Rebosante de alegría

Los ojos de James no pueden dejar de mirar a Stella. Su respiración se agita en cuanto la ve con el pañuelo puesto, completamente a su merced.

—Primero lo primero, deshagámonos de esta ropa molesta. Necesito ver esa lencería negra en persona. Eleva tus manos sobre tu cabeza, cariño.

La orden de James envía un escalofrío por toda la espalda de ella y, antes de que se de cuenta, se encuentra haciendo justo lo que él le pide. Sus otros sentidos se sienten intensificados con la venda sobre sus ojos.

Rápidamente, él le quita la camiseta, respira profundo cuando ve sus senos turgentes debajo del fino encaje. Sin demoras, pone una hábil mano detrás de su espalda y desabrocha su brasier.

—Ahora baja los brazos.

Ella lo hace sin chistar, luego James baja los tirantes y tira el brasier hacia un lado de la habitación.

Unos segundos después, agarra los senos con sus manos, pellizcando los pezones hasta que están duros y doloridos. Los lame y luego succiona con fuerza.

Justo cuando la respiración
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