Tres meses después. —¿Cómo van las cosas? —indagó Elsa a Myriam. Esa mañana se habían reunido para desayunar en un restaurante. Myriam presionó sus labios. —No dejo de sentir miedo —confesó, miró su plato y la voz se le quebró—. He intentado ser fuerte, pero cuando Gerald quiere tocarme, no puedo complacerlo, desde ese día, no hemos tenido intimidad —declaró. Elsa se aclaró la voz. —El miedo es normal, pero si está afectando tu vida sexual, deberías buscar un especialista —recomendó—, sé que tu esposo es comprensivo y te ama, pero no creo que le agrade la idea de no tener relaciones con su mujer. Myriam clavó su verdosa mirada en su amiga. —Tengo miedo de perderlo. —Suspiró—, pero también esta opresión en el pecho, no quiero hacerme ilusiones, cuando tú misma dijiste que no volvería a quedar embarazada —masculló apretando los labios. Elsa comprendió la angustia y el temor de su amiga. —Deberías relajarte más y dejar de pensar en el embarazo, siempre te has obsesionado en ese
—¿Y qué piensas hacer con respecto a tu esposa? —indagó Kevin—, tengo unas amiguitas…Gerald lo observó con seriedad. —Sabes bien que no soy infiel, jamás engañaría a mi mujer —enfatizó y arrugó el ceño—, quizás debamos buscar ayuda profesional, no lo sé. —Se agarró el cabello—, aunque ella dice que todo está bien, siento que no, lo que sucedió la marcó para siempre. —Suspiró. —Buenas tardes —dijo sonriente Myriam, ingresando a la oficina de su esposo. Kevin elevó una ceja y observó a Gerald. —Hola —saludó a la esposa de su amigo. Se puso de pie y besó su mejilla—. Te ves muy bien. Myriam rodó los ojos. —Creo que voy a implementar las clases de tiro en esta empresa —bromeó. Kevin abrió sus ojos de par en par, y luego miró a Gerald. —¡Chismoso! —recriminó. Myriam carcajeó. Gerald ladeó los labios. —¿Nos dejas solos? —propuso a Kevin. —Con gusto, jefa —dijo él y abandonó la oficina. Myriam se aproximó a la puerta y cerró con llave. Gerald permanecía serio, seguía trabajando
—¡Él no! —exclamó Helena horrorizada, su rostro palideció y se desmayó. —¡Mamá! —dijo Gerald y la sostuvo en sus brazos. Minutos antes desayunaban en familia, reían y charlaban amenamente junto a Myriam y Tony. Hasta que el teléfono sonó. Mientras Gerald se encargaba junto a Anne de asistir a Helena, Myriam tomó el teléfono. —¿Qué ocurre? —indagó al otro lado de la línea. —El doctor Connor Evans está muy grave —dijo la voz de una chica—, hablo desde el hospital, tenía en su saco una tarjeta con el número de la señora Helena. Myriam abrió sus ojos con amplitud, se estremeció ante la noticia. —Ya vamos para allá —indicó y anotó el nombre del centro hospitalario. —¡Mamá, reacciona! —solicitó Gerald pasando frente a la nariz de su madre un algodón empapado de alcohol. Helena parpadeó, carraspeó y entonces recordó el motivo de la llamada. —¡Connor! —sollozó. —¿Qué ocurre? —vociferó Gerald arrugando el ceño. Myriam se aclaró la garganta. —Parece que tuvo un accidente, no lo sé,
Las carcajadas de Isis retumbaron en el salón de su casa. —No imaginas cuánto disfruto ver sufrir a la vieja Helena —le dijo a Raymond—, hiciste un buen trabajo, el abogadito en coma, fue mejor de lo que esperaba. —Se aproximó a él, y colocó sus brazos alrededor del cuello de él—, te mereces un premio —susurró a su oído. Las pupilas de Raymond se dilataron al escucharla, la tomó por la cintura y la pegó a él. —Estoy listo para cobrar mi premio —expuso con voz ronca. Y enseguida se apoderó de los labios de Isis, besándola sin reparo. En medio de besos ella lo condujo a una de las alcobas. Aprovecharon que Jeremy estaba en el colegio y dieron rienda suelta a sus bajos instintos. Luego de compartir ese momento de sexo intenso, Isis se dirigió a él. —Vamos a esperar unos días más, necesito que Helena esté en la junta directiva, quiero ver su cara cuando pase lo que tenemos en mente. —Ladeó los labios trazando círculos en el pecho desnudo de Ray. —Estoy de acuerdo, además vien
El salón del evento era sobrio, elegante, con varias mesas cubiertas con finos manteles ocre y marrón. Los centros de mesa eran floreros de cristal llenos de granos de café, y rosas blancas encima. En una gran vitrina se exponían las diversas variedades de café, que elaboraban en la hacienda la Momposina. Lo que más llamó la atención de los invitados fue el silo de granos de café, elaborado a mano en cobre. —¡Me encantó! —dijo Mafer tomando fotos del evento para exponerlas más adelante en el consorcio. —Veo que industrias Lennox no escatimó en gastos, me fascina la decoración —expuso Malú. —No podía ser de otra manera, producimos el mejor café —habló orgullosa Majo. Justo en ese momento Gerald y su familia llegaron al salón, saludaron con varios invitados y de inmediato él de la mano de Myriam se dirigió hacia las chicas. —Creo que debes ir solo, voy a saludar con varios invitados —comentó Myriam, brindándole una sonrisa. Gerald arrugó el ceño. —¿Me vas a dejar solo c
Mientras el evento se realizaba con calma, Elsa salió del baño de mujeres acomodando su vestido, inhaló profundo y regresó al salón para buscar a su amiga. Detrás de ella y sin que nadie lo viera salir del tocador de damas lo hizo Kevin, observó a todo lado y volvió a la fiesta. Enseguida se aproximó a Gerald. —Todo muy bonito —comentó—, excepto tus amigas colombianas, se creen los ángeles de Charly —bufó frunciendo los labios. —Porque ninguna cayó en tus encantos —Se mofó de él—, creo que estás perdiendo el encanto con las femeninas. —Carcajeó. Kevin abrió los ojos con amplitud. —¡Eso jamás! —declaró—, no, yo no puedo perder mi sexapil con las damas. Gerald negó con la cabeza, le colocó la mano en el hombre. —Creo que tus días de latin lover, llegaron a su fin —bromeó y se dirigió a donde estaba su mujer. **** Myriam observó con atención a su amiga Elsa. —¿Qué le pasó a tu peinado? —indagó con curiosidad, apretando los labios para no soltar una carcajada. Elsa sac
New York - Usa. Noemí abrió sus ojos y suspiró profundo, deslizó su mano por el rostro de Rubén. Él se removió y parpadeó. —¿Qué hora es? —indagó asustado. —Van a ser las diez —comentó ella—, tranquilo, ya me encargué de que atiendas tus casos en la tarde, así podemos aprovechar la mañana. —Se mojó los labios, y se retiró la sábana. Rubén volvió a mirarla con el mismo fuego de la noche anterior, su respiración se agitó. De nuevo la tomó en sus brazos, la besó, la acarició, y se fundió en ella. —Te amo —confesó Noemí al instante que llegó al éxtasis. Él se quedó en silencio. Ella sonrió, y le acarició el rostro. —No pasa nada, ya llegará el momento en el que lo sientas —susurró y pegó su cabeza en el pecho de él. —No deseo lastimarte, eres muy especial. —No lo haces, soy consciente de mis actos, tranquilo —dijo ella, de repente el móvil de Noemí interrumpió la charla, la chica estiró su mano a la mesa de noche, arrugó el ceño al ver que era de un número desconocido, en
Helena le contaba con angustia a Connor todo lo que estaba ocurriendo con Gerald. Al abogado le habían dado el alta un día antes, y ella se lo llevó a su casa para cuidarlo. Connor tenía momentos en que recordaba ciertas cosas, pero todo era en desorden, y no lograba tener su mente clara.—Es una acusación muy grave. ¿No sabías nada de aquel negocio? —indagó. Helena negó con la cabeza.—Yo ya no era esposa de Edward, no tenía idea de lo que hacía en la empresa —declaró sollozando. —Tranquila, cuentas con buenos abogados, ellos sabrán qué hacer —indicó y la miró con ternura. En ese momento Myriam apareció, interrumpió la charla. —Gerald tiene un plan, pero es muy arriesgado —informó, y procedió a contarles lo que propuso su marido. Helena se secó las lágrimas, observó con atención a su nuera. Parpadeó arrugando el ceño. —¿Se volvió loco? —cuestionó—, no podemos hacer eso —rebatió—, debe existir otra forma. Myriam apretó los labios y tomó asiento en uno de los muebles, entonces