25. ¡Llegué tarde!

Anastasia salió con un zumbido que la dejó aturdida. Más bien habían sido las palabras de la princesa la que se quedaron así con esos pensamientos instalados en su mente.

No debió haber ido a esa alcoba, no debió haberla escuchado. ¿Pero quería vivir engañada? Claro que no. Rhys no parecía el tipo de hombre que conversaba y contaba sus cosas con otras personas, mucho menos iba a rectificar sus errores, si es que en algún momento le había sido infiel.

Esa idea, de que le fuera infiel, la inquietó tanto que no lograba concentrarse en nada, ni siquiera en las personas que la rodeaban.

—Alteza —la voz de su dama la hizo salir de sus pensamientos.

Finalmente, había conseguido tener su atención. Llevaba rato llamándola y no conseguía ninguna reacción de su parte. Incluso se había preocupado, pensando que su alteza se sentía enferma.

—¿Sí? ¿Decías? —dijo todavía desconectada con la realidad.

—Ya pasan de las ocho, la señorita…

—¡Oh, demonios! —gritó alarmada, Anastasia y caminó en círculos p
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