Las carcajadas de Isis retumbaron en el salón de su casa. —No imaginas cuánto disfruto ver sufrir a la vieja Helena —le dijo a Raymond—, hiciste un buen trabajo, el abogadito en coma, fue mejor de lo que esperaba. —Se aproximó a él, y colocó sus brazos alrededor del cuello de él—, te mereces un premio —susurró a su oído. Las pupilas de Raymond se dilataron al escucharla, la tomó por la cintura y la pegó a él. —Estoy listo para cobrar mi premio —expuso con voz ronca. Y enseguida se apoderó de los labios de Isis, besándola sin reparo. En medio de besos ella lo condujo a una de las alcobas. Aprovecharon que Jeremy estaba en el colegio y dieron rienda suelta a sus bajos instintos. Luego de compartir ese momento de sexo intenso, Isis se dirigió a él. —Vamos a esperar unos días más, necesito que Helena esté en la junta directiva, quiero ver su cara cuando pase lo que tenemos en mente. —Ladeó los labios trazando círculos en el pecho desnudo de Ray. —Estoy de acuerdo, además vien
El salón del evento era sobrio, elegante, con varias mesas cubiertas con finos manteles ocre y marrón. Los centros de mesa eran floreros de cristal llenos de granos de café, y rosas blancas encima. En una gran vitrina se exponían las diversas variedades de café, que elaboraban en la hacienda la Momposina. Lo que más llamó la atención de los invitados fue el silo de granos de café, elaborado a mano en cobre. —¡Me encantó! —dijo Mafer tomando fotos del evento para exponerlas más adelante en el consorcio. —Veo que industrias Lennox no escatimó en gastos, me fascina la decoración —expuso Malú. —No podía ser de otra manera, producimos el mejor café —habló orgullosa Majo. Justo en ese momento Gerald y su familia llegaron al salón, saludaron con varios invitados y de inmediato él de la mano de Myriam se dirigió hacia las chicas. —Creo que debes ir solo, voy a saludar con varios invitados —comentó Myriam, brindándole una sonrisa. Gerald arrugó el ceño. —¿Me vas a dejar solo c
Mientras el evento se realizaba con calma, Elsa salió del baño de mujeres acomodando su vestido, inhaló profundo y regresó al salón para buscar a su amiga. Detrás de ella y sin que nadie lo viera salir del tocador de damas lo hizo Kevin, observó a todo lado y volvió a la fiesta. Enseguida se aproximó a Gerald. —Todo muy bonito —comentó—, excepto tus amigas colombianas, se creen los ángeles de Charly —bufó frunciendo los labios. —Porque ninguna cayó en tus encantos —Se mofó de él—, creo que estás perdiendo el encanto con las femeninas. —Carcajeó. Kevin abrió los ojos con amplitud. —¡Eso jamás! —declaró—, no, yo no puedo perder mi sexapil con las damas. Gerald negó con la cabeza, le colocó la mano en el hombre. —Creo que tus días de latin lover, llegaron a su fin —bromeó y se dirigió a donde estaba su mujer. **** Myriam observó con atención a su amiga Elsa. —¿Qué le pasó a tu peinado? —indagó con curiosidad, apretando los labios para no soltar una carcajada. Elsa sac
New York - Usa. Noemí abrió sus ojos y suspiró profundo, deslizó su mano por el rostro de Rubén. Él se removió y parpadeó. —¿Qué hora es? —indagó asustado. —Van a ser las diez —comentó ella—, tranquilo, ya me encargué de que atiendas tus casos en la tarde, así podemos aprovechar la mañana. —Se mojó los labios, y se retiró la sábana. Rubén volvió a mirarla con el mismo fuego de la noche anterior, su respiración se agitó. De nuevo la tomó en sus brazos, la besó, la acarició, y se fundió en ella. —Te amo —confesó Noemí al instante que llegó al éxtasis. Él se quedó en silencio. Ella sonrió, y le acarició el rostro. —No pasa nada, ya llegará el momento en el que lo sientas —susurró y pegó su cabeza en el pecho de él. —No deseo lastimarte, eres muy especial. —No lo haces, soy consciente de mis actos, tranquilo —dijo ella, de repente el móvil de Noemí interrumpió la charla, la chica estiró su mano a la mesa de noche, arrugó el ceño al ver que era de un número desconocido, en
Helena le contaba con angustia a Connor todo lo que estaba ocurriendo con Gerald. Al abogado le habían dado el alta un día antes, y ella se lo llevó a su casa para cuidarlo. Connor tenía momentos en que recordaba ciertas cosas, pero todo era en desorden, y no lograba tener su mente clara.—Es una acusación muy grave. ¿No sabías nada de aquel negocio? —indagó. Helena negó con la cabeza.—Yo ya no era esposa de Edward, no tenía idea de lo que hacía en la empresa —declaró sollozando. —Tranquila, cuentas con buenos abogados, ellos sabrán qué hacer —indicó y la miró con ternura. En ese momento Myriam apareció, interrumpió la charla. —Gerald tiene un plan, pero es muy arriesgado —informó, y procedió a contarles lo que propuso su marido. Helena se secó las lágrimas, observó con atención a su nuera. Parpadeó arrugando el ceño. —¿Se volvió loco? —cuestionó—, no podemos hacer eso —rebatió—, debe existir otra forma. Myriam apretó los labios y tomó asiento en uno de los muebles, entonces
Gerald caminaba en su celda de un lado a otro, se sentía como un león enjaulado, presionaba y cerraba los puños esperando alguna respuesta acerca de su plan. —Qué todo salga bien —susurraba pensando en Myriam, en su madre en la empresa. Entonces escuchó el ruido de unos tacones, su mirada se iluminó al ver a su esposa. Myriam percibió su corazón estremecerse al verlo aún detrás de esas rejas. —¿Cómo estás? —indagó y le extendió una bolsa con varios contenedores de comida—, te traje el expreso que te gusta, y tu sandwich favorito —comentó con la voz entrecortada. Gerald ladeó los labios y la observó con ternura. —Gracias. ¿Cómo les fue? —indagó. Myriam inhaló profundo. —Hice lo que me pediste, le tendimos la trampa, ahora tu mamá, se encuentra con sus abogados y el fiscal mostrando las pruebas —informó. Gerald esbozó una amplia sonrisa. —Bien hecho, cariño. —Apretó las manos de ella—. Eres una gran chica —mencionó con la mirada iluminada. Myriam ladeó los labios, lo o
Noemí se cubrió con ambas manos el rostro. Myriam palideció por completo, y de sus ojos derramaron varias lágrimas. Se puso de pie fuera de control, y se aproximó a su padre, lo zarandeó. —¿Quién te pagó para inventar esta patraña? —rugió temblorosa. —¡Suéltalo! —gritó Caroline. —¿No te das cuenta de que está enfermo? —rebatió observando con seriedad a Myriam—, no mentimos, lo que Arthur dice es verdad, chocamos aquel día, por eso no volvimos. —Miró a Noemí. Myriam apretó los puños se llevó la mano a la frente: —¿Fuiste tú? —gritó a su padre—, tú, el culpable de ese accidente que les arruinó la vida —sollozó con desespero—, me avergüenzo de ser tu hija, de llevar tu sangre, cobarde —empezó a llorar sin consuelo—. Gerald y Helena se culpan, han sufrido mucho —gimoteó. —Te van a repudiar Myriam —avisó Caroline. —Ella es inocente —intervino Noemí sollozando—, ustedes son los culpables, unos criminales, nos abandonaron por huir, y mientras se daban la gran vida, nosotras
Myriam se estremeció, lo que tanto temía había pasado, lo miró a los ojos con vergüenza. —Es cierto, mi padre es el culpable —declaró sollozante—, yo… lo lamento tanto, no tengo palabras para pedirles perdón —expuso con la voz temblorosa ahogada en llanto, inclinó su cabeza—, siempre lo supe —mintió—, me callé… Helena observó a la joven con profunda decepción, no dijo nada. —¿Te burlaste de nosotros? —rugió Gerald y la observó en tono amenazante. Myriam se estremeció por completo. —Era parte del plan, sacarte más dinero, pero las cosas se complicaron —gimoteó temblando. —¿Nunca me amaste? ¿Todo fue una falsa? —cuestionó sintiendo su pecho arder. Esa pregunta hizo a Myriam temblar, las palabras no querían salir de sus labios, lo miró a los ojos. —No te amo —susurró. Gerald no quería cometer un error, le dio la espalda buscando reconfortarse. Abría y cerraba sus puños intentando calmarse, pero le era imposible. —¡Lárgate! —gritó Helena—, confiamos en ti, te g