Luciana se despertó antes de que el sol asomara por el horizonte. El día que había esperado con tanta emoción finalmente había llegado: su primer día en la oficina de la naviera de los Montalban. Mientras permanecía en la cama, sintió cómo los nervios y la emoción competían por dominar sus pensamientos. No era cualquier pasantía; era una oportunidad en la empresa más importante de la familia de su padrino, y sabía que debía estar a la altura.Después de una ducha rápida, se plantó frente al espejo y decidió dejar su cabello suelto. Las suaves ondas castañas caían en cascada sobre sus hombros, aportándole un aire juvenil, pero con la seriedad que requería el día. Se maquilló ligeramente, aplicando un toque de rímel para resaltar sus ojos y un suave tono rosado en sus labios. Quería verse profesional, pero sin perder su estilo fresco y natural.A la hora señalada, el chófer de la familia estaba listo para llevarla. Luciana, todavía insegura para conducir por la ciudad, optó por la comod
Luciana estaba exhausta. Había sido una semana interminable en la oficina, llena de tensiones y malentendidos. No podía soportar a Christhopher con sus constantes órdenes y su actitud déspota hacia los empleados. A esto se sumaba el comportamiento extraño de Santiago, quien apenas le dirigía la palabra últimamente, dejándola confundida y preocupada. Esa mañana, mientras caminaba por los pasillos de la empresa, charlaba con una de sus compañeras de trabajo, tratando de distraerse de la tensión que sentía. Justo cuando pasaban cerca de la entrada principal, vieron a Christhopher, quien estaba enfrascado en una conversación con su asistente personal, Alessio. Luciana notó que su compañera se quedó mirando a los dos hombres, especialmente a Christhopher. Alessio era la única persona que parecía tolerar el temperamento de Christhopher, y era evidente que él también gozaba del respeto de su jefe. Sin embargo, lo que más sorprendió a Luciana fue la forma en que su compañera miraba a Christ
Luciana estaba sentada en el avión, entre Santiago y Mariana, mientras el paisaje se deslizaba bajo ellos en dirección a Villa Del Carmen. El vuelo había sido tranquilo, pero su mente no dejaba de revolotear entre los eventos recientes y la incertidumbre que sentía. Solo iban ellos tres con Elizabeth en ese viaje, ya que los padres de Luciana habían decidido tomarse un fin de semana romántico, y Rodrigo, junto con Christhopher, estaban ocupados con el trabajo a pesar de ser fin de semana. "Me alivia que él no venga," pensó Luciana, mientras lanzaba una mirada furtiva a Santiago, que dormía profundamente a su lado y la usaba como almohada. "No puedo olvidar lo que pasó entre nosotros... ese beso. ¿Cómo se supone que debo enfrentarlo cuando lo vuelva a ver?" —Luciana, hace mucho que no hablamos —la voz de Mariana interrumpió sus pensamientos. Se habían quedado solas por un momento mientras Santiago seguía dormido. Mariana, la más joven de los Montalban, tenía la reputación de ser
Luciana dejó de llorar de inmediato cuando sintió los brazos de Elizabeth rodeándola por detrás. La calidez del abrazo y la familiaridad del gesto la hicieron sentir un poco más segura, aunque la tristeza seguía pesando en su corazón. —¿Qué pasa, mi amor? —le susurró Elizabeth con dulzura, apoyando la barbilla sobre el hombro de Luciana. —No es nada, madrina —respondió Luciana, intentando sonar convincente, pero su voz aún temblaba ligeramente. Elizabeth suspiró suavemente, dándole un apretón reconfortante. Conocía a Luciana lo suficientemente bien como para saber que algo la estaba atormentando. No obstante, decidió no presionar. —Lu, sé que aún te duele lo de Gala, pero tienes que recordar que ella está en un lugar mejor. No querría verte así. —Elizabeth se apartó un poco para mirarla a los ojos—. ¿Por qué no vas a divertirte con los demás? Ya están en la piscina. Ponte tu traje de baño y únete a ellos, o, si prefieres, puedes venir conmigo. Voy a visitar a unos amigos. Lu
Luciana había subido a su habitación para ducharse y luego eligió con cuidado su atuendo. Se decidió por un vestido blanco floreado con los hombros caídos y un pequeño escote. Dejó su cabello lacio suelto, y se maquilló ligeramente, destacando apenas sus rasgos. Sabía que iba a salir con Santiago, Lorenzo y Perla, y aunque intentaba no pensarlo demasiado, la idea de pasar tiempo con Santiago la ponía nerviosa, especialmente después de lo que había sucedido en la piscina. Cuando bajó las escaleras, su corazón dio un vuelco al encontrarse con los gemelos juntos. Ver a Christhopher y Santiago al mismo tiempo siempre le generaba una mezcla de emociones que no sabía cómo manejar. —Te ves hermosa, Lu —comentó Santiago con una sonrisa genuina, sus ojos recorriéndola con admiración. Luciana sintió que el calor subía a sus mejillas, pero intentó mantener la compostura. —Cuídala mucho —pidió Elizabeth, quien también estaba allí, mirando a Santiago con esa mezcla de autoridad y cariño q
Luciana caminaba por la playa con la mirada perdida, buscando un taxi que la llevara de vuelta a la mansión. Las lágrimas seguían rodando por sus mejillas, y el frío de la noche se clavaba en su piel. Salió del bar en medio de la desesperación, con el corazón roto y solo la pequeña cartera que había logrado llevarse en su apuro. El sonido de las olas se mezclaba con los sollozos que trataba de ahogar, y su mente estaba tan nublada que apenas notó cuando su teléfono vibró en su bolso. Lo sacó con manos temblorosas y vio que era un mensaje de Perla. Dudó un segundo antes de abrirlo, pero lo que vio la dejó aún más destrozada. Era un video, grabado desde el celular de Perla. En la pantalla, podía ver con claridad cómo Santiago y Perla estaban teniendo sexo en lo que parecía ser un hotel. La imagen se volvió borrosa por sus lágrimas, y Luciana sintió que su mundo se desmoronaba aún más. Soltó un grito ahogado, incapaz de creer lo que sus ojos veían. Santiago, quien la había besado ap
Christhopher se despertó cerca del amanecer, sintiendo un peso suave y cálido sobre su pecho. Al abrir los ojos, esbozó una sonrisa al darse cuenta de que Luciana estaba profundamente dormida encima de él, con su cuerpo enredado como si él fuera un árbol al que ella se aferraba. Su cabeza reposaba en su hombro, y una de sus piernas se había deslizado sobre las suyas. El contraste entre la pequeña figura de Luciana y su propia corpulencia le resultó divertido, especialmente al notar cómo se había movido tanto durante la noche hasta acabar en esa posición. La habitación estaba en silencio, apenas iluminada por la tenue luz del amanecer que se filtraba por las cortinas. Christhopher sintió una inesperada ternura al observarla dormir tan plácidamente, ajena a la tormenta emocional que la había sacudido la noche anterior. El momento fue interrumpido cuando la puerta se abrió con un leve chirrido, y Alessio asomó la cabeza por el umbral. Chris le lanzó una mirada afilada, y con un gesto
Cuando llegaron a la ciudad, el reloj marcaba cerca de las diez de la noche. La oscuridad envolvía las calles y las luces de los postes iluminaban suavemente el camino. Luciana bajó del avión con los pensamientos revoloteando en su cabeza, tratando de apartar la tensión que había sentido durante todo el vuelo. Subió al auto con Christhopher y Alessio, quien iba al volante, manteniendo el aire sereno y profesional que siempre lo caracterizaba. El trayecto fue silencioso para ella, mientras Chris y Alessio discutían sobre asuntos de negocios. Luciana intentaba concentrarse en el paisaje que pasaba fugazmente por la ventana, evitando mirar a Chris. Su presencia, tan imponente como siempre, la hacía sentir inquieta. Al llegar frente a su casa, Alessio detuvo el auto suavemente y giró para despedirse. Luciana sonrió, agradecida, intentando no demostrar lo cansada que estaba. —Muchas gracias por traerme —le dijo a Alessio con una cálida sonrisa mientras se inclinaba para darle un beso