Se le aguaron los ojos. Veinte minutos, había llegado tarde por veinte minutos y cuando bajó las escaleras ya habían retirado la cena. Estaba hambrienta y mucho, parecía que los Ivanov habían complotado en su contra para dejarla sin cenar. Otra vez. Contuvo las lágrimas mordiéndose el labio inferior. ¿Qué podía hacer? Sabía que las sumisas no la obedecerían. No lo habían hecho antes y menos lo harían ahora que Víctor le había puesto un collar. El cubil pareció desierto pero sabía que los hermanos Ivanov y Yelana estaban por ahí, en algún lugar, seguramente planeando la mejor forma de hacerle la vida miserable. Estuvo caminando sin rumbo durante unos minutos, hasta que se vio justo delante de la puerta del despacho. Tenía dos opciones, podía tirarse a llorar en el suelo o podía intentar entretener su mente hasta que fuera más tarde para entonces asaltar la cocina. Alexis estaba durmiendo, así que no habría problemas. Probó la manija de la puerta y esta se abrió. Miró a ambos lado
Sofía; Cuanto desperté, me dirigí al primer piso, a la enfermería para saber del cachorro. Imaginé que habría muerto durante la noche y me preparé mentalmente para el castigo que recibiría. Liberé un gruñido. Alexis no me lo había encargado por nada. De seguro sabía que moriría y me lo había dado adrede La puerta de la enfermería estaba abierta y entré, buscando a Samuel con la mirada. Lo encontré de espaldas, desinfectado unos objetos metálicos . Tragué en seco. Pensando que quizá él demonio había bajado antes que yo, y viendo al cachorro muerto había ordenado al médico que lo disecara o algo. —Buen día. El médico se volteó, a mirarme sonriente. —Buen día.¿ Vienes por tu pacientico? Me tembló el labio. Odio que los animalitos sufran. —¿Sabes dónde podría enterrarlo?- susurré. Samuel elevó las cejas. —Esto es nuevo. Sabía que el Don era implacable pero no tenía ni idea de que le gustase enterrar animales vivos. Espera, espera, espera…dijo…¿vivos? De una jaula en el suel
Sofia: El lobo bebía del biberón con verdadero entusiasmo. —¿Pasaste mucho trabajo para encontrarlo?- preguntó ella a la sumisa. —Un poco. Allí abajo casi no hay iluminación y hay demasiadas cosas acumuladas por todas partes. ¿Por qué tendrían los Ivanov cosas de bebé sin estrenar en el sótano? Sofía se preguntó, ve tú a saber, en esta familia todos están locos. —Gracias Ludmila. —Para servirle, señora. La sumisa se movió en dirección a la puerta. —Oye.- la llamó ella.- ¿dónde podría conseguir un collar para…- gruñó, el nombre que Alexis le había puesto al animalito era ridículo.-…para el cachorro? Ludmila la miró fijamente por un instante. —¿Servirá uno de los que llevan las sumisas, señora? A lo mejor, le queda grande pero se podría ajustar. —Eso sería genial. ¿Dónde lo encuentro? Ludmila sonrió. —No se preocupe, Señora, yo se lo traigo. 000 —Alexis salió- anunció Milia, durante el almuerzo. —¿Y la italiana?- masculló Yelana. —Pidió que le subieran una bandeja a su
Si las miradas mataran, la italiana lo fulminaría con la suya. Lo estaba mirando con una expresión de odio que francamente, le hacía mucha gracia. Por un momento consideró ponerle también una venda en los ojos, y buscando una venda cuya tela fuese lo suficientemente ancha como para cubrirle casi todo el rostro, procedió a venderla. —No podrás ver pero sentirás todo lo que hago contigo, baranina, para que aprendas de una vez a comportarte.- murmuró, acercándose a la mesa donde estaban los objetos filosos. Cuchillos, navajas, toda clase de implementos de tortura cortantes. Con movimientos decididos y rápidos, cortó la tela de su top, rasgándola luego hasta deshacerse de él. Tenía a la italiana justo frente a sí, cubierta solo por sus sujetadores y sus bragas. Se tomó unos minutos para apreciar lo delicada que era su piel, tornándose rápidamente rosada por el esfuerzo de oponer resistencia y por el miedo. Procedió a cortar la tela del sujetador, justo por delante, por sobre el ridícu
Su torturador dio un par de pasos, posicionándose justo entre sus piernas. Tiró del látigo y este restalló sobre la piel de su pubis. —¡Ah! - ¡Oh,no! Pensó Sofía, temiendo que él volviera a amordazarla e intentando soltarse las esposas, tirando de ellas. —¡Silencio, esclava!- masculló él.- ¡obedece! ¡Abre! Sofía abrió la boca y mordió, clavando sus dientes en la carne y masticando rápidamente. —Buena chica.- susurró él complacido, en lo que ella comía un pedazo de buey asado, enrojeciendo de vergüenza por lo sucios que habían sido sus pensamientos. Ella había creído que él quería meterle su verga en la boca, pero había sido comida. —¿Más?- preguntó y ella asintió. Alexis procedió a darle de comer una lasca de jamón y queso, Sofía masticó con apuro. —Woah, calma baranina. Lo que comes no va a irse a ningún lado.- se burló él. – ahora, bebe. Ordenó, poniéndole el pico de la botella de vino contra sus labios. Ella dio un pequeño sorbo. —Más. – ordenó él. —¿Quieres emborrachar
Alexis bajó a desayunar. Estaba particularmente contento esta mañana. Silbando al compás de una canción pop muy popular por esos días. Su hermanos y Yelana ya lo esperaban sentados a la mesa. Pero dónde estaba…ah, ahí está. La italiana estaba de pie, junto a la pared, esperando órdenes junto con las demás sumisas. Él comprimió sus labios. Sofía vestía lo característico de los sumisas y estaba descalza incluso. Sin embargo, no sabía por qué, a él le parecía que algo estaba horriblemente mal. —Ven aquí, esclava.- ordenó y la chica se acercó rápidamente a él. —¿Desea algo más, Amo?- susurró ella, nerviosamente. Sin mediar palabra, la tomó del codo hasta hacerla sentarse sobre sus rodillas. —Tengo hambre.- anunció él.- aliméntame. Ella palideció, pero rápidamente comenzó a untar las tostadas con mantequilla y a acercárselas la boca. —Puede, que la italiana vista como sumisa, y es cierto que la estoy domesticando, pero que no se les olvide que aunque tiene un collar también lleva m
—¿Me dejarás ir?- preguntó ella esperanzada. Tomando el edredón de la cama para cubrirse. Había notado que sólo ella estaba desnuda, él no se había quitado ni una mínima prenda de ropa —¿Lo juras? Si me convierto en tu puta, ¿me dejarás ir?- insistió. Él gruñó, bajándose de la cama. —Creo que al collar voy a agregarle una mordaza. Tu incesante parloteo me produce jaquecas.- protestó él. Ignorándola el se alejó encaminándose al baño. —¡Alexis!- reclamó ella.- lo prometiste, cuando nos casamos, dijiste que... —Dije una sarta de estupideces que jamás planeé cumplir, baranina. ¿Un matrimonio solo de nombre?¡Ja! Sólo una niñata ingenua como tú se creería algo así. Sofía palideció. —Eso quiere decir…- comenzó a hiperventilar ella.- ¿¡quieres decir que nunca me dejarás ir!? —Yo no he dicho eso.- respondió él desde el baño.- solo he dicho que si te portas bien, y eres una buena esclava…lo consideraré. —¿Cuándo?- susurró ella desesperada. Alexis salió del baño, secándose la cara con
—¿ Qué novedades hay?- masculló.—El señor Krasnir lo espera en su despacho en cuanto usted guste. Estará a su entera disposición una vez regrese a Moscú.Era demasiado pronto. Apenas había pasado una semana desde lo del bombazo en el hotel. Yura y Oleksander sobrevivirían, con secuelas menores, pero sobrevivirían. Sin embargo, sabía que no podía precipitarse a regresar a Moscú. Sus informantes dentro de la ley le habían recomendado mantener un perfil bajo hasta que se calmaran las aguas, pero congelarse el culo en la fortaleza lo estaba poniendo de mal humor.—Comunícate con ese viejo baboso y arregla una reunión vía Skype. No tengo paciencia para esperar a nuestro retorno a Moscú. Esto es urgente.—Como ordene, señor. ¿Qué le digo a la señora Yelana? Está haciendo preguntas.—Dile que estoy moviendo los activos del búlgaro. Eso le callará la boca.- masculló, sirviéndose un vodka.- ¿qué hay de lo otro?—El equipo de seguridad a cargo de la vigilancia de la señorita Sonya no ha repor