¿Cuál será la estrategia de Gerald? Demasiado arriesgado darle la empresa a Isis, qué tramará él. Por otro lado: ¿Qué sucederá en ese encuentro entre Noemí, Myriam y su padre? Dejen sus comentarios. Por otro lado, les repito, este no es un libro rosa, hay situaciones y conflictos que no se resuelven con el viento de la rosa de Guadalupe, tampoco vengan a decir que hay enredos, cuando los protagonistas cada conflicto lo han ido superando, porque la vida es así, a diario se nos presentan problemas, y debemos aprender a enfrentarlos, es cierto dejé para el final lo más fuerte, así es, pero quiénes me leen, pueden dar fe que jamás me enredo en lo mismo, ni me gusta alargar historias, cada libro mío tiene los capítulos necesarios de acuerdo a la trama, en este nos acercamos al final. Gracias por leer.
Helena le contaba con angustia a Connor todo lo que estaba ocurriendo con Gerald. Al abogado le habían dado el alta un día antes, y ella se lo llevó a su casa para cuidarlo. Connor tenía momentos en que recordaba ciertas cosas, pero todo era en desorden, y no lograba tener su mente clara.—Es una acusación muy grave. ¿No sabías nada de aquel negocio? —indagó. Helena negó con la cabeza.—Yo ya no era esposa de Edward, no tenía idea de lo que hacía en la empresa —declaró sollozando. —Tranquila, cuentas con buenos abogados, ellos sabrán qué hacer —indicó y la miró con ternura. En ese momento Myriam apareció, interrumpió la charla. —Gerald tiene un plan, pero es muy arriesgado —informó, y procedió a contarles lo que propuso su marido. Helena se secó las lágrimas, observó con atención a su nuera. Parpadeó arrugando el ceño. —¿Se volvió loco? —cuestionó—, no podemos hacer eso —rebatió—, debe existir otra forma. Myriam apretó los labios y tomó asiento en uno de los muebles, entonces
Gerald caminaba en su celda de un lado a otro, se sentía como un león enjaulado, presionaba y cerraba los puños esperando alguna respuesta acerca de su plan. —Qué todo salga bien —susurraba pensando en Myriam, en su madre en la empresa. Entonces escuchó el ruido de unos tacones, su mirada se iluminó al ver a su esposa. Myriam percibió su corazón estremecerse al verlo aún detrás de esas rejas. —¿Cómo estás? —indagó y le extendió una bolsa con varios contenedores de comida—, te traje el expreso que te gusta, y tu sandwich favorito —comentó con la voz entrecortada. Gerald ladeó los labios y la observó con ternura. —Gracias. ¿Cómo les fue? —indagó. Myriam inhaló profundo. —Hice lo que me pediste, le tendimos la trampa, ahora tu mamá, se encuentra con sus abogados y el fiscal mostrando las pruebas —informó. Gerald esbozó una amplia sonrisa. —Bien hecho, cariño. —Apretó las manos de ella—. Eres una gran chica —mencionó con la mirada iluminada. Myriam ladeó los labios, lo o
Noemí se cubrió con ambas manos el rostro. Myriam palideció por completo, y de sus ojos derramaron varias lágrimas. Se puso de pie fuera de control, y se aproximó a su padre, lo zarandeó. —¿Quién te pagó para inventar esta patraña? —rugió temblorosa. —¡Suéltalo! —gritó Caroline. —¿No te das cuenta de que está enfermo? —rebatió observando con seriedad a Myriam—, no mentimos, lo que Arthur dice es verdad, chocamos aquel día, por eso no volvimos. —Miró a Noemí. Myriam apretó los puños se llevó la mano a la frente: —¿Fuiste tú? —gritó a su padre—, tú, el culpable de ese accidente que les arruinó la vida —sollozó con desespero—, me avergüenzo de ser tu hija, de llevar tu sangre, cobarde —empezó a llorar sin consuelo—. Gerald y Helena se culpan, han sufrido mucho —gimoteó. —Te van a repudiar Myriam —avisó Caroline. —Ella es inocente —intervino Noemí sollozando—, ustedes son los culpables, unos criminales, nos abandonaron por huir, y mientras se daban la gran vida, nosotras
Myriam se estremeció, lo que tanto temía había pasado, lo miró a los ojos con vergüenza. —Es cierto, mi padre es el culpable —declaró sollozante—, yo… lo lamento tanto, no tengo palabras para pedirles perdón —expuso con la voz temblorosa ahogada en llanto, inclinó su cabeza—, siempre lo supe —mintió—, me callé… Helena observó a la joven con profunda decepción, no dijo nada. —¿Te burlaste de nosotros? —rugió Gerald y la observó en tono amenazante. Myriam se estremeció por completo. —Era parte del plan, sacarte más dinero, pero las cosas se complicaron —gimoteó temblando. —¿Nunca me amaste? ¿Todo fue una falsa? —cuestionó sintiendo su pecho arder. Esa pregunta hizo a Myriam temblar, las palabras no querían salir de sus labios, lo miró a los ojos. —No te amo —susurró. Gerald no quería cometer un error, le dio la espalda buscando reconfortarse. Abría y cerraba sus puños intentando calmarse, pero le era imposible. —¡Lárgate! —gritó Helena—, confiamos en ti, te g
Los hombres que las custodiaban las encerraron en una de las habitaciones, escapar por ahí era imposible, la única ventana daba a la calle y estaban en el doceavo piso. —¿Cómo te fue? —cuestionó Noemí a su hermana. Myriam estalló en llanto. —Me repudian, no me van a perdonar —gimoteó—. Gerald se va a quedar con Tony y yo lo perderé todo, a mi hijo, mi familia —susurró envuelta en un mar de llanto. Noemí la abrazó. —Algo se nos va a ocurrir, te lo prometo —comentó. Myriam se aferró a ella. —¿Cómo reaccionó Rubén? Noemí se quedó en silencio. —Muy mal, aunque no creyó que estuviera por mi propia voluntad, tengo miedo, espero no intente alguna locura —mencionó—, por lo pronto necesito un móvil, tengo que hacer algo. Myriam resopló y apretó los labios. —Esos infelices nos quitaron todo, nos dejaron incomunicadas. —Ya veré como consigo uno —dijo Noemí. Ambas se abrazaron sumidas en el dolor que las embargaba. Para Myriam fue un golpe muy duro saber que su padre era el
De inmediato Gerald se reunió con Kevin y le contó lo que sucedía con Myriam. —No puede ser verdad, es otra trampa —informó—, yo he salido muchas veces con Elsa, y te aseguro que esa mujer no pondría en juego su prestigio como médico, además no tenían forma de saber que eras donante —explicó y lo miró a los ojos. —¿Dudas de Myriam? Gerald inhaló profundo, se aclaró la garganta. —No, no puedo dudar de ella, como dices hay cosas incoherentes, lo que me angustia es no tener datos de ella, necesito contratar un nuevo investigador. Méndez dice que está de vacaciones. —Enseguida te busco uno —respondió Kevin. —Gracias —respondió Gerald—, hazte cargo de la empresa, debo ir a casa, no estoy con ánimos de trabajar. —Lo comprendo —mencionó. Gerald se despidió de su amigo y cuando salió de la oficina, escuchó varios aplausos. Frunció el ceño sin comprender. —Estamos felices de que siga siendo nuestro jefe —comentó Amanda, y antes de que él pudiera refutar, la chica lo abrazó—, lo q
—¡No sé nada! —recalcó Isis con profunda seriedad—, de seguro tu querida esposa con los antecedentes que tiene, se encontró otro. —Sonrió con cinismo. Gerald apretó los puños, inhaló profundo disimulando su molestia. —Piénsalo —expresó y se retiró del lugar. Gerald salió de aquella oficina, molesto, resopló y enseguida fue por su hermano a casa, ante la ley Jeremy era un Lennox, además el pequeño no tenía la culpa de los errores de su madre. Cuando llegó a la residencia, el niño apareció con las mejillas humedecidas. —¿Es cierto que mi mamá es una delincuente? —cuestionó. Gerald apretó los labios, inhaló profundo. —¿Quién te dijo eso? —indagó con molestia. —Lo escuché —balbuceó. —No hagas caso. —Acarició su cabeza—, te voy a llevar conmigo, estarás tranquilo a mi lado. —Ladeó los labios. A Jeremy se le iluminó la mirada, y sonrió. —Voy a preparar mis cosas —dijo con gran emoción. —¿Allá no irá el hombre que visita a mi madre? —preguntó. Gerald elevó ambas cejas.
Raymond carcajeó al escucharlo. —Así es como te quería escuchar, suplicante —expuso con voz ronca—. Esta noche vas a llevar los papeles que me acreditan como dueño de industrias Lennox —ordenó—, más adelante te llamo a darte los datos, y si avisas a la policía tu amada esposa se muere. —Colgó la llamada. —¡Maldito desgraciado! —rugió Gerald. Se llevó las manos al cabello desesperado. —No podemos avisar a la policía, puede tenerte vigilado —recomendó Rubén—, tampoco puedes ir solo, podría ser una trampa. —Voy a avisarle al investigador —dijo Gerald y corrió a su mesa de trabajo, cuando iba a tomar su móvil, observó un papel sobre uno de sus libros favoritos. Parpadeó y tomó la nota, era la letra de Myriam, inhaló profundo y la mirada se le cristalizó—. Iré por ti cariño, lo juro —sentenció apretando el papel, de pronto sus ojos cristalinos se enfocaron en la frase subrayada, su corazón tembló—, jamás dudé de ti, tienes que saberlo —recalcó. Enseguida subió corriendo las escaler