Descubrimiento

Cuando ingresamos al castillo después de encontrarnos con Giselle, Joel ha estado sorprendentemente silencioso. Simplemente agarra mi mano y se deja guiar por mí. Puedo asegurar que tampoco le agrada esa mujer, y francamente, a mí tampoco. No es posible que me agrade la amante de mi esposo.

—¿Sucede algo, Joel? —me detengo en medio del pasillo y me inclino para estar a su altura—. ¿Te sientes mal?.

Él me mira fijamente a los ojos. De repente, extiende su brazo y con su mano suave acaricia mi rostro lentamente, con ternura, como si fuera lo más precioso a sus ojos.

—¿Te molesta ella? —su pregunta repentina me sorprende—. Ella es mala.

—Oh, ¿te preocupo? —revuelvo su cabello con una sonrisa—. No te preocupes por eso, tu primo la trajo aquí, no puedo hacer nada al respecto. Como viste, pronto tendrá un hijo.

—¿Y tú estás bien?.

—El hecho de que no pueda hacer nada al respecto no significa que esté bien —explico, y él parece entender—. ¿Cómo puedes entender las cosas tan rápido? Eres solo
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