Anastasia había optado por mantener la boca cerrada. El malestar regresó con más fuerza, ya que la falta de oxígeno en sus pulmones no había desaparecido.Posiblemente fue la comida lo que la hizo sentir mareada, y con ese vestido ajustado a su cintura, aumentó esa sensación desagradable.—Anastasia, ¿estás bien? —preguntó nuevamente el príncipe, usando el mismo tono que la primera vez.Realmente estaba muy preocupado por ella y no entendía cómo seguía negando su mal estado.—Sí —dijo Anastasia, casi sin aliento.Pero antes de que él dijera otra cosa, una mujer se acercó a ellos. Era la baronesa, una mujer de porte imponente y elegante, de cabello oscuro y perfectamente peinado, con un vestido que resaltaba su figura esbelta y refinada. Su rostro, adornado con unos labios carmesí y unos ojos que detallaban todo a su paso, mostraba una expresión seria, pero justo en el momento en que sus ojos se encontraron con Rhys, algo en ella cambió y comenzó a sonreír.—Mi querido príncipe, qué pl
Rhys llegó justo a tiempo para que su esposa no cayera y se golpeara la cabeza en el suelo. Rápidamente se agachó y la tomo en el aire para sostenerla en sus brazos. Un gesto de preocupación se marcó en el rostro del príncipe.—Anastasia —la llamó, esperando a que ella reaccionará, sus ojos estaban cerrados.El príncipe se alarmó cuando ella no mostró señales de que estuviera bien. La cargo en sus brazos y se dirigió con pasos apresurados hacia las escaleras. Su escolta lo vio a cierta distancia y se acercó de inmediato.—¿Qué le ha pasado a la princesa? ¿Ella…? —su pregunta acabó ahí, pues el príncipe le había dado una mirada fulminante antes de subir los escalones.—Llama al médico y dile que se apresure, que es muy urgente —ordenó el príncipe.El escolta asintió, pero antes de que su alteza lo notará, él ya iba a mitad de las escaleras. El hombre pudo ver lo tan preocupado que estaba el príncipe por su mujer. Así que de inmediato sacó su teléfono móvil e hizo la llamada que le orde
El médico entendió bien lo que escucho, pero no indago en el tema, tampoco era su asunto.—No sabría decirle con exactitud, mi asistente le tomará unas muestras de sangre, si usted lo autoriza.El príncipe asintió.—Adelante, puede hacerlo.—Bien. En cuanto tenga los resultados los examinaré y después le daré un dictamen de la salud de su prometida.De nuevo él asistió, pero se le ocurrió pregunta.—¿Por qué me preguntaba si ella ha estado enferma? Pensé que usted sabría si mi prometida tendría un malestar o un contagio con la revisión.—Es porque no vi nada de ello —aclaro el hombre. —Pero si note algo que no puedo dejar pasar. Todo es relevante cuando se trata de la salud de un paciente.—¿A qué se refiere? —cuestiono con impaciencia. —¿Qué noto?Paso de mirar al médico para después fijar sus ojos en su esposa, que seguía recostada en su cama con los ojos cerrados, con una respiración calmada y ajena a su entorno. Se miraba hermosa, eso cruzo por su mente, pero no era el momento de
Mientras caminaba por los largos pasillos de su palacio, su mente pensó en su madre. ¿Y si ella tiene algo que ver?«No, por supuesto que no» Sacudió la cabeza.Había notado muy bien el rechazo que la reina había tenido hacia Anastasia, era muy evidente el desprecio que sentía hacia esa joven, ¿y solo por qué?, porque ella sabía que Anastasia no llevaba sangre real, pero muy aparte de eso, porque la joven era muy diferente a muchas otras princesas que la reina Crystin había tratado en el pasado.A la reina le gustaba controlar todo, incluso a las personas, y cuando se dio cuenta de que no lo lograría con Anastasia, abandono la idea de acercarse a ella. La joven se le hizo ordinaria e insolente, nadie se había atrevido a responderle a la reina o llevarle la contra y esas dos cosas ya las había hecho Anastasia.Tal vez lo que más odiaba de ella era su frescura, su espíritu revolucionario que para la reina no encajaba en su diplomático mundo. Una mujer que hablaba más y luchaba por sus i
La dama recogía unas zanahorias en el momento que el príncipe entro al invernadero. La joven ya llevaba varios vegetales en el cesto que cargaba en su brazo izquierdo. En cuanto los ojos de Rhys se posaron él a sirvienta, miro rojo. La furia lo invadió de inmediato y en unas cuantas zancadas ya estaba detrás de ella.Él la tomó del brazo con brusquedad y la giro hacia él. La dama soltó un grito de terror y sus ojos se abrieron por completo.—¡Alteza! —exclamó casi con un bramido.Rhys clavó sus ojos en ella, deseando perforar su cráneo con la mirada, buscando entre sus pensamientos malvados cualquier indicio de hostilidad hacia su esposa.—Tú —pronunció con un tono áspero. —Tú fuiste.La joven lo miró sin comprender.—Alteza, ¿yo qué hice? —su voz temblaba, al igual que ella, como una hoja en plena lluvia y frío. Su miedo era evidente.—Trataste de matar a mi esposa —la acusó con un tono mordaz y con los ojos inyectados de sangre por la ira.Los ojos de la chica se abrieron más, tanto
Por un lado, estaba seguro de que había descubierto al responsable del intento de asesinato contra su esposa. Por otro lado, una parte de él se preguntaba si había cometido un error al acusar a la joven sin pruebas concluyentes.Aunque ella había suplicado diciendo que era inocente, en ese momento para Rhys no llegaba el razonamiento, solo quería castigar al culpable.Pero eso no quitaba que Rhys se sintiera abrumado, un sentimiento de desasosiego lo invadió. Había actuado con impulsividad y ahora se enfrentaba a las consecuencias de sus acciones. Se preguntaba si había sido justo con la joven o si había sido víctima de sus propias emociones desbocadas.Esa noche debió ser de agrado, paso a una angustiante, tanto para el cómo para la joven que acuso de asesinato. Anastasia seguía durmiendo, no había despertado en toda la noche.El tiempo parecía detenerse en esa habitación. Fue hasta el día siguiente, cuando Anastasia abrió sus ojos, un suspiro suave escapó de los labios de Anastasia.
Ella había confiado en esa joven, la había considerado una amiga y aliada en el palacio. La idea de que esa misma persona hubiera intentado hacerle daño era difícil de aceptar.—Pero, ¿por qué lo haría? —preguntó Anastasia, buscando respuestas en los ojos de su esposo.Rhys suspiró, sintiendo el peso de la situación sobre sus hombros.—Eso es algo que aún no sabemos con certeza. Pero lo importante es que estás mejor ahora.Anastasia asintió, pero en su interior seguía luchando por comprender cómo alguien en quien había confiado tanto había sido capaz de traicionarla de esa manera.*****Los días habían pasado. Y no se sabía nada de la joven que supuestamente había intentado asesinar a la princesa. Los rumores se aplacaron cuando el príncipe se enteró de que andaban divulgando en los pasillos entre el personal, el tema del desmayo de Anastasia.Algunos dijeron que esa causa podría ser provocada por un embarazo, y que solo hicieron un alboroto innecesario porque querían esconderlo, ya q
La dama de compañía bajó la mirada aún más, sintiendo la tensión en el aire. Sabía que no era su lugar cuestionar a la princesa, pero tampoco podía simplemente ignorar las órdenes que le habían dado.—Lo siento, alteza. Solo intento cumplir con mis deberes lo mejor que puedo —respondió con voz temblorosa, sin atreverse a levantar la vista.Anastasia suspiró, sintiéndose culpable por su brusquedad. No quería ser injusta con la joven, pero la situación la había puesto nerviosa y frustrada.—Lo entiendo. Pero a veces me gustaría hacer las cosas por mí misma, aunque sea algo tan simple como cepillarme el cabello —dijo suavizando su tono. —No es culpa tuya, lo siento.La dama asintió, agradecida por el perdón implícito en las palabras de la princesa. Continuó con su tarea, pero esta vez con un cuidado especial, tratando de no molestar a Anastasia más de lo necesario.El silencio reinó de nuevo en la habitación, solo interrumpido por el suave crujido del cepillo deslizándose por el cabello