Agatha se escabulló entre los presentes con unos grandes anteojos negros, un pañuelo negro cubriendo su cabello y un sobretodo del mismo color. Si fuera en otro contexto parecería muy pero muy sospechosa. Pero todos estaban vestidos igual para la ocasión. La despedida del gran Brixton. Nadie volteó a verla, porque parecía un pariente lejano. Alguna tía solterona y millonaria que se había aislado en su propia mansión alejada de la civilización. Gracias a las decenas de prendas caras que le había regalado su amiga, pudo pasar desapercibida y se sentó en la última banca de la iglesia, esperando con ansias a su antigua amiga. Miró a los invitados a través de sus anteojos. Adelante de todo, en la primera fila, estaba Midas junto a su amigo y varios primos de la familia conversando amenamente. Luego, por al lado tuyo y sin siquiera notar su presencia, pasó Hermes y su nueva esposa. Todos voltearon a ver a la nueva y hermosa pareja y Agatha sintió asco por las lágrimas de cocodrilo de aque
-¿Marica asqueroso?- Gritó furioso Bruno, cansado de los insultos de Dionisio. Su voz retumbó en la iglesia, llamando la atención de todos los presentes, hasta de Agatha que observó desde el último asiento el escándalo. Ella sabía lo que estaba por suceder, lo había visto con sus propios ojos, pero nadie le había creído. -¡Bien que te gustó metérmela!- gritó furioso, escupíendo en el rostro del CEO.Dionisio se puso rojo hasta las orejas y empujó a Bruno lejos de él- ¡En tus sueños! Sucio homosexual… -¡No lo empujes!- intervino Midas, interponiéndose entre su hermano y su amigo- Él… él está diciendo la verdad. Todos los presentes exclamaron desconcertados. -Por una vez por todas Dionisio, admite que eres gay ¡Y que todo esto es una farsa!- gritó. -Midas basta…- le advirtió Hermes. Estaban en el funeral de su padre y Leónidas estaba allí, pero al parecer todos se habían olvidado de esos detalles. Pero ni Midas ni DIonisio se detuvieron. -¡Vamos! Dile a todos que te casaste con S
-Tengo que hablar con ella…- Hermes se giró hacia la salida, pero se frenó en seco cuando Dionisio lo agarró de un brazo y Hera del otro, como dos fuertes palancas que lo tenían apresado. -Hermes…- le advirtió Hera- Si llegas a cruzar el umbral de esa puerta se acabó lo nuestro. El joven se giró hacia su esposa y la miró con angustia, recordando por un instante todo lo que había construído los últimos años. Se había enamorado de otra mujer, había llegado a tener la esperanza de poder seguir con su vida, superar su pasado doloroso. Pero ahora estaba corriendo en el tiempo hacia atrás, hacía diez años, sin estar dispuesto a soltar a Selene y la vida que jamás pudo tener por sus malas decisiones. Se soltó del agarre de su esposa suavemente y la observó con tristeza.- Lo siento Hera, pero tengo que resolver algo primero antes de saber que hacer con… nosotros.-Hermes por favor…- El joven se soltó del agarre de su hermano mayor- ¡Hermes amor no lo hagas!- Sollozó la joven, quien fue so
Apenas Midas acercó su coche a la casa de su hermano mayor, Hermes no pudo esperar a que se detuviera del todo y bajó trastabillando hacia la entrada. Para su sorpresa, la puerta estaba entreabierta y no tuvo que romperla en dos para entrar. Sin embargo, eso era señal de que algo malo había ocurrido y temió haber llegado demasiado tarde. -¿Selene?- Su voz hizo eco en la casa silenciosa. Sin perder un segundo, corrió hacia el living, nada. Luego corrió hacia la cocina y el comedor, tampoco nada. Con el corazón golpeando con fuerza su pecho subió los escalones hacia el primer piso de dos en dos. Entró al primer cuarto que encontró, descubriendo una habitación de invitados pulcra y vacía. Luego un baño, luego el cuarto de su sobrino y nada, nada y nada. La última puerta estaba al final del pasillo. Su última esperanza, quizás Selene estaba durmiendo plácidamente en su recámara y no había escuchado sus gritos. “Si, debe ser eso. Todavía no es demasiado tarde” Pensó dándose esperanzas.
Dionisio recorrió todos y cada uno de los hospitales y clínicas de la ciudad y en ninguno estaba ingresada su esposa. Era imposible, estaba seguro de que esa maldita mujer había dado a luz al niño, no pudo hacerlo sola. -Más le vale que no me esté mintiendo- Le advirtió a la recepcionista del último hospital a la redonda- ¡Porque sino los voy a demandar a todos! ¡Nada va a quedar de este mugroso hospital si me entero que mi esposa estuvo aquí! Los guardias de seguridad se acercaron amenazantes al CEO, por lo que pegó media vuelta y salió del hospital pisando fuerte. -Maldita perra- Murmuró subiendo a otro de sus coches, uno que tenía las cuatro ruedas intancas. Golpeó con sus dedos el volante, tratando de pensar en dónde más buscar. Hasta que le vino a la mente el peor de los hospitales de la ciudad, donde iba la gente pobre, un lugar que ni muerto hubiese pisado antes porque le daba asco.Era su última esperanza. De seguro Selene estaba internada allí. -¿Volviendo a tus raíces d
-Señor, ya le dije que esa información es confidencial, no puedo proporcionársela.- exclamó nerviosa la recepcionista. -Ya le dije que es mi esposa- gruñó con frustración, golpeando con fuerza la mesa. -Aún así, debería presentarme algún documento para constatar que realmente es su esposa. Dionisio sonrió de forma inquietante- Entonces si está en el mugroso hospital…-Señor… le pido que por favor… La mujer cerró su boca al ver el gran fajo de billetes que el hombre depositó sobre la mesa de la recepción- Le propongo un trato, usted toma este dinero, me pasa la información de la habitación y ninguno de los dos dice nada de lo que pasó aquí- ¿Qué le parece? La mujer se mordió con fuerza el labio mientras observaba la cantidad de dinero de varios meses de trabajo agotador en el hospital juntos en tan solo un día. Con ese dinero podría renunciar a su trabajo y buscar tranquilamente uno nuevo sin pensar en pagar el alquiler de su apartamento por un buen tiempo. -Voy a voltearme a
-¿De dónde sacaste esos papeles?- Exclamó furioso Hermes cuando entró al cuarto de hotel que compartía con su esposa. Hera sonrió divertida- Vi a Dionisio y a la cocinera encamarse en el hotel de nuestra boda- Se burló- Al principio fue asqueroso, no podía entender cómo alguien de su clase se podría acostar con una simple empleada que no vale ni un peso. Pero cuando descubrí la verdad, todo tuvo más sentido. ¿Quién lo diría, no?-No respondiste mi pregunta, Hera. ¿De donde sacaste esa información? -¿Por qué te importa tanto? Esa es la maldita verdad… tu padre te hizo creer todo este tiempo que no eras el primogénito ¡Y si lo eras!-No era la forma Hera…- exclamó decepcionado- Exponerlo así. -¿Ahora te preocupa Dionisio?-La mujer puso los ojos en blanco- Todos tenían que saberlo cariño, que tú eres el verdadero heredero, que las riquezas de tu familia nos pertenecen ¡No a él!- La joven hizo un puchero, abrazando a su prometido- No podía soportar ver a ese bastardo quedándose con tod
Selene ató su cabello azabache en una coleta, dejándolo caer sobre su espalda encorvada sobre el suelo de mármol que estaba lustrando con frenesí. -Apúrate hija, sabes que a la patrona le gusta que se vea su reflejo- ordenó su madre, también de rodillas contra el frío suelo. -Sí mami- respondió pasando la cera hasta el punto de que pudo ver sus facciones casi a la perfección. Su piel transpirada y blanquecina, sus mejillas rojas por el esfuerzo, sus labios redondos y rosados y sus grandes ojos negros llenos de vida por tener tan solo 17 años. -¡Sele Sele!- Gritó Midas, el hijo menor de los Brixton, quien corrió embarrando todo el trabajo de horas de esfuerzo. -¡Midas! ¡Maldito niño!- chilló Selene, dándole un coscorrón en la cabeza- Manchaste todo el mármol, idiota. El joven abrió grandes los ojos al ver el desastre que había hecho- ¡Perdón Sele!- Sollozó- Te juro que voy a ayudarte.- suplicó tomando del balde una esponja con espuma. -¡Para nada señorito!-. Se apresuró a decir s