04 | Nuevo heredero

Rebecca resultaba ser una buena pieza en el tablero de Aleksander. Bruno tenía razón: ella haría lo que fuera por hacer sentir orgullosos a sus padres. Por lo cual aprovechó su "duelo" por la muerte de Asher para ganarse su favor.

Ya estaba iniciando el juego. Era oficialmente el nuevo heredero.

La primera semana que ocupó el lugar de su hermano, se dió cuenta que el mundo de la alta sociedad era sorprendente. Tenían contratos de matrimonio, daban a sus hijas como ganado con tal de asegurarse una buena posición.

—Hoy tiene clases de modales, señor Salvatore —le indicó el abogado y asistente de su padre, Bruno.

—¿Para qué necesito eso? No puede ser tal difícil.

El hombre le dió una mirada de desaprobación, pero Alek estaba cansado de tantas clases. Él solo tenía que pararse ahí y fingir que todo estaba bien, ¿no?

Así que en la noche, cuando debía asistir a la cena con sus suegros y la familia de Rebecca, deseó haberle hecho caso a Bruno. Estaba haciendo el ridículo desde que no supo cómo ponerse la servilleta.

—¿Te gustó estudiar en Europa, Aleksander? —preguntaba su suegro Alfredo, sirviéndole una copa de vino.

Jamás había tomado una sola copa de un vino tan caro y fino, así que agarró la copa por el cáliz. Los ojos de todos los presentes se abrieron sorprendidos ante tal falta de etiqueta.

—¿Qué haces, cuñado? ¿En el extranjero se sujeta distinto? —se burló el esposo de Camille con una sonrisa socarrona.

Aparentemente, él era de un escalón más alto que la familia Leroux y Salvatore, por lo tanto, se atrevía a lanzar comentarios ácidos sin miedo.

—Así es, dicen que el calor corporal acentúa el sabor —respondió, bebiendo como si fuera agua.

Otras risas resonaron, esa vez de las hermanas de Rebecca. Ya había aprendido que todos eran unos hipócritas, nadie estimaba a su prometida como pensó que sería, al contrario; le daban el mismo trato que su padre Pietro a él.

—¿Acaso también toman el vino como agua? Eso es un poco grosero —comentó Camille.

En ese momento, bajó Antonella, la otra hija de su padre.

—He escuchado sus risas y no pude evitar bajar para mirar qué tanto les causa gracia. —Su tono parecía ser amigable, pero detrás había amargura.

—Oh, nada en particular. Simples costumbres que tiene tu hermano.

—Ven, siéntate con nosotros para cenar. ¿Una copa de vino? —ofreció el esposo de Camille.

Cuando le sirvieron su copa, bebió exactamente igual que Alek, dejando en claro que punto; que no se metan con él. Internamente lo agradeció, esa gente era como un nido de víboras.

—Cuéntanos Alek, ¿fuiste a la obra de teatro más reciente? He de admitir que me sacó unas lágrimas —contó la madre de Rebecca.

Pero él no sabía qué contestar. No tenía idea de qué era el teatro, era muy caro ir a verlo en vivo y no tenían cable para verlo por televisión... Ni internet.

—He estado ocupado con la empresa, ya saben que estoy a cargo ahora —respondió evitando el tema por completo. Su baja cuna estaba cada vez más cerca de estar expuesta.

En ese instante, Camille vió su oportunidad para atacar con el cambio de tema.

—Hablando de eso, se dice que el Corporativo Salvatore no pasa por buena racha, ¿es cierto? —preguntó con tono mordaz.

Rebecca le dió un empujón con el pie, y movió ligeramente la cabeza. Nadie se dió cuenta del gesto.

—No todo lo que se dice es verdad, claro que hubo descontrol por el repentino cambio de poderes, pero nada que no podamos solucionar —sonrió—, seguimos siendo tan fuertes como el grupo Leroux.

Alfredo, su suegro, asintió satisfecho.

—Me alegra escuchar eso, porque como sabes, éste matrimonio depende de que sea así.

Alek comenzó a sudar, las respuestas se le estaban terminando y no sabía cuánto más iba a soportar el interrogatorio.

—En eso estamos de acuerdo, nos beneficiará a ambos, puedo prometerlo. —Alzó su copa para brindar, y todos siguieron su ejemplo.

«Si supieran que la empresa estuvo a punto de quebrar...», pensó con miedo.

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La segunda semana antes de la boda, tuvo que ir a obras benéficas de la empresa. El itinerario era sencillo, se suponía que con dos semanas de clases de modales y etiqueta ya debería estar más en forma para ese tipo de eventos.

Pero, ¿cómo podías borrar veintiséis años de pobreza de ti? Parecía ser una misión imposible, y su madrastra aprovechaba para burlarse de él.

—Mi Asher no estaría sudando así como tú, era tan confiado y exudaba porte, clase. Algo que jamás podrás adquirir, bastardo —se burló con esa sonrisa de víbora que estaba odiando, para ella, él estaba mejor muerto.

—Ya sé que hubieras preferido que quien estuviera muerto sea yo... Pero necesito tu ayuda con algo, señora Alessia —comenzó a decir Alek, atando bien su corbata—. Mi tía está enferma y mi padre prometió ayudarme con el dinero para el tratamiento...

Bofetada. Su mejilla escoció de dolor con el golpe. No le importaba incluso eso, habían prioridades.

—¡Bastardo infeliz! Nosotros te acogimos, ni siquiera tenías un lugar donde vivir. Has tomado el lugar de mi hijo, ¿y te atreves a pedirnos dinero? ¡Lárgate! —gritó Alessia desesperada. Lo empujó fuera de la casa con odio.

Pero decidió probar una vez más, debía hacerlo por su tía. Así que no le quedó más que arrodillarse a sus pies, iban a echar a la calle a su tía si no abonaba un poco de dinero. Tenía que perder la dignidad.

—¡Por favor, te lo suplico! Mi tía necesita el tratamiento. Es la mujer que me crío, no los avergonzaré y dejaré que me humilles y golpees si quieres, ¡no me resistiré! Pero por favor, necesito diez mil dólares —rogó con la voz rota.

Eso pareció ser suficiente para ella, sacó su cartera y sacó un fajo de dólares. Aunque tuvo que rogar, no le importaba; tenía el dinero para una semana más, su tía no iría a parar a las calles y eso era todo lo que quería.

—Fuera de mi vista, bastardo —escupió su madrastra, y el cerró la puerta en la cara.

Los sirvientes comenzaron a murmurar, pero él escuchó perfectamente todo lo que decían. Sus mejillas dolían de la bofetada y de vergüenza.

—¿Ese es el hijo de los Salvatore? Parece un mendigo —decía una, burlándose.

—Qué va, lo sacaron de un basurero. No le llega ni a los talones del señor Asher.

Ambas le miraron con asco, y se fueron por la entrada de la servidumbre. Ni ahí podía entrar, estaba más abajo que los empleados de la mansión.

Pero algún día eso iba a cambiar, él lograría ganarse su respeto; aunque eso sería después, primero tenía que soportarlo, él era fuerte y había sobrevivido muchos años como para dejarse caer tan fácil. Era paciente.

Se dirigió al banco a depositar el dinero de la cuenta del hospital, y le aseguraron que su tía estaba estable cuando llamó. Tranquilo, se dirigió al evento benéfico. Era extraño que esas personas tan horribles ante la sociedad hacían "actos de buena fe" pero puertas para dentro escupían veneno.

En la entrada, se encontró con los periodistas. Intento retirarse pero ellos rápidamente lo envolvieron como una masa pegajosa alrededor, no había escapatoria.

—¡Señor Salvatore! ¡Aquí! Periódico High Society, queremos preguntarle, ¿sabía que esta beneficencia era de su hermano difunto?

Otro más se acercó y le puso el micrófono en su cara.

—¿Es usted el sustituto de su hermano?

Todos comenzaron a hablar al mismo tiempo:

—¿Por qué lo ocultaron de los medios?

—Señor, ¿es cierto que las acciones de su empresa están desplomadas? —Esa pregunta le inquietaba. Porque si él no hubiera llegado a ocupar el lugar de Asher, probablemente eso sería así. Estaban salvados momentáneamente.

Negó enfáticamente con la cabeza.

—Nuestra empresa sigue tan sólida como una roca —respondió sin titubear.

Comenzó a sudar nuevamente, era un caos. Tantas preguntas, luces y micrófonos le daban vueltas como una montaña rusa. Estaba asustado, pero no podía responder nada de eso o se delataría, jamás fue bueno con ser el centro de atención, le daba pánico.

Así que dijo lo único que había aprendido de la televisión:

—No responderé nada más. Todo está bajo control y seguiremos trabajando como siempre.

Y los empujó para entrar prácticamente corriendo al evento. Eso estuvo cerca. Otros segundos más y hubiera relatado cómo sucedió todo, se ponía muy nervioso.

El evento transcurrió mucho más tranquilo, le habían dado un guión a seguir y lo estaba haciendo bien. Sonrió para las cámaras, charló con clientes de su padre, y programó citas para próximas reuniones de negocios.

Él podía no tener modales, dinero ni clase. ¿Pero hablar de administración, economía o negocios? Eso era pan comido. Cuando eres pobre, tu cerebro es algo a lo que darle un uso ilimitado, salir de ahí dependía de ti y de tu esfuerzo.

—Encantado de hablar con usted, estoy convencido de que sería un excelente acuerdo comercial para nuestras empresas —dijo alegremente el presidente de T&F, le dió una palmada en la espalda.

Aleksander estaba satisfecho. Poco a poco, se ganaría la confianza de los presidentes de las más prestigiosas compañías, y quizás un día pueda incursionar en el Grupo Russo, estaba en el podio más alto de la escala social y económica, prácticamente dominaban Roma. Si él llegase a tener negocios con ellos, estaría por encima que sus cuñados y sus suegros, incluso que de su propio padre.

Sonrió.

Lento pero seguro, llegaría a la meta. Estaría en el podio más alto y todos se arrepentirían de burlarse de él y su familia. Mientras tanto, ¿qué importaba dejarse humillar un poco? Él lo hacía por su familia, mientras pudiera experimentar todo lo que perdió, sería feliz.

Primero tenía que lograr hacer negocios con el presidente de Grupo Russo, y entonces el resto sería historia...

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