Anastasia, con una mirada preocupada, se acercó a las escaleras donde la esperaba el príncipe Rhys. Este la recibió con el mismo semblante serio de siempre, pero de inmediato se percató del pálido rostro de su esposa.—¿Estás bien?—, no dudó en preguntarle, y usando un tono suave, extendiendo su mano hacia ella, pues temió que se desvaneciera en un segundo.Anastasia no titubeo, de prisa tomó la mano del príncipe y se sujetó a su brazo. Trató de ocultar su malestar.—Sí, estoy bien — respondió con una sonrisa forzada.—¿Segura? —preguntó con un tono incrédulo el príncipe. —Te noto algo pálida.—Debe ser por los nervios —explicó, —estoy muy nerviosa.Rhys después de evaluarla un rato más, la ajusto a su brazo y comenzaron a caminar; descendieron las escaleras hacia el salón principal, donde los invitados aguardaban ansiosamente. Mientras caminaban, Rhys notó la tensión en los hombros de Anastasia y decidió abordar el tema.—Sé que esto ser abrumador para ti - comenzó Rhys, manteniendo
Los nobles y dignatarios de todo el reino se habían congregado para presenciar el compromiso de su alteza el príncipe Rhys Bevanog de Gales. Entre la multitud se encontraban los más importantes líderes políticos, generales del ejército, y miembros destacados de la nobleza.Rhys mantuvo a su esposa a su lado mientras anunciaba:—Queridos amigos y distinguidos invitados, es un honor para mí presentarles a mi prometida, Anastasia. Ella ha llegado a mi vida trayendo consigo luz y amor, y estoy encantado de compartir este momento con todos ustedes.Seguía esperando la respuesta de la joven, ella se había quedado estatica en su lugar.Rhys tuvo que soltar por unos segundos a Anastasia, en el instante que él metió su mano a su saco y saco una pequeña caja de terciopelo de ahí, los ojos de Anastasia se abrieron por completo.Es entonces cuando reaccionó. Un anillo de oro blanco con una piedra incrustada brillo ante sus ojos. Era casi idéntico a la argolla que tenía aquel día cuando se despert
Anastasia había optado por mantener la boca cerrada. El malestar regresó con más fuerza, ya que la falta de oxígeno en sus pulmones no había desaparecido.Posiblemente fue la comida lo que la hizo sentir mareada, y con ese vestido ajustado a su cintura, aumentó esa sensación desagradable.—Anastasia, ¿estás bien? —preguntó nuevamente el príncipe, usando el mismo tono que la primera vez.Realmente estaba muy preocupado por ella y no entendía cómo seguía negando su mal estado.—Sí —dijo Anastasia, casi sin aliento.Pero antes de que él dijera otra cosa, una mujer se acercó a ellos. Era la baronesa, una mujer de porte imponente y elegante, de cabello oscuro y perfectamente peinado, con un vestido que resaltaba su figura esbelta y refinada. Su rostro, adornado con unos labios carmesí y unos ojos que detallaban todo a su paso, mostraba una expresión seria, pero justo en el momento en que sus ojos se encontraron con Rhys, algo en ella cambió y comenzó a sonreír.—Mi querido príncipe, qué pl
Rhys llegó justo a tiempo para que su esposa no cayera y se golpeara la cabeza en el suelo. Rápidamente se agachó y la tomo en el aire para sostenerla en sus brazos. Un gesto de preocupación se marcó en el rostro del príncipe.—Anastasia —la llamó, esperando a que ella reaccionará, sus ojos estaban cerrados.El príncipe se alarmó cuando ella no mostró señales de que estuviera bien. La cargo en sus brazos y se dirigió con pasos apresurados hacia las escaleras. Su escolta lo vio a cierta distancia y se acercó de inmediato.—¿Qué le ha pasado a la princesa? ¿Ella…? —su pregunta acabó ahí, pues el príncipe le había dado una mirada fulminante antes de subir los escalones.—Llama al médico y dile que se apresure, que es muy urgente —ordenó el príncipe.El escolta asintió, pero antes de que su alteza lo notará, él ya iba a mitad de las escaleras. El hombre pudo ver lo tan preocupado que estaba el príncipe por su mujer. Así que de inmediato sacó su teléfono móvil e hizo la llamada que le orde
El médico entendió bien lo que escucho, pero no indago en el tema, tampoco era su asunto.—No sabría decirle con exactitud, mi asistente le tomará unas muestras de sangre, si usted lo autoriza.El príncipe asintió.—Adelante, puede hacerlo.—Bien. En cuanto tenga los resultados los examinaré y después le daré un dictamen de la salud de su prometida.De nuevo él asistió, pero se le ocurrió pregunta.—¿Por qué me preguntaba si ella ha estado enferma? Pensé que usted sabría si mi prometida tendría un malestar o un contagio con la revisión.—Es porque no vi nada de ello —aclaro el hombre. —Pero si note algo que no puedo dejar pasar. Todo es relevante cuando se trata de la salud de un paciente.—¿A qué se refiere? —cuestiono con impaciencia. —¿Qué noto?Paso de mirar al médico para después fijar sus ojos en su esposa, que seguía recostada en su cama con los ojos cerrados, con una respiración calmada y ajena a su entorno. Se miraba hermosa, eso cruzo por su mente, pero no era el momento de
Mientras caminaba por los largos pasillos de su palacio, su mente pensó en su madre. ¿Y si ella tiene algo que ver?«No, por supuesto que no» Sacudió la cabeza.Había notado muy bien el rechazo que la reina había tenido hacia Anastasia, era muy evidente el desprecio que sentía hacia esa joven, ¿y solo por qué?, porque ella sabía que Anastasia no llevaba sangre real, pero muy aparte de eso, porque la joven era muy diferente a muchas otras princesas que la reina Crystin había tratado en el pasado.A la reina le gustaba controlar todo, incluso a las personas, y cuando se dio cuenta de que no lo lograría con Anastasia, abandono la idea de acercarse a ella. La joven se le hizo ordinaria e insolente, nadie se había atrevido a responderle a la reina o llevarle la contra y esas dos cosas ya las había hecho Anastasia.Tal vez lo que más odiaba de ella era su frescura, su espíritu revolucionario que para la reina no encajaba en su diplomático mundo. Una mujer que hablaba más y luchaba por sus i
La dama recogía unas zanahorias en el momento que el príncipe entro al invernadero. La joven ya llevaba varios vegetales en el cesto que cargaba en su brazo izquierdo. En cuanto los ojos de Rhys se posaron él a sirvienta, miro rojo. La furia lo invadió de inmediato y en unas cuantas zancadas ya estaba detrás de ella.Él la tomó del brazo con brusquedad y la giro hacia él. La dama soltó un grito de terror y sus ojos se abrieron por completo.—¡Alteza! —exclamó casi con un bramido.Rhys clavó sus ojos en ella, deseando perforar su cráneo con la mirada, buscando entre sus pensamientos malvados cualquier indicio de hostilidad hacia su esposa.—Tú —pronunció con un tono áspero. —Tú fuiste.La joven lo miró sin comprender.—Alteza, ¿yo qué hice? —su voz temblaba, al igual que ella, como una hoja en plena lluvia y frío. Su miedo era evidente.—Trataste de matar a mi esposa —la acusó con un tono mordaz y con los ojos inyectados de sangre por la ira.Los ojos de la chica se abrieron más, tanto
Por un lado, estaba seguro de que había descubierto al responsable del intento de asesinato contra su esposa. Por otro lado, una parte de él se preguntaba si había cometido un error al acusar a la joven sin pruebas concluyentes.Aunque ella había suplicado diciendo que era inocente, en ese momento para Rhys no llegaba el razonamiento, solo quería castigar al culpable.Pero eso no quitaba que Rhys se sintiera abrumado, un sentimiento de desasosiego lo invadió. Había actuado con impulsividad y ahora se enfrentaba a las consecuencias de sus acciones. Se preguntaba si había sido justo con la joven o si había sido víctima de sus propias emociones desbocadas.Esa noche debió ser de agrado, paso a una angustiante, tanto para el cómo para la joven que acuso de asesinato. Anastasia seguía durmiendo, no había despertado en toda la noche.El tiempo parecía detenerse en esa habitación. Fue hasta el día siguiente, cuando Anastasia abrió sus ojos, un suspiro suave escapó de los labios de Anastasia.