Beso

Cuando Benjamin regresa a la habitación, me encuentra aún en el mismo lugar, sentada en su cama, con la mirada perdida en la baldosa del suelo. Cierra la puerta tras de sí y se acerca, llevando ropa doblada en su antebrazo, junto con algunos artículos personales que uso para mi aseo.

—Te he dicho que no tienes que encargarte de mí de esta manera —respondo al darme cuenta de lo que implica todo esto—. Podrías pedirle a alguien más que lo haga. No tienes la obligación de hacerlo solo porque somos esposos.

—Deja de ser tan terca —me interrumpe mientras entra al baño y comienza a llenar la gran tina que hay dentro—. No me cuesta nada hacerlo. Ya te he dicho que verte sin ropa no me afecta, así que no te preocupes.

Escuchar eso me duele más de lo que puedo expresar. Preferiría que me deseara y que por eso no pudiera verme sin ropa, pero es todo lo contrario. Lo hace porque para él soy como un vegetal pálido con la cáscara arrugada.

—¿No te cansas de herirme? —pregunto cuando sale del baño
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