Anastasia salió con un zumbido que la dejó aturdida. Más bien habían sido las palabras de la princesa la que se quedaron así con esos pensamientos instalados en su mente.No debió haber ido a esa alcoba, no debió haberla escuchado. ¿Pero quería vivir engañada? Claro que no. Rhys no parecía el tipo de hombre que conversaba y contaba sus cosas con otras personas, mucho menos iba a rectificar sus errores, si es que en algún momento le había sido infiel.Esa idea, de que le fuera infiel, la inquietó tanto que no lograba concentrarse en nada, ni siquiera en las personas que la rodeaban.—Alteza —la voz de su dama la hizo salir de sus pensamientos.Finalmente, había conseguido tener su atención. Llevaba rato llamándola y no conseguía ninguna reacción de su parte. Incluso se había preocupado, pensando que su alteza se sentía enferma.—¿Sí? ¿Decías? —dijo todavía desconectada con la realidad.—Ya pasan de las ocho, la señorita…—¡Oh, demonios! —gritó alarmada, Anastasia y caminó en círculos p
El rostro de la mujer que entró en la oficina era severo y marcado por el paso del tiempo. Sus ojos parecían penetrar en el alma de Anastasia mientras la observaba con una intensidad que la hizo sentir un escalofrío.—Alteza, perdóneme por interrumpir —dijo Avalon, el jefe de escolta del príncipe—. Pero necesito hablar con usted en privado.Rhys asintió y se dirigió hacia la puerta, indicándole a Anastasia que se quedara en la habitación. La joven se sintió intranquila al quedarse sola con esa mujer desconocida y de rostro de piedra.«Parece una gárgola», pensó Anastasia, aunque no cometería el error de expresarlo en voz alta.Cuando Rhys y el jefe de escolta salieron y cerraron la puerta detrás de ellos, Anastasia se sintió aún más nerviosa. No sabía qué hacer ni a dónde mirar. Se quedó de pie en el centro de la habitación, sintiendo que el aire se volvía más denso a su alrededor.—Así que usted es la princesa consorte —rompió el silencio la mujer.Esto hizo que Anastasia diera un pe
*EN LA OFICINA DEL PRÍNCIPE*Rhys no podía concentrarse en sus actividades, ya que le habían dado una noticia que lo inquietó.—Alteza, ¿qué desea que haga? —preguntó su fiel escolta.Mientras el príncipe pensaba en cómo debía actuar con respecto a lo que estaban diciendo de su esposa, se sentía preocupado. Sí, se sentía preocupado por Anastasia; si los rumores llegaban a sus oídos, ella podría molestarse, y eso a él le importaba mucho.Se habían inventado un rumor: que Anastasia era una joven común que él conoció en un lugar nocturno. Eso era cierto, pero el invento era que ella era una bailarina exótica, de esas que vendían caricias, y que el príncipe se había enamorado de ella. Como no podía mantenerla como su amante, le pidió que se casaran en secreto.Habían creado una historia de amor clandestino, y aunque no estaba mal, eso no le quitaba la frustración al príncipe. Pero supuestamente, solo el príncipe estaba enamorado, ya que señalaban a Anastasia como una interesada y falsa.L
Anastasia, con una mirada preocupada, se acercó a las escaleras donde la esperaba el príncipe Rhys. Este la recibió con el mismo semblante serio de siempre, pero de inmediato se percató del pálido rostro de su esposa.—¿Estás bien?—, no dudó en preguntarle, y usando un tono suave, extendiendo su mano hacia ella, pues temió que se desvaneciera en un segundo.Anastasia no titubeo, de prisa tomó la mano del príncipe y se sujetó a su brazo. Trató de ocultar su malestar.—Sí, estoy bien — respondió con una sonrisa forzada.—¿Segura? —preguntó con un tono incrédulo el príncipe. —Te noto algo pálida.—Debe ser por los nervios —explicó, —estoy muy nerviosa.Rhys después de evaluarla un rato más, la ajusto a su brazo y comenzaron a caminar; descendieron las escaleras hacia el salón principal, donde los invitados aguardaban ansiosamente. Mientras caminaban, Rhys notó la tensión en los hombros de Anastasia y decidió abordar el tema.—Sé que esto ser abrumador para ti - comenzó Rhys, manteniendo
Los nobles y dignatarios de todo el reino se habían congregado para presenciar el compromiso de su alteza el príncipe Rhys Bevanog de Gales. Entre la multitud se encontraban los más importantes líderes políticos, generales del ejército, y miembros destacados de la nobleza.Rhys mantuvo a su esposa a su lado mientras anunciaba:—Queridos amigos y distinguidos invitados, es un honor para mí presentarles a mi prometida, Anastasia. Ella ha llegado a mi vida trayendo consigo luz y amor, y estoy encantado de compartir este momento con todos ustedes.Seguía esperando la respuesta de la joven, ella se había quedado estatica en su lugar.Rhys tuvo que soltar por unos segundos a Anastasia, en el instante que él metió su mano a su saco y saco una pequeña caja de terciopelo de ahí, los ojos de Anastasia se abrieron por completo.Es entonces cuando reaccionó. Un anillo de oro blanco con una piedra incrustada brillo ante sus ojos. Era casi idéntico a la argolla que tenía aquel día cuando se despert
Anastasia había optado por mantener la boca cerrada. El malestar regresó con más fuerza, ya que la falta de oxígeno en sus pulmones no había desaparecido.Posiblemente fue la comida lo que la hizo sentir mareada, y con ese vestido ajustado a su cintura, aumentó esa sensación desagradable.—Anastasia, ¿estás bien? —preguntó nuevamente el príncipe, usando el mismo tono que la primera vez.Realmente estaba muy preocupado por ella y no entendía cómo seguía negando su mal estado.—Sí —dijo Anastasia, casi sin aliento.Pero antes de que él dijera otra cosa, una mujer se acercó a ellos. Era la baronesa, una mujer de porte imponente y elegante, de cabello oscuro y perfectamente peinado, con un vestido que resaltaba su figura esbelta y refinada. Su rostro, adornado con unos labios carmesí y unos ojos que detallaban todo a su paso, mostraba una expresión seria, pero justo en el momento en que sus ojos se encontraron con Rhys, algo en ella cambió y comenzó a sonreír.—Mi querido príncipe, qué pl
Rhys llegó justo a tiempo para que su esposa no cayera y se golpeara la cabeza en el suelo. Rápidamente se agachó y la tomo en el aire para sostenerla en sus brazos. Un gesto de preocupación se marcó en el rostro del príncipe.—Anastasia —la llamó, esperando a que ella reaccionará, sus ojos estaban cerrados.El príncipe se alarmó cuando ella no mostró señales de que estuviera bien. La cargo en sus brazos y se dirigió con pasos apresurados hacia las escaleras. Su escolta lo vio a cierta distancia y se acercó de inmediato.—¿Qué le ha pasado a la princesa? ¿Ella…? —su pregunta acabó ahí, pues el príncipe le había dado una mirada fulminante antes de subir los escalones.—Llama al médico y dile que se apresure, que es muy urgente —ordenó el príncipe.El escolta asintió, pero antes de que su alteza lo notará, él ya iba a mitad de las escaleras. El hombre pudo ver lo tan preocupado que estaba el príncipe por su mujer. Así que de inmediato sacó su teléfono móvil e hizo la llamada que le orde
El médico entendió bien lo que escucho, pero no indago en el tema, tampoco era su asunto.—No sabría decirle con exactitud, mi asistente le tomará unas muestras de sangre, si usted lo autoriza.El príncipe asintió.—Adelante, puede hacerlo.—Bien. En cuanto tenga los resultados los examinaré y después le daré un dictamen de la salud de su prometida.De nuevo él asistió, pero se le ocurrió pregunta.—¿Por qué me preguntaba si ella ha estado enferma? Pensé que usted sabría si mi prometida tendría un malestar o un contagio con la revisión.—Es porque no vi nada de ello —aclaro el hombre. —Pero si note algo que no puedo dejar pasar. Todo es relevante cuando se trata de la salud de un paciente.—¿A qué se refiere? —cuestiono con impaciencia. —¿Qué noto?Paso de mirar al médico para después fijar sus ojos en su esposa, que seguía recostada en su cama con los ojos cerrados, con una respiración calmada y ajena a su entorno. Se miraba hermosa, eso cruzo por su mente, pero no era el momento de