Queridos lectores, muchas veces el dolor nos hace más fuertes, es lamentable la pérdida de Myriam y Gerald, muy triste porque estaban llenos de ilusiones, la vida no siempre es color de rosa, quizás muchos no lo entiendan, pero nada puede ser perfecto. Los que creemos en Dios sabemos que en ocasiones nos pone a prueba, y esperamos nuestra pareja logre superar lo ocurrido y se castigue a los culpables.
—Tienes orden de captura —masculló Raymond, leyendo con su mirada oscurecida la nota de la prensa. —¡Hiciste las cosas a tu manera! —gruñó, negando con la cabeza. Bianca rodó los ojos, encogió los hombros. —Eres un mal agradecido, queríamos causarles dolor, y lo hicimos. —Ladeó los labios—, aunque hubiera deseado que ella también muriera —masculló—, pero ya habrá otra oportunidad. La mirada de Raymond se enfocó en la desquiciada mujer. —¡No puedes salir! —gritó. —¿No te das cuenta? —vociferó. Bianca carcajeó. —Hay maneras de salir sin que me reconozcan, pero no soy tan idiota, esperaré un tiempo, y volveremos a atacar —expresó irguiendo la barbilla—. Gerald pagará caro el haberse fijado en esa simple mujer —espetó cerrando con fuerza sus puños. ****Varias hojas secas volaban con el viento otoñal, Myriam recostada en un camastro en la terraza observaba con la mirada llena de melancolía aquel paisaje. Su pecho aún dolía, la sensación de vacío no se disipaba, por más que intenta
—Señora, lamento informarle que usted ya no pertenece al club. Isis frunció el ceño de un solo golpe se puso de pie. —Estoy al día en las mensualidades, soy un miembro distinguido —refutó encolerizada. —Eso es verdad —balbuceó el joven—, pero las damas, hicieron una votación, y la expulsaron. Isis apretó los puños. —¿Por qué me expulsaron viejas hipócritas? —gruñó enfrentándose a ellas. La presidente del club se puso de pie. —En este sitio siempre aceptamos a personas de moral intachable —indicó—, y tú no lo eres, durante años nos hicieron creer que sostuviste un amorío con Edward, luego que se divorció de Helena, pero no fue así, fuiste su amante —declaró—. Y tu hermana ahora es una prófuga de la justicia. La respiración de Isis se volvió irregular, apretó los dientes. —¿Moral intachable? —cuestionó mofándose—, varios de sus maridos me han hecho propuestas indecorosas, seguramente aburridos de tener a la misma cacatúa en casa. —Ladeó los labios—, regresaré a este sitio, me c
Tres meses después. —¿Cómo van las cosas? —indagó Elsa a Myriam. Esa mañana se habían reunido para desayunar en un restaurante. Myriam presionó sus labios. —No dejo de sentir miedo —confesó, miró su plato y la voz se le quebró—. He intentado ser fuerte, pero cuando Gerald quiere tocarme, no puedo complacerlo, desde ese día, no hemos tenido intimidad —declaró. Elsa se aclaró la voz. —El miedo es normal, pero si está afectando tu vida sexual, deberías buscar un especialista —recomendó—, sé que tu esposo es comprensivo y te ama, pero no creo que le agrade la idea de no tener relaciones con su mujer. Myriam clavó su verdosa mirada en su amiga. —Tengo miedo de perderlo. —Suspiró—, pero también esta opresión en el pecho, no quiero hacerme ilusiones, cuando tú misma dijiste que no volvería a quedar embarazada —masculló apretando los labios. Elsa comprendió la angustia y el temor de su amiga. —Deberías relajarte más y dejar de pensar en el embarazo, siempre te has obsesionado en ese
—¿Y qué piensas hacer con respecto a tu esposa? —indagó Kevin—, tengo unas amiguitas…Gerald lo observó con seriedad. —Sabes bien que no soy infiel, jamás engañaría a mi mujer —enfatizó y arrugó el ceño—, quizás debamos buscar ayuda profesional, no lo sé. —Se agarró el cabello—, aunque ella dice que todo está bien, siento que no, lo que sucedió la marcó para siempre. —Suspiró. —Buenas tardes —dijo sonriente Myriam, ingresando a la oficina de su esposo. Kevin elevó una ceja y observó a Gerald. —Hola —saludó a la esposa de su amigo. Se puso de pie y besó su mejilla—. Te ves muy bien. Myriam rodó los ojos. —Creo que voy a implementar las clases de tiro en esta empresa —bromeó. Kevin abrió sus ojos de par en par, y luego miró a Gerald. —¡Chismoso! —recriminó. Myriam carcajeó. Gerald ladeó los labios. —¿Nos dejas solos? —propuso a Kevin. —Con gusto, jefa —dijo él y abandonó la oficina. Myriam se aproximó a la puerta y cerró con llave. Gerald permanecía serio, seguía trabajando
—¡Él no! —exclamó Helena horrorizada, su rostro palideció y se desmayó. —¡Mamá! —dijo Gerald y la sostuvo en sus brazos. Minutos antes desayunaban en familia, reían y charlaban amenamente junto a Myriam y Tony. Hasta que el teléfono sonó. Mientras Gerald se encargaba junto a Anne de asistir a Helena, Myriam tomó el teléfono. —¿Qué ocurre? —indagó al otro lado de la línea. —El doctor Connor Evans está muy grave —dijo la voz de una chica—, hablo desde el hospital, tenía en su saco una tarjeta con el número de la señora Helena. Myriam abrió sus ojos con amplitud, se estremeció ante la noticia. —Ya vamos para allá —indicó y anotó el nombre del centro hospitalario. —¡Mamá, reacciona! —solicitó Gerald pasando frente a la nariz de su madre un algodón empapado de alcohol. Helena parpadeó, carraspeó y entonces recordó el motivo de la llamada. —¡Connor! —sollozó. —¿Qué ocurre? —vociferó Gerald arrugando el ceño. Myriam se aclaró la garganta. —Parece que tuvo un accidente, no lo sé,
Las carcajadas de Isis retumbaron en el salón de su casa. —No imaginas cuánto disfruto ver sufrir a la vieja Helena —le dijo a Raymond—, hiciste un buen trabajo, el abogadito en coma, fue mejor de lo que esperaba. —Se aproximó a él, y colocó sus brazos alrededor del cuello de él—, te mereces un premio —susurró a su oído. Las pupilas de Raymond se dilataron al escucharla, la tomó por la cintura y la pegó a él. —Estoy listo para cobrar mi premio —expuso con voz ronca. Y enseguida se apoderó de los labios de Isis, besándola sin reparo. En medio de besos ella lo condujo a una de las alcobas. Aprovecharon que Jeremy estaba en el colegio y dieron rienda suelta a sus bajos instintos. Luego de compartir ese momento de sexo intenso, Isis se dirigió a él. —Vamos a esperar unos días más, necesito que Helena esté en la junta directiva, quiero ver su cara cuando pase lo que tenemos en mente. —Ladeó los labios trazando círculos en el pecho desnudo de Ray. —Estoy de acuerdo, además vien
El salón del evento era sobrio, elegante, con varias mesas cubiertas con finos manteles ocre y marrón. Los centros de mesa eran floreros de cristal llenos de granos de café, y rosas blancas encima. En una gran vitrina se exponían las diversas variedades de café, que elaboraban en la hacienda la Momposina. Lo que más llamó la atención de los invitados fue el silo de granos de café, elaborado a mano en cobre. —¡Me encantó! —dijo Mafer tomando fotos del evento para exponerlas más adelante en el consorcio. —Veo que industrias Lennox no escatimó en gastos, me fascina la decoración —expuso Malú. —No podía ser de otra manera, producimos el mejor café —habló orgullosa Majo. Justo en ese momento Gerald y su familia llegaron al salón, saludaron con varios invitados y de inmediato él de la mano de Myriam se dirigió hacia las chicas. —Creo que debes ir solo, voy a saludar con varios invitados —comentó Myriam, brindándole una sonrisa. Gerald arrugó el ceño. —¿Me vas a dejar solo c
Mientras el evento se realizaba con calma, Elsa salió del baño de mujeres acomodando su vestido, inhaló profundo y regresó al salón para buscar a su amiga. Detrás de ella y sin que nadie lo viera salir del tocador de damas lo hizo Kevin, observó a todo lado y volvió a la fiesta. Enseguida se aproximó a Gerald. —Todo muy bonito —comentó—, excepto tus amigas colombianas, se creen los ángeles de Charly —bufó frunciendo los labios. —Porque ninguna cayó en tus encantos —Se mofó de él—, creo que estás perdiendo el encanto con las femeninas. —Carcajeó. Kevin abrió los ojos con amplitud. —¡Eso jamás! —declaró—, no, yo no puedo perder mi sexapil con las damas. Gerald negó con la cabeza, le colocó la mano en el hombre. —Creo que tus días de latin lover, llegaron a su fin —bromeó y se dirigió a donde estaba su mujer. **** Myriam observó con atención a su amiga Elsa. —¿Qué le pasó a tu peinado? —indagó con curiosidad, apretando los labios para no soltar una carcajada. Elsa sac