37. Aclarando dudas

La dama de compañía bajó la mirada aún más, sintiendo la tensión en el aire. Sabía que no era su lugar cuestionar a la princesa, pero tampoco podía simplemente ignorar las órdenes que le habían dado.

—Lo siento, alteza. Solo intento cumplir con mis deberes lo mejor que puedo —respondió con voz temblorosa, sin atreverse a levantar la vista.

Anastasia suspiró, sintiéndose culpable por su brusquedad. No quería ser injusta con la joven, pero la situación la había puesto nerviosa y frustrada.

—Lo entiendo. Pero a veces me gustaría hacer las cosas por mí misma, aunque sea algo tan simple como cepillarme el cabello —dijo suavizando su tono. —No es culpa tuya, lo siento.

La dama asintió, agradecida por el perdón implícito en las palabras de la princesa. Continuó con su tarea, pero esta vez con un cuidado especial, tratando de no molestar a Anastasia más de lo necesario.

El silencio reinó de nuevo en la habitación, solo interrumpido por el suave crujido del cepillo deslizándose por el cabello
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