¡Es tu fin, Raúl!

Me dormí esperando a mi príncipe. Habría querido que me despertara con un beso, pero eso no ocurrió.

Me despertó doña Rosalba con su llanto. Noté que tenía los ojos hinchados, como si hubiera estado llorando toda la noche. Sentí un extraño déjà vu, recordando la noche en que murió mi abuelo.

—¿Qué pasó? —pregunté con preocupación al ver su expresión desolada.

—Rodrigo tuvo un accidente —me informó entre sollozos, apenas pudiendo pronunciar las palabras.

Esas palabras detuvieron mi mundo. El terror se apoderó de mí, y no pude evitar que las lágrimas brotaran de mis ojos. Solo un pensamiento invadió mi mente: *No puedo perderlo*.

—¿Cómo que un accidente? —insistí, tratando de entender lo que estaba pasando.

—No me explicaron mucho… su carro… —continuó doña Rosalba, sin poder contener el llanto.

—Pero él está bien, ¿verdad? Tengo que verlo ya —dije, decidida, con el corazón acelerado.

Dejé a los gemelos con mi madre y me dirigí al garaje. Conduje lo más rápido que pude hacia la clínica,
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