—Mamá, ¿me contarías un cuento para dormir? —le pedí a mi madre, cuya imagen se desdibujaba ante mis ojos, pero su sonrisa amorosa aún era discernible.—Por supuesto, mi pequeña —se acomodó a mi lado en la cama, con el colchón suave abrazándonos. Me envolvió con la manta y posó mi cabeza en su regazo, mientras sus dedos acariciaban mi cabello—. ¿Qué historia quieres escuchar?—No lo sé, solo quiero oír tu voz hasta que me quede dormida —respondí con dulzura, provocando una risita en ella, seguida de un beso en mi mejilla que me hizo cosquillas en la piel.—Había una vez una bella joven que vivía con sus abuelos en una antigua cabaña en el bosque. Era tan hermosa como la luz de la luna y tan libre como el viento entre los árboles —comenzó con una voz suave y melodiosa—. A ella le encantaba la naturaleza, las flores y los colores del amanecer, y su vida era plena hasta que un día, al visitar la ciudad, conoció a alguien especial.—¿Quién era? —indagué intrigada.—Un hombre extraordinari
Sus ojos siguen clavados en los míos mientras termino de masticar y tragar la comida, esperando a que rompa el silencio. No pienso permitir que ponga sus manos sobre mí. Para eso están las sirvientas que pueden ayudarme a bañarme.—No podrás bañarte por ti misma en ese estado —señala, y frunzo el ceño. Siempre me culpa por mis actos como si fuera un santo —. No me mires así, tu cuerpo desnudo no me tienta.—¿Qué? —me ruborizo, pero de rabia.—¿Quién crees que se encargó de ti cuando te desmayaste?.Me estremezco. Pensé que Calista o alguna sirvienta se habían ocupado de mí, jamás pasó por mi cabeza que él lo hiciera personalmente. ¿Qué está tramando? Estoy segura de que me vio desnuda, porque mi ropa interior no es la misma de antes.—No vuelvas a tocar mi cuerpo sin mi permiso —gruño molesta, abrazándome a mí misma con estos brazos vendados de momia egipcia —. Deberías haberle pedido a Calista que lo hiciera.Calla de nuevo, sin articular palabra. No puedo saber qué está pensando aho
Cuando Benjamin regresa a la habitación, me encuentra aún en el mismo lugar, sentada en su cama, con la mirada perdida en la baldosa del suelo. Cierra la puerta tras de sí y se acerca, llevando ropa doblada en su antebrazo, junto con algunos artículos personales que uso para mi aseo.—Te he dicho que no tienes que encargarte de mí de esta manera —respondo al darme cuenta de lo que implica todo esto—. Podrías pedirle a alguien más que lo haga. No tienes la obligación de hacerlo solo porque somos esposos.—Deja de ser tan terca —me interrumpe mientras entra al baño y comienza a llenar la gran tina que hay dentro—. No me cuesta nada hacerlo. Ya te he dicho que verte sin ropa no me afecta, así que no te preocupes.Escuchar eso me duele más de lo que puedo expresar. Preferiría que me deseara y que por eso no pudiera verme sin ropa, pero es todo lo contrario. Lo hace porque para él soy como un vegetal pálido con la cáscara arrugada.—¿No te cansas de herirme? —pregunto cuando sale del baño
Después de que Benjamin me bañara esa vez por sí mismo, desapareció de mi vista y no volví a verlo. Por las noches, solía dormir sola en su habitación, una situación inusual ya que él no estaba presente. Es su espacio, su cama, su lugar de descanso. De hecho, no lo vi en el castillo durante dos días seguidos. Aunque me intrigaba su ausencia, no me atreví a preguntar ni a su padre, ni a su tío, ni siquiera a Calista. Mi tiempo lo pasé principalmente en la habitación de Benjamin, donde mi recuperación ha progresado notablemente gracias a una hierba medicinal que Calista preparó para mí.Giselle, quien ahora reside bajo este mismo techo, tampoco ha cruzado mi camino. Quizás porque he optado por mantenerme encerrada a propósito, evitando así encontrármela y mucho menos permitir que se burle de mí, especialmente después del alboroto que causé la noche en que pisó este lugar. No sé cómo reaccionaré cuando la vea.Ahora, frente a la cómoda en la habitación de Benjamin, me preparo con la ay
Cuando ingresamos al castillo después de encontrarnos con Giselle, Joel ha estado sorprendentemente silencioso. Simplemente agarra mi mano y se deja guiar por mí. Puedo asegurar que tampoco le agrada esa mujer, y francamente, a mí tampoco. No es posible que me agrade la amante de mi esposo.—¿Sucede algo, Joel? —me detengo en medio del pasillo y me inclino para estar a su altura—. ¿Te sientes mal?.Él me mira fijamente a los ojos. De repente, extiende su brazo y con su mano suave acaricia mi rostro lentamente, con ternura, como si fuera lo más precioso a sus ojos.—¿Te molesta ella? —su pregunta repentina me sorprende—. Ella es mala.—Oh, ¿te preocupo? —revuelvo su cabello con una sonrisa—. No te preocupes por eso, tu primo la trajo aquí, no puedo hacer nada al respecto. Como viste, pronto tendrá un hijo.—¿Y tú estás bien?.—El hecho de que no pueda hacer nada al respecto no significa que esté bien —explico, y él parece entender—. ¿Cómo puedes entender las cosas tan rápido? Eres solo
Aunque veo a Benjamin molesto frente a mí, no suelto la mano de Richard, quien lo mira tranquilamente como si no le preocupara en lo absoluto estar sosteniendo la mano de la esposa de su sobrino.En realidad, a mí tampoco me importa. De hecho, sería mucho mejor si se le pasara esa idea retorcida por la cabeza de que quizás estábamos haciendo algo indebido. No tendría ningún derecho a reclamar nada cuando él mismo tendrá un hijo con otra.—¿Qué hacen ustedes dos aquí? —pregunta Benjamin con tono de reclamo.—Nevaeh quería dar un paseo —dice, y miro a Richard, quien ahora mismo está mintiendo. Bueno, sí quería dar un paseo, y lo hice, pero sola. Él dice eso como si hubiera satisfecho mi deseo de hacerlo.—¿Desde cuándo le das paseos a mi esposa por el castillo? —reprende Benjamin, tomando mi mano y separándome del lado de su tío, cortando cualquier contacto que tenga conmigo. Esta escena es un déjà vu.—¿Crees que siempre tiene que estar encerrada entre cuatro paredes? Tiene derecho a s
***Estaba de pie, contemplando el crepitar del fuego de la chimenea alimentado por la recién añadida leña. Mi padre había salido en busca de más mientras mi madre preparaba su caldo favorito en la cocina.La lluvia comenzaba a caer de nuevo, y mis pequeños pies me llevaron hacia la ventana para observar la llovizna. Mi padre debería regresar pronto, o la leña se mojaría.Sentía el deseo de explorar la ciudad, aún desconocida para mí. Nunca había salido de aquí. Mi padre era el único que se aventuraba al trabajo o a hacer las compras. Mi madre y yo nunca abandonábamos este lugar, este bosque apartado de la ciudad, a unas dos horas de distancia, y no entendía por qué. Era demasiado joven para comprenderlo.—Mami, ¿por qué no podemos salir? —pregunté mientras ella seguía ocupada en la cocina, yo miraba por la ventana.—Por seguridad.—¿Seguridad? ¿Qué hay ahí fuera? —me giré hacia ella con inocencia. Ella me miró, me ofreció una mirada comprensiva y se quitó el delantal para acercarse a
***—Oracelia—murmuro suavemente mientras observo mi espalda en el espejo, o más precisamente, mi hombro derecho.Allí está ese lunar del que mi madre me habló, aquel que he llevado desde mi nacimiento. Las experiencias de estas noches no son simples sueños; son recuerdos vividos junto a mi madre desde que tenía seis años. ¿Qué intenta decirme ella? Lo único que sé es que este lunar es "especial", según sus palabras, y que no debería exhibirlo a nadie. Sin embargo, eso es imposible ahora que Benjamin conoce mi cuerpo e incluso las sirvientas que me ayudan en el baño.Su significado se relaciona con profecías, sabiduría y destino. ¿Qué papel juega en mi vida? No logro comprender del todo con los vagos recuerdos que poseo; no puedo armar el rompecabezas completo.Acomodo mi vestido para cubrir mi hombro desnudo y vuelvo a observar la cama, especialmente el lado en el que Benjamin durmió conmigo anoche. Como siempre, él ya se había ido cuando desperté. No tocaré el tema; carece de sentid