapa de madera en medio, en donde una hermosa y atractiva mujer, descansaba sobre un cómodo sofá. —Señora Isis, esta es la mujer que envió el señor Gerald —informó. La señora Lennox se quitó las gafas y observó de pies a cabeza a Myriam, notó que era joven y hermosa, y supuso que su hijastro la mandó para espiarla, pues ellos no tenían muy buena relación. Myriam parpadeó sorprendida al darse cuenta de que la madre de su jefe era demasiado joven, no le agradó la forma en la que la miró, pero necesitaba el empleo, así que le brindó una sonrisa. —Soy Myriam Bennet, su nueva asistente —indicó y estiró su mano para saludarla. Con un gesto de desdén Isis correspondió con sequedad. —Espero que hagas bien tu
—¿Cómo te sientes? —cuestionó Elsa al día siguiente, acariciando el rostro de su amiga. —Mejor —respondió con voz frágil—. Gracias por salvar a mi bebé. —Parpadeó y derramó varias lágrimas. —Debes estar tranquila, y trabajar menos —indicó la especialista—, te advertí que tu embarazo era de riesgo. Myriam presionó sus labios, y acarició su vientre. —Tienes razón, pero si no hago lo que me piden, puedo perder el empleo —expresó sollozando. —Y si sigues laborando de esa forma, puedes perder a tu bebé, piénsalo —recomendó Elsa—, te daré el alta —informó, y salió de la habitación a revisar a otros pacientes. Myriam suspiró profundo y cerró sus ojos, entonces recordó que debía ir a trabajar, cogió su móvil que minutos antes le había entregado una enfermera, y observó que tenía un correo, sintió un escalofrío al ver que se trataba de su jefe. Se llevó la mano a la boca al darse cuenta de que había sido despedida. —¡No puede ser! —exclamó con el rostro empañado de lágrimas, enseg
Al día siguiente Luego de desayunar, Myriam llamó a Isis y le informó que llegaría tarde, entonces salió rumbo al despacho jurídico que Elsa le recomendó. ya contaba con casi cuatro meses de embarazo y su vientre empezaba a crecer.Cuando llegó al lugar, ingresó a paso lento por el pasillo, tocó la puerta de una oficina. —Adelante —se escuchó en la voz de un hombre. Myriam giró la perilla e ingresó. —Buenos días —saludó, y miró con atención al hombre detrás del escritorio. —Hola —respondió él, y se quedó contemplándola. Se puso de pie y sonrió. —¿Myriam? —¿Rubén? —cuestionó ella. Ambos asintieron y se estrecharon en un efusivo abrazo. —Tanto tiempo sin vernos, desde que terminamos el colegio —dijo él. —Así es —respondió ella con nostalgia—, no imaginé encontrarte en este lugar. Rubén la miró con cariño, y se dio cuenta de que estaba embarazada. —Me da gusto volver a verte —expresó con sinceridad. —¿Qué te trae por aquí? —indagó y la invitó a sentarse. Myriam tomó
Isis carcajeó ante la noticia. —Me muero por ver la cara de Gerald cuando lo hagas —expuso ladeando los labios—, deberías darle una lección —propuso—, en fin, ya te puedes marchar. Myriam sonrió. —¿Le ayudo con el pequeño? Isis negó con la cabeza. —No deseo que hagas esfuerzos, no quiero problemas —informó—, ya le pediré a una de las empleadas que lo lleve a la habitación, buenas tardes. —Qué descanse —dijo Myriam y se retiró. Con un adelanto que le hizo Isis de sueldo, Myriam decidió ir a comprarse un vestido, los que tenía ya no le quedaban y si debía enfrentar a Gerald Lennox debía hacerlo en igualdad de condiciones, no iba a permitir que aquel hombre con el corazón de piedra, la siguiera humillando. Fue al centro comercial, y miró un bonito y elegante vestido rojo, pero sí el indicado para lucir sobria y elegante, además pensó que, con unos arreglos, luego de que diera a luz, lo podría volver a usar. * —Buenos días —Gerald llegó a la empresa, saludó cuando salió