Sofía: Sangre. Hay sangre en mis manos y en mis ropas, incluso creo que mi cabello está mojado de sangre. Algo terrible ha debido suceder, pero no lo recuerdo. ¿Que sucedió? Lo último que viene a mi mente es que el ruso infernal puso un b**e en mis manos. ¿Lo golpeé? ¿Lo maté? No lo sé, pero no lo creo. No es posible, porque de haber sido así, Milia y la gatubela no estarían tan tranquilas. Entonces, ¿qué demonios sucedió? ¿Golpeé a esos hombres? ¿Por qué no lo recuerdo? Dentro del camión, viajamos el chofer, un escolta, Milia, Yelana y yo. La visibilidad es prácticamente nula. Se ha desatado una tormenta y nos vemos forzados a viajar en un camión todoterreno modificado para avanzar sin dificultad sobre la nieve. Según entiendo, estos vehículos no se orientan por satélite, hacerlo durante una tormenta de nieve de esta magnitud sería sino difícil, imposible. Por lo tanto, para no perdernos en la Siberia, los vehículos vienen con brújula integrada. Milia mira por la ventana, est
Sofía: Regresamos a este lugar hace tres días y aunque Yelana lo intenta, no logra contactar con Alexis o con Yura. Milia está histérica y no soporto pasarme una hora más sentada frente a la televisión viendo los mismos reportajes una y otra vez. Quedarme dentro del edificio principal no es una opción. La matrona me regaña a cada paso que doy y las sumisas del servicio me miran con mala cara. Estoy harta. Así que después de almuerzo, en lo que Milia y Yelana toman una siesta, me visto acordé a la temperatura de cinco grados bajo cero que hace afuera del edificio principal y camino sobre la nieve, disfrutando el sonido de aplastarla bajo mis botas. Me he puesto un gorro, un abrigo extra grande, que parece hecho de piel de oso polar, un chaleco térmico y por encima dos t-shirts , dos pantalones de algodón, medias, uff. Parezco una vaca con tanta ropa encima pero morir congelada no me parece que sería agradable, además, también me he puesto un par de guantes. Nunca había tenido op
Sofía: —Aquí es dónde probamos las armas.- anuncia Eván con aire orgulloso. Me ha traído a un lugar que solo he visto en películas, es un cuadrilátero rodeado y protegido por cristales, imagino que sean cristales blindados. Hay tres canchas, pero solo en la del medio ( la que tenemos de frente) está colocado ese característico póster con la silueta humana. Sobre una mesa a mi izquierda hay un grupo de revólveres, escopetas, ametralladoras e incluso granadas de mano, organizadas por orden de tamaño, de menor a mayor, de izquierda a derecha. —¿Que son esas?- pregunté. Mirando con curiosidad unas cosas cilíndricas, que parecían lápices labiales sin embargo tenían un botón rojo en borde superior. —Esas son mis bebés.- comentó Eván sonriendo ampliamente.- son un tipo especial de granadas de mano diseñadas por mí. Sólo nosotros poseemos este tipo de armamento, es exclusivamente nuestro, no lo vendemos. Toma uno de los cilindros entre sus dedos, ofreciéndomelo. No me atrevo a tocar esa
Sofía: Alexis estaba prácticamente sobre mí, metido por completo en su espacio personal y respirándole encima. Cierra su mano sobre la solapa del abrigo, tirando de mí con brusquedad hasta pegándola a su cuerpo. Un sudor frío la recorre. Terminaré con tortícolis de extender tanto el cuello, a veces olvido lo increíblemente alto que es. Debe medir dos metros o más. Hoy trae el largo cabello recogido en una coleta. —Te advertí que te mantuvieras alejada de mi hermano, italiana.- masculla entre dientes.- ¡parece que además de tonta eres también sorda! Me aparta de un empujón y se dirige a la cama, sentándose sobre ella, masajeando sus sienes con el rostro fruncido. —Parece que no comprendes tu situación.- continúa, apretando fuertemente el puente de su nariz.- puede que seas mi esposa pero continúas siendo mi prisionera. Todas esas pequeñas libertades de las que gozas pueden desaparecer con el simple chasquido de mis dedos. Entorna sus diabólicos ojos, mirándome a través de sus
Alexis: Cinco horas antes: Había optado por reunirme con las mujeres en la Ciudadela. No ordené que el Jet nos recogiera porque el país entero está en alerta máxima debido al “ atentado “ de hace dos días. ¡Ja! Es preferible que la opinión pública crea que el estallido en el hotel se debió al accionar de una célula terrorista desconocida y no a una guerra entre mafias. Además, los italianos muertos tenían de turistas lo que yo de sacerdote. Planeaban expandirse tomando el hotel como punto de partida y apoderarse del mayor distrito de Moscú, ilusos. Y ahora son unos ilusos en bolsas para cadáveres en la morgue. La verdad es, que me asombra la osadía de Vitorio. El hombre simplemente alucina si cree que tendría el más mínimo chance de crearse un foco italiano en mi país y menos en mi ciudad. Que de vez en cuando nos robemos unos a otros pequeñas porciones de territorios a nivel internacional es esperable, pero que venga a querer montar su negocio en mi patio, es un nivel de estupi
Se le aguaron los ojos. Veinte minutos, había llegado tarde por veinte minutos y cuando bajó las escaleras ya habían retirado la cena. Estaba hambrienta y mucho, parecía que los Ivanov habían complotado en su contra para dejarla sin cenar. Otra vez. Contuvo las lágrimas mordiéndose el labio inferior. ¿Qué podía hacer? Sabía que las sumisas no la obedecerían. No lo habían hecho antes y menos lo harían ahora que Víctor le había puesto un collar. El cubil pareció desierto pero sabía que los hermanos Ivanov y Yelana estaban por ahí, en algún lugar, seguramente planeando la mejor forma de hacerle la vida miserable. Estuvo caminando sin rumbo durante unos minutos, hasta que se vio justo delante de la puerta del despacho. Tenía dos opciones, podía tirarse a llorar en el suelo o podía intentar entretener su mente hasta que fuera más tarde para entonces asaltar la cocina. Alexis estaba durmiendo, así que no habría problemas. Probó la manija de la puerta y esta se abrió. Miró a ambos lado
Sofía; Cuanto desperté, me dirigí al primer piso, a la enfermería para saber del cachorro. Imaginé que habría muerto durante la noche y me preparé mentalmente para el castigo que recibiría. Liberé un gruñido. Alexis no me lo había encargado por nada. De seguro sabía que moriría y me lo había dado adrede La puerta de la enfermería estaba abierta y entré, buscando a Samuel con la mirada. Lo encontré de espaldas, desinfectado unos objetos metálicos . Tragué en seco. Pensando que quizá él demonio había bajado antes que yo, y viendo al cachorro muerto había ordenado al médico que lo disecara o algo. —Buen día. El médico se volteó, a mirarme sonriente. —Buen día.¿ Vienes por tu pacientico? Me tembló el labio. Odio que los animalitos sufran. —¿Sabes dónde podría enterrarlo?- susurré. Samuel elevó las cejas. —Esto es nuevo. Sabía que el Don era implacable pero no tenía ni idea de que le gustase enterrar animales vivos. Espera, espera, espera…dijo…¿vivos? De una jaula en el suel
Sofia: El lobo bebía del biberón con verdadero entusiasmo. —¿Pasaste mucho trabajo para encontrarlo?- preguntó ella a la sumisa. —Un poco. Allí abajo casi no hay iluminación y hay demasiadas cosas acumuladas por todas partes. ¿Por qué tendrían los Ivanov cosas de bebé sin estrenar en el sótano? Sofía se preguntó, ve tú a saber, en esta familia todos están locos. —Gracias Ludmila. —Para servirle, señora. La sumisa se movió en dirección a la puerta. —Oye.- la llamó ella.- ¿dónde podría conseguir un collar para…- gruñó, el nombre que Alexis le había puesto al animalito era ridículo.-…para el cachorro? Ludmila la miró fijamente por un instante. —¿Servirá uno de los que llevan las sumisas, señora? A lo mejor, le queda grande pero se podría ajustar. —Eso sería genial. ¿Dónde lo encuentro? Ludmila sonrió. —No se preocupe, Señora, yo se lo traigo. 000 —Alexis salió- anunció Milia, durante el almuerzo. —¿Y la italiana?- masculló Yelana. —Pidió que le subieran una bandeja a su