Sofía:—¿Pediste verme?- susurro, asomándome a la puerta del despacho.El me contempla en silencio pero me hace una seña para que entre.—Deja la puerta abierta y toma asiento- ordena y yo obedezco.Me acomodo en la silla frente a él y noto que con nosotros está el árabe libidinoso de anoche.—Italiana , te presento al jeque Amed Bin Jaipur, es un viejo conocido mío, y socio de negocios.El hombre me dirigir una mirada de superioridad y yo mi limito a asentir.Frunzo el entrecejo…creo haber escuchado ese nombre antes en algún lugar.—¿ Estás seguro de que podrá llevarlo a cabo? No parece tener la garra que se necesita para este tipo de negocios.—Lo hará. Está decidida a continuar por el camino que se ha escogido para ella.—Ah…- Amed sonríe, mostrando sus dientes.- …una sumisa ascendida. Ya veo. Creí que tu relación con ella era diferente, pero veo que me equivoqué.Alexis se mantiene en silencioso. El árabe se pone en pie, es un hombre alto pero no tan alto como el Don. Se acerca, q
Sofía:La Ciudadela está desierta.Los trabajadores están liberados por la celebración del triunfo del Don, la señora Nikola continúa en Rusia y todas las sumisas con ella.A excepción de unos veinte guardias no queda nadie protegiendo el lugar.La única persona que ha quedado en la enorme pila de rocas en medio de la nada es el médico, y él nos recibe con asombro.—Quítele el implante anticonceptivo, doctor.- ordena Ludmila, apuntándole directamente con un arma.—Sus efectos dejaron de funcionar hace tres meses, debió venir a cambiárselo antes.- masculla, malhumorado el hombre.—No me haga perder el tiempo, esos implantes también contienen localizadores.Usted lo sabe y yo también, haga lo que le digo, ¡ahora!El médico obedece, esterilizando mi piel, tomando una pistola y colocándola sobre el sitio del implante, disparando y extrayéndolo de debajo de mi piel.—Ahora, el mío. ¡Rápido!- brama Ludmila y el médico obedece. – haría bien en eliminar cualquier rastreo que pueda tener usted,
Convento Madre Teresa de los Olmos, Palermo, Italia. Noviembre de 2020. 3:30 a:m El sonido de los disparos la despertó. Sobresaltada y asustada hasta el borde de un colapso nerviosos, corría, junto a las demás novicias, a buscar refugio en el atrio central de la iglesia. Gruesas lágrimas caían por su rostro, sabía que lo que estaba sucediendo era su culpa. Había intentado mantenerse apartada de la suciedad y mugre que rodeaba a su familia, había intentado mantenerse oculta, llevando una vida tranquila, dedicada al rezo y a la meditación como medio para alcanzar un ápice de paz, sin embargo, todo había sido inútil. La habían encontrado. La llegada de los mafiosos había firmado su sentencia y la de todas las mujeres en el convento. Las grandes puertas de la capilla principal brindaron resistencia hasta que se empleó una granada contra ellas, haciéndolas saltar de sus goznes y caer estrepitosamente al interior de la capilla. Dentro, las cien novicias y las cinco monjas temblaron de
En la habitación estaban los dos soldados y las cuatro sumisas que había enviado a sacarla del foso. Entre las mujeres batallaban por controlar a la enferma, quién se revolvía y se estremecía constantemente. Balbuceando cosas ininteligibles en italiano. —¿Está convulsionando?- preguntó. —No Señor, solo delira. – explicó el médico, preparando rápidamente un calmante para hacerla dormir. —¡Vitorio! Mío fratello, non che posso credere. ¡Non!- gritó la enferma desenfrenadamente. En cuanto el somnífero entró en su torrente sanguíneo, la muchacha comenzó a calmarse y a relajarse hasta caer profundamente dormida. Entonces el doctor procedió a colocarle una intravenosa conectada a un suero y en el suero diluyó el antibiótico de amplio espectro requerido para que se mejorara. —Esta madrugada y el día de mañana serán vitales. El nivel de infección en sangre es demasiado elevado, si el antibiótico no surte efecto rápido es posible que la paciente fallezca. —Haga todo lo posible por salvarl
Veinte y cuatro horas antes:Retrocediendo sobre sus pasos, Sofía regresó a la cama, sentándose al borde de la misma y retorciendo nerviosamente sus manos en su regazo, manteniendo su vista alejada del espectro del infierno que había entrado a su habitación.Alexis se acomodó sobre el viejo butacón, que quedaba justo al pie de la cama, cruzó un musculoso pie sobre el otro y prendiendo uno de sus puros, contempló el perfil de la desaliñada niña que tenía frente a sí. Era hora de llevar a cabo una negociación vital para sus planes.***Actualidad:—Mírame.- gruñó él, volviendo a tirar de su cabellera, forzándola a girar su rostro en su dirección.—Te miro, ¿ahora qué?—Deberías sonreír. Mírate, de prisionera en la celda más inmunda del foso a esposa del Don de la mafia rusa, tu suerte ha dado un giro de trescientos sesenta grados, ¿no crees, italiana?Alexis la contempló comprimir sus labios, su rostro pareció desencajarse en una mueca de asco.—Si hubiese sido realmente suertuda, hubies
El Jet se elevó en el aire entre lo vítores de los soldados. Alexis miró por la ventana en lo que la fortaleza se hacía cada vez más pequeña y finalmente quedaba atrás. A su lado se sentaba Sofía, pálida y silenciosa, como un fantasma y frente a ellos viajaban Milia y Eván, este último había decidido llevarse un juguete a la mansión en Moscú, ya que arrodillada entre sus piernas estaba la sumisa de anoche. —¿Donde dormirá tu perra, Eván?- preguntó Milia con desagrado. —En mi cuarto, en el suelo, como le corresponde.- respondió él, acariciando la mejilla de la morena. —¿Y qué sucederá cuando te aburras de ella?- insistió Milia. La sonrisa de Eván se hizo aún más amplia y siniestra. —Se irá a uno de nuestros clubes de strippers o la encontrarán muerta en un latón de basura, no sé. Aún no me decido. Sofía sintió como se le helaba la sangre, sin embargo parecía que la sumisa era sorda o idiota porque en ese momento comenzó a lamer y chupar los dedos de Eván como si en verdad fuer
Sofía despertó lentamente, abriendo los ojos y ocultando el rostro contra la almohada. Había dormido cómodamente en una cama por primera vez en mucho tiempo, pero a qué precio…El reloj de su mesita de noche la sobresaltó al anunciar que eran las ocho treinta, debía vestirse y bajar a desayunar a las nueve en punto junto con todos los presentes en la mansión o no comería nada hasta el almuerzo a las dos de la tarde. La idea de bajar a desayunar y sentarse a la mesa con todos esos Ivanov le producía náuseas, esa gente había matado a miembros de su familia tanto como los Visconti habían reciprocado la ofensa. Ambas familias criminales eran tan orgullosas y prepotentes que no toleraban la competencia. Recogiéndose el cabello en un moño y volviendo a llevar el vestido de anoche, se alistó a bajar, iba a mitad de las largas escaleras pensando en como lavar las prendas que estaba usando para devolvérselas a Milia, el único vestido con que contaba, e incluso la ropa interior, se lo había dad
Dos meses después: El viaje por Latinoamérica que debió durar un par de semanas se extendió a un par de meses. De México pasaron a Colombia y de ahí a Brasil, haciendo un recorrido bastante extenso y entregando los pedidos que tenían atrasados. A recibirlos al helipuerto de la mansión solo acudió Milia, quién abrazó y besó a sus hermanos con gran efusividad y júbilo. —¿Dónde está Yelana?- preguntó Ella.- ¿No regresó con ustedes? Alexis la ignoró, siguiendo de largo, cargando su propio maletín y encaminándose hacia la mansión. —Nos separamos en México hace un mes.- comentó Eván en respuesta a la pregunta de su hermana.- ¿No se ha comunicado contigo? Sofía tomaba notas en lo que la clase transcurría, después de mucho batallar para que le permitieran utilizar la Internet, Milia casi infarta cuando pidió que le permitieran comprarse un celular y una laptop. La rusa se había negado rotundamente, y entonces ella había exigido que le permitieran utilizar la computadora del despacho del