¿Confesará Isis? no olviden dejar sus comentarios.
—¡No sé nada! —recalcó Isis con profunda seriedad—, de seguro tu querida esposa con los antecedentes que tiene, se encontró otro. —Sonrió con cinismo. Gerald apretó los puños, inhaló profundo disimulando su molestia. —Piénsalo —expresó y se retiró del lugar. Gerald salió de aquella oficina, molesto, resopló y enseguida fue por su hermano a casa, ante la ley Jeremy era un Lennox, además el pequeño no tenía la culpa de los errores de su madre. Cuando llegó a la residencia, el niño apareció con las mejillas humedecidas. —¿Es cierto que mi mamá es una delincuente? —cuestionó. Gerald apretó los labios, inhaló profundo. —¿Quién te dijo eso? —indagó con molestia. —Lo escuché —balbuceó. —No hagas caso. —Acarició su cabeza—, te voy a llevar conmigo, estarás tranquilo a mi lado. —Ladeó los labios. A Jeremy se le iluminó la mirada, y sonrió. —Voy a preparar mis cosas —dijo con gran emoción. —¿Allá no irá el hombre que visita a mi madre? —preguntó. Gerald elevó ambas cejas.
Raymond carcajeó al escucharlo. —Así es como te quería escuchar, suplicante —expuso con voz ronca—. Esta noche vas a llevar los papeles que me acreditan como dueño de industrias Lennox —ordenó—, más adelante te llamo a darte los datos, y si avisas a la policía tu amada esposa se muere. —Colgó la llamada. —¡Maldito desgraciado! —rugió Gerald. Se llevó las manos al cabello desesperado. —No podemos avisar a la policía, puede tenerte vigilado —recomendó Rubén—, tampoco puedes ir solo, podría ser una trampa. —Voy a avisarle al investigador —dijo Gerald y corrió a su mesa de trabajo, cuando iba a tomar su móvil, observó un papel sobre uno de sus libros favoritos. Parpadeó y tomó la nota, era la letra de Myriam, inhaló profundo y la mirada se le cristalizó—. Iré por ti cariño, lo juro —sentenció apretando el papel, de pronto sus ojos cristalinos se enfocaron en la frase subrayada, su corazón tembló—, jamás dudé de ti, tienes que saberlo —recalcó. Enseguida subió corriendo las escaler
Luego de rendir las debidas declaraciones, y de constatar que Bianca fue apresada, las dos parejas regresaron a casa de Gerald. Cuando estaban cerca de ingresar a la mansión, Myriam apretó la mano de su esposo. —¿Qué sucede? —indagó él, girando su rostro para verla a los ojos. —No sé cómo me vaya a recibir tu madre —expresó con angustia—, me pidió que me fuera de sus vidas —mencionó con los ojos cristalinos. Gerald ladeó los labios, y le acarició el rostro. —Todos estábamos muy alterados esa noche, mi madre te quiere mucho, no te preocupes, pero si ella te hace un desaire, no solo te perderá a ti, sino a mí también y a Tony —enfatizó—, nadie va a volver a lastimarte —sentenció. Myriam liberó las lágrimas que estaba conteniendo, las palabras de su esposo la conmovieron, lo abrazó. —Aunque al principio no te soportaba, ahora eres el amor de mi vida —aseguró mirándolo a los ojos. Gerald sonrió al escucharla. —Teníamos el sentimiento compartido —bromeó—, también te amo —expresó.
Unos días después se efectuó el juicio en contra de Isis y Bianca. —Isis Smith se le condena a doce años de prisión por cómplice en los delitos de fraude cometidos por su esposo el señor Edward Lennox, por extorsión se le da la pena de tres años más —dijo el juez—, por ser cómplice de su hermana ante el intento de homicidio en contra de la señora Myriam Bennett se le condena a tres años de prisión —sentenció el juez. Isis apretó los puños, y varias lágrimas corrieron por sus mejillas, pensó en su hijo, y el corazón se le fragmentó, así que no dudó en firmar los documentos que le otorgaban la patria potestad de Jeremy a Helena y Connor. —Con ellos estarás mejor que conmigo —susurró con la voz débil. Luego se procedió a leer la condena en contra de Bianca. —Se condena a la señorita Bianca Smith a veinte y cinco años de cadena perpetua, en una cárcel de máxima seguridad en el estado —indicó el juez—, por los delitos de asesinato en contra de Raymond Wilson, y el intento de homicidio
Manizales - Colombia. Semanas después. La época de la cosecha había llegado al eje cafetero, los invitados de honor en la hacienda La Momposina eran Myriam y Gerald. —Bienvenidos —expresó Malú al recibirlos en el aeropuerto. —Muchas gracias por la invitación —respondió Myriam abrazando a la chica. Malú correspondió con la misma emoción, enseguida saludó con Gerald. —Vine preparado para aprender todo el proceso —mencionó ladeando los labios. Malú esbozó una amplia sonrisa. —Eso me agrada —comentó y enseguida salieron del aeropuerto, subieron el equipaje al jeep, y empezaron la travesía, recorriendo las avenidas de Manizales, para luego tomar la carretera, plagada de cafetales alrededor. —Qué paisaje tan maravilloso —mencionó Myriam observando las casitas pintorescas que adornaban el paisaje. —Parece de otro mundo —le dijo Gerald presionando su mano. Un par de minutos después llegaron a la hermosa hacienda. Los labios de Myriam se abrieron al contemplar la hermosa y
Días después. —¿Por qué no siento mis piernas? Fue lo primero que preguntó Bianca al recobrar el conocimiento. —Es un milagro que estés viva, luego de las puñaladas que recibiste —dijo una enfermera que se le acercó—, pero debo decirte que nunca volverás a caminar, quedaste inválida —espetó. —¡No! —gritó Bianca a viva voz. —¡No puede ser! —exclamó sollozando. —¡No es cierto! —gruñó. Intentó ponerse de pie, pero las piernas no le respondieron, cayó al piso. La enfermera que la custodiaba carcajeó. —La vida se encargó de cobrarte tus maldades, pasarás postrada a una silla de ruedas de por vida —sentenció. *****Helena entrelazaba sus manos con nerviosismo, se hallaba sentada junto a Connor en el salón de su casa, frente a Gerald y Myriam, quiénes volvieron de su viaje a Colombia. —¿Qué sucede mamá? —indagó Gerald. Helena inhaló profundo, y miró a Connor. —Tu madre y yo nos vamos a casar —avisó. Myriam esbozó una amplia sonrisa, dejó a Tony en el suelo y se acercó a la pareja,
El sacerdote se aclaró la garganta, dio inicio a la ceremonia, luego de cumplir con todo el protocolo, hizo la pregunta de rigor. —¿Gerald aceptas por esposa a Myriam, para serle fiel, amarla, y respetarla en la salud y enfermedad, en riqueza y pobreza, hasta el último día de sus vidas? —indagó. Gerald inhaló profundo se reflejó en la verdosa mirada de su mujer. —Acepto —respondió con sinceridad. Sintiendo que su corazón bramaba en el interior. El sacerdote prosiguió, le hizo la misma pregunta a Myriam. Ella miró a los ojos a su esposo, sonrió, sintiendo su pecho agitado. —Sí, padre —contestó. Acto seguido fue el turno de Helena y Connor. El abogado Evans se reflejó en la azulada mirada de Helena, y con firmeza respondió. —Acepto. Helena inspiró profundo, cuando lo escuchó se estremeció, y al momento de contestar, le brindó una cálida sonrisa, y contestó con un fuerte: sí. Enseguida el sacerdote bendijo a ambas parejas, y los declaró marido y mujer. —Te amo —dijo
Meses después. —Dejaron esto para usted —mencionó Linda la asistente de Myriam, entregándole un sobre cerrado. Myriam parpadeó y tomó aquel papel, observó el nombre del remitente, su corazón se estremeció. —Gracias —respondió y esperó que la joven la dejara a solas. Inspiró profundo, y mientras acariciaba su prominente vientre de seis meses de gestación, se armó de valor y lo abrió. “Querida Myriam, estos meses en el centro de rehabilitación, me han servido de mucho, comprendí y acepté mis errores, sé también que no puedo borrar el pasado, y soy consciente que te causé muchas heridas, desde el fondo de mi corazón deseo pedirte perdón por todo el daño que te hice” Los ojos de Myriam se llenaron de lágrimas al leer aquellas letras que le envió Silvia, su madre, por más que intentó contener el llanto no pudo, durante años había esperado que su progenitora recapacitara, y al parecer por fin había encontrado la luz al fondo del camino. Se abanicó el rostro y se secó las lágrima