Selene escuchó la puerta de entrada abrírse y corrió al encuentro de su esposo y su hijo. -Hola cariño- exclamó abrazando a su hijo. -El abuelo murió- respondió desconcertado. Sin saber cómo sentirse al respecto. -Oh Leo, lo siento mucho- dijo con sentir, acariciando la mejilla de su niño- El abuelo ahora está en el cielo descansando junto con la abuela, ya no sufre más. -Hijo, ve a cambiarte que en 10 minutos nos vamos- ordenó Dionisio, rompiendo el momento emotivo. -Si papá- respondió corriendo escaleras arriba. -Cariño…- exclamó Selene- Lamento mucho lo de tu padre. ¿Cómo estás?El CEO se burló- Ese hombre siempre fue una mierda. Mejor muerto para mí, ahora ya no voy a tener a nadie que me diga cómo tengo que manejar mi propia empresa. Selene abrió la boca en shock. Su esposo podría ser un tirano, pero mantenía su compostura siempre que su hijo estaba cerca. Además, jamás lo había escuchado hablar así de su propio padre- Cariño… no digas esas cosas cuando Leo está en casa, p
Selene se colocó un vestido de seda holgado color negro, el único vestido de su guardarropas que todavía le quedaba. Observó su panza cubierta sobre el espejo y pensó en lo rápido que había pasado el tiempo. Ya estaba casi en sus nueve meses de embarazo. El bebé llegaría en cualquier momento. Sin embargo su obstetra le había dicho que aún le faltaban unas semanas más. La joven madre acarició con cariño su vientre y trató lo más que pudo de transmitirle amor y cariño a ese ser que no tenía la culpa de nacer en una familia disfuncional y rodeada de mentiras y violencia. -Lo siento mucho bebé- Murmuró mientras hacía círculos sobre la tela- Prometo que algún día las cosas van a ser diferentes. Pero ¿Sabes que? Tu hermanito mayor te espera con ansias para jugar contigo, amor nunca te va a faltar. -¡Mami mami!- exclamó su hijo mayor, entrando a su cuarto- ¿Me ayudas con la corbata? -Claro cariño.- Dijo la joven, agachándose a la altura del pequeño. Leónidas se había puesto un traje com
Agatha se escabulló entre los presentes con unos grandes anteojos negros, un pañuelo negro cubriendo su cabello y un sobretodo del mismo color. Si fuera en otro contexto parecería muy pero muy sospechosa. Pero todos estaban vestidos igual para la ocasión. La despedida del gran Brixton. Nadie volteó a verla, porque parecía un pariente lejano. Alguna tía solterona y millonaria que se había aislado en su propia mansión alejada de la civilización. Gracias a las decenas de prendas caras que le había regalado su amiga, pudo pasar desapercibida y se sentó en la última banca de la iglesia, esperando con ansias a su antigua amiga. Miró a los invitados a través de sus anteojos. Adelante de todo, en la primera fila, estaba Midas junto a su amigo y varios primos de la familia conversando amenamente. Luego, por al lado tuyo y sin siquiera notar su presencia, pasó Hermes y su nueva esposa. Todos voltearon a ver a la nueva y hermosa pareja y Agatha sintió asco por las lágrimas de cocodrilo de aque
-¿Marica asqueroso?- Gritó furioso Bruno, cansado de los insultos de Dionisio. Su voz retumbó en la iglesia, llamando la atención de todos los presentes, hasta de Agatha que observó desde el último asiento el escándalo. Ella sabía lo que estaba por suceder, lo había visto con sus propios ojos, pero nadie le había creído. -¡Bien que te gustó metérmela!- gritó furioso, escupíendo en el rostro del CEO.Dionisio se puso rojo hasta las orejas y empujó a Bruno lejos de él- ¡En tus sueños! Sucio homosexual… -¡No lo empujes!- intervino Midas, interponiéndose entre su hermano y su amigo- Él… él está diciendo la verdad. Todos los presentes exclamaron desconcertados. -Por una vez por todas Dionisio, admite que eres gay ¡Y que todo esto es una farsa!- gritó. -Midas basta…- le advirtió Hermes. Estaban en el funeral de su padre y Leónidas estaba allí, pero al parecer todos se habían olvidado de esos detalles. Pero ni Midas ni DIonisio se detuvieron. -¡Vamos! Dile a todos que te casaste con S
-Tengo que hablar con ella…- Hermes se giró hacia la salida, pero se frenó en seco cuando Dionisio lo agarró de un brazo y Hera del otro, como dos fuertes palancas que lo tenían apresado. -Hermes…- le advirtió Hera- Si llegas a cruzar el umbral de esa puerta se acabó lo nuestro. El joven se giró hacia su esposa y la miró con angustia, recordando por un instante todo lo que había construído los últimos años. Se había enamorado de otra mujer, había llegado a tener la esperanza de poder seguir con su vida, superar su pasado doloroso. Pero ahora estaba corriendo en el tiempo hacia atrás, hacía diez años, sin estar dispuesto a soltar a Selene y la vida que jamás pudo tener por sus malas decisiones. Se soltó del agarre de su esposa suavemente y la observó con tristeza.- Lo siento Hera, pero tengo que resolver algo primero antes de saber que hacer con… nosotros.-Hermes por favor…- El joven se soltó del agarre de su hermano mayor- ¡Hermes amor no lo hagas!- Sollozó la joven, quien fue so
Apenas Midas acercó su coche a la casa de su hermano mayor, Hermes no pudo esperar a que se detuviera del todo y bajó trastabillando hacia la entrada. Para su sorpresa, la puerta estaba entreabierta y no tuvo que romperla en dos para entrar. Sin embargo, eso era señal de que algo malo había ocurrido y temió haber llegado demasiado tarde. -¿Selene?- Su voz hizo eco en la casa silenciosa. Sin perder un segundo, corrió hacia el living, nada. Luego corrió hacia la cocina y el comedor, tampoco nada. Con el corazón golpeando con fuerza su pecho subió los escalones hacia el primer piso de dos en dos. Entró al primer cuarto que encontró, descubriendo una habitación de invitados pulcra y vacía. Luego un baño, luego el cuarto de su sobrino y nada, nada y nada. La última puerta estaba al final del pasillo. Su última esperanza, quizás Selene estaba durmiendo plácidamente en su recámara y no había escuchado sus gritos. “Si, debe ser eso. Todavía no es demasiado tarde” Pensó dándose esperanzas.
Dionisio recorrió todos y cada uno de los hospitales y clínicas de la ciudad y en ninguno estaba ingresada su esposa. Era imposible, estaba seguro de que esa maldita mujer había dado a luz al niño, no pudo hacerlo sola. -Más le vale que no me esté mintiendo- Le advirtió a la recepcionista del último hospital a la redonda- ¡Porque sino los voy a demandar a todos! ¡Nada va a quedar de este mugroso hospital si me entero que mi esposa estuvo aquí! Los guardias de seguridad se acercaron amenazantes al CEO, por lo que pegó media vuelta y salió del hospital pisando fuerte. -Maldita perra- Murmuró subiendo a otro de sus coches, uno que tenía las cuatro ruedas intancas. Golpeó con sus dedos el volante, tratando de pensar en dónde más buscar. Hasta que le vino a la mente el peor de los hospitales de la ciudad, donde iba la gente pobre, un lugar que ni muerto hubiese pisado antes porque le daba asco.Era su última esperanza. De seguro Selene estaba internada allí. -¿Volviendo a tus raíces d
-Señor, ya le dije que esa información es confidencial, no puedo proporcionársela.- exclamó nerviosa la recepcionista. -Ya le dije que es mi esposa- gruñó con frustración, golpeando con fuerza la mesa. -Aún así, debería presentarme algún documento para constatar que realmente es su esposa. Dionisio sonrió de forma inquietante- Entonces si está en el mugroso hospital…-Señor… le pido que por favor… La mujer cerró su boca al ver el gran fajo de billetes que el hombre depositó sobre la mesa de la recepción- Le propongo un trato, usted toma este dinero, me pasa la información de la habitación y ninguno de los dos dice nada de lo que pasó aquí- ¿Qué le parece? La mujer se mordió con fuerza el labio mientras observaba la cantidad de dinero de varios meses de trabajo agotador en el hospital juntos en tan solo un día. Con ese dinero podría renunciar a su trabajo y buscar tranquilamente uno nuevo sin pensar en pagar el alquiler de su apartamento por un buen tiempo. -Voy a voltearme a