Mónica Russo tosía de manera desmesurada en el baño de su habitación. Sus pulmones dolían y al retirar su mano miró con miedo como leves motes de sangre permanecían en su palma. Estaba tosiendo sangre.
Observó su reloj y luego escuchó la puerta cerrarse, Aleksander había regresado.Él lanzó su portafolio al sofá y luego buscó con la mirada a su tía. Era su única familia ahora.Todo el día pensó en la oferta de su padre, pero desde luego que no aceptaría la propuesta de ese maldito.—Tía, he regresado —informó en voz alta pensando en que tal vez estaba en su habitación.Al escuchar la voz de su sobrino, abrió el grifo e intentó ganar tiempo para limpiarse el líquido rojo. Estaba desesperada y tenía miedo, había que tener miedo cuando las cosas involucraban sangre.—¡Estoy aquí, voy enseguida querido! —gritó y su voz sonó un poco ronca. Minutos más tarde salió rápidamente de la habitación.—¿Tía, estás bien? Mírate, estás pálida.—Estoy bien, no te preocupes, son tonterías tuyas. ¿Tienes apetito? Supongo que tuviste un día agitado.Aleksander la miró, no estaba para nada seguro que ella estaba bien, además, su voz salía con un tono grueso que le preocupó.—No tengo apetito.«Y ninguno de los dos tiene dinero», pensó con tristeza.Ella se aclaró la garganta.—Tienes que comer Alek, no puedes dejar de alimentarte como se debe —dijo la mujer—, pediré comida a nuestra vecina, he tenido un día ocupado. Puedes ir a darte un baño mientras tanto.A juzgar por cómo lo miró supo que no podría darle un no como respuesta. Inmediatamente asintió en dirección a su tía e hizo lo que le dijo. Poco después de salir, la busco.—Tía, ¿ha llegado la comida?Antes de que pudiera poner un pie en la cocina, escuchó un plato caerse al suelo y hacerse pedazos. Rápidamente fue al lugar sólo para descubrir a Mónica en el suelo respirando agitadamente. Parecía que apenas y podía obtener aire.No dudo en sacar su teléfono y llamar a la ambulancia mientras intentaba que ella reaccionara. Miró un ligerísimo hilo de sangre resbalar por su boca y eso le preocupó.—¡Tía, por dios! ¡Despierta!Ella no reaccionaba, no había forma de que lo hiciera. Lo único que dominaba el aire era el sonido de sus pulmones luchando por aspirar aire.La ambulancia llegó minutos y Aleksander no pudo hacer más que tomar un saco tres veces su talla y marcharse tras su tía con desesperación.En el hospital, los segundos se convirtieron en minutos y cada minuto su presión aumentaba. Una hora más tarde hubo noticias.—Familiares de Mónica Russo.—¡Soy yo! Su sobrino —exclamó de inmediato poniéndose de pie—. ¿Qué pasa? ¿Todo está bien con ella?El médico se aclaró la garganta y luego miró los papeles. No tenía buenas noticias.—Lo siento mucho, aún necesitamos algunos estudios para confirmarlo, pero todos sus síntomas dictaminan que es cáncer. Cada vez que tose sus pulmones liberan sangre, además le cuesta respirar, haremos los estudios pertinentes pero la situación no es prometedora.No tardaron demasiadas horas en confirmar lo que ya esperaba, una muy mala: su tía tenía cáncer de pulmón en segunda etapa. El tratamiento era sumamente costoso, jamás lo lograría sin dinero. Ellos no conseguirían un préstamo, nadie sería tan estúpido para regalarles dinero.Nadie excepto su desgraciado padre.Pensó en la muerte de su madre, quien luchó por vivir pero la pobreza les alcanzó. Tuvo que pagar las deudas con tres trabajos y sin dormir, y ahora su tía... No podía dejarla morir también cuando estaba en sus manos ayudarla.Se trago su orgullo para sacar su teléfono y la tarjeta que Bruno había dejado. Marcó su número y luego le llamó.—Dile a mi padre que lo haré, pero solo si me garantiza que obtendré lo que necesito.—Lo que sea, te dará lo que sea, siempre y cuando juegues el papel. —La voz de Bruno sonó sorprendida pero no le hizo preguntas—. Entonces, si has tomado la decisión, debo llamarte, señor Salvatore de ahora en adelante.En ese momento, su vida dio un giro radical y nunca volvería a ser la misma. Iba a demostrarle a su padre que podría ser más que un hijo bastardo y a la par, salvar a lo único que le importaba, Mónica, su tía y familia.━─━────༺༻────━─━Al día siguiente de pactar aquella propuesta, Aleksander renunció a su trabajo. Se despidió de su vida y de los pocos amigos que logró reunir, quienes eran tan miserables como él mismo.Fue al hospital con su tía, para despedirse. Estaba furioso por haber caído en el chantaje, pero debía hacerlo.—Tía, gracias por todo lo que has hecho por mí, te agradeceré siempre. Cuando vuelva, todos los que nos miraron con desprecio lo lamentarán —prometió el joven, con una mirada de férrea determinación.Ella sonrió, acariciando su mejilla.—Desearía estar sana y no darte estos problemas, hijo. Lo siento —susurró con cansancio, estaba delicada de salud.—No te preocupes por nada, recibirás los mejores tratamientos en cuanto logre conseguir mis primeros millones.Dicho esto, se dirigió a la salida del lugar, en donde lo esperaba una lujosa limosina. Su ropa era una lástima; una camisa con muchos hoyos, un pantalón de dormir tres veces su talla sujeto por un pedazo de tela y tenis con la suela despegado.Su aspecto hacía huir a la gente que le miraba, no importaba que la ropa estuviera limpia, daba asco de solo mirarlo.—Suba, su padre le espera. —Bruno le abrió la puerta.Disfrutó de aquél viaje, ya que era la primera vez que se subía a un auto. Toda su vida viajo ya sea a pie o bus. No tardaron en llegar a la zona más prestigiosa de Roma, cada mansión era más imponente que la otra.Cuando llegaron, le temblaba el cuerpo.—Vamos, está en el despacho.En tanto puso un pie en el jardín, observó como la misma servidumbre le fruncía la nariz con asco. Incluso a sus ojos, él no era más que una minúscula basura. Aún así, se mantuvo con optimismo.Entró al despacho de su padre, el cual estaba lleno de lujos. El sofá de cuero, el escritorio de parota e incluso un candelabro con cientos de cristales daban luz a la estancia. Se respiraba el despilfarro del dinero.—Así que eres tú. Ven, deja que te vea —exigió con tono demandante su padre, sentado como una roca.Se acercó lentamente, sin titubear. Su aspecto solo podía ser culpa suya, debería darle vergüenza mirar a su hijo en esas condiciones.—No cabe duda que lo único que tienen en común tú y Asher, es mi sangre. Me dan arcadas solo de verte, pero tendrás que servirme.—¿Quieres que sea tu marioneta?—Primero que nada, llámame, padre —sintió repugnancia de solo pensarlo—. Asher me llamaba de esa forma y tú debes hacerlo igual. Voy a encargarme de arreglar todo para que pueda preparar tu entrada a la empresa. Nadie debe saber que eres un hijo ilegítimo. Perdí a mi hijo, pero no perderé mi empresa.—¿Piensas que todo el mundo se traga las mentiras?—Todo el mundo se traga las mentiras del que tiene el poder y yo lo tengo. Diremos que desde pequeño estuviste en un internado en Suiza, estuviste lejos de la vida pública porque deseabas ser pintor, pianista, me importa poco lo que se escoja, sin embargo, la muerte de tu hermano cambió los planes y ahora tienes que ocupar su lugar. La prensa lo creerá, me ocuparé de que así sea. Debes aprender a comportarte como el hijo de un magnate.—¿Quieres que aprenda etiqueta? Eso es demasiado.—Es lo mínimo, no deseo que nos hagas pasar una vergüenza en alguna cena—explicó con un gesto pensando en lo penoso que sería aquello. No había nada más importante para Pietro que lo que la gente pensara de él—. Hay otra cosa, mi esposa, estará insoportable al principio, pues no desea que estés en la casa por obvias razones, sin embargo, debes ganártela, porque deberán aparecer en público como madre e hijo.Alek se tragó el nudo de ira, de nada le serviría enojarse antes de conseguir el dinero para su tía enferma.—Claro, soy una copia barata —aceptó con humillación.Pietro Salvatore asintió satisfecho.—Es bueno que lo sepas. Ahora, vas a ir a la ciudad por algo de ropa. Tenemos que sacarte ese miserable aspecto de una vez por todas, Bruno va a contarte todo lo que necesitas saber; largo de aquí —espetó, con un ademán de mano.El castaño obedeció y salió lentamente del lugar.—Le mostraré su habitación, para que al volver inmediatamente se arregle. En la noche, vendrá su prometida a visitarlo.—¿Tan pronto? —se asustó Alek.—Cuanto antes pongamos en marcha el plan, más pronto podrán casarse. Vamos.Una vez le mostró donde sería su dormitorio, que casualmente estaba en el último piso y en el último cuarto del pasillo, salieron rumbo a la ciudad. Llevaba una gorra y lentes que Bruno le dió para pasar desapercibido.Al entrar a una boutique, una dependienta corrió inmediatamente para empujarlo fuera y gritarle:—¡Largo de aquí, vagabundo! Aquí solo puede entrar gente con clase. No hay limosna para ti.Aleksander no se imaginó que por su vestimenta lo echaran, pero mejor se alejó a la siguente tienda. Bruno le esperaba en el carro, le había dado una tarjeta de débito regular.Entró, pero esa vez mostró la tarjeta y lo dejaron pasar, con recelo.—Más vale que no sea robada —advirtió la dependienta.Reviso algunas ropas, Bruno le dijo en qué talla pedir y cómo pedirlo. Antes de entrar a probar, unas chicas ahí lo vieron.—Qué asco, parece que ahora cualquier vagabundo puede entrar —escupió con asco la señorita.—Tranquila, Camille, él no vale nuestro tiempo —dijo su compañera—, mejor vamos a comprarle la ropa a nuestros esposos.Al pasar por su lado, lo empujó con un hombro. Él no estaba preparado, así que se quedó mirándolas con los ojos muy abiertos.«¡Esas mujeres están locas!», pensó sorprendido. Sin embargo, lo dejo pasar. ¿Qué importaba? Ellas no le conocían de nada. y las palabras no podían hacerle daño, así que siguió su camino sin más.—Para que entiendas tu lugar en este mundo, maldito muerto de hambre —se rió la chica llamada Camille.Suspiró. Ya comenzaba a entender que aunque las personas tuvieran mucho dinero, les faltaba bastante humildad y educación; cosa que él, aún naciendo pobre, sí tenía. Las observó irse, compadeciendo a sus esposos por tener que soportarlas.Un rato después, salió con ropa y zapatos nuevos, además de un reloj y perfume. Debía darle la mejor impresión a su futura esposa. Se dió el mejor baño de su vida y se vistió con la ropa ya lavada, era la más costosa que jamás había tenido la oportunidad de ponerse.—La señorita Rebecca es una joven sumisa, no hace dramas y haría lo que fuera por darle orgullo a su familia, así que se casará contigo —explicó Bruno, colocando bien su corbata—. De ti dependerá que todo salga bien, recuerda: eres el hijo de Alessia y Pietro, pero fuiste criado en el extranjero, tu vida pasada ya no existe. Ahora eres el futuro heredero del Corporativo Salvatore.Al llegar la noche, esperó pacientemente en el living a su prometida. A las siete en punto, ella entró. Cuando lo vió, caminó a su lado con determinación.Era hermosa.—Hola, soy Rebecca Leroux. Tu prometida —saludó, siendo directa.—Mucho gusto, soy Aleksander Salvatore; ya sabes, el...—Sustituto —completó ella con amargura—, el esposo sustituto, un repuesto por la muerte de tu hermano.Tragó saliva. ¿Ella también iba a despreciarlo? ¿Qué podía esperar de su futuro si incluso su esposa lo miraba por debajo de su estatus? No podía permitirlo.Ahora era un Salvatore, y comenzaba a entender las ventajas del apellido.Rebecca resultaba ser una buena pieza en el tablero de Aleksander. Bruno tenía razón: ella haría lo que fuera por hacer sentir orgullosos a sus padres. Por lo cual aprovechó su "duelo" por la muerte de Asher para ganarse su favor.Ya estaba iniciando el juego. Era oficialmente el nuevo heredero.La primera semana que ocupó el lugar de su hermano, se dió cuenta que el mundo de la alta sociedad era sorprendente. Tenían contratos de matrimonio, daban a sus hijas como ganado con tal de asegurarse una buena posición.—Hoy tiene clases de modales, señor Salvatore —le indicó el abogado y asistente de su padre, Bruno.—¿Para qué necesito eso? No puede ser tal difícil.El hombre le dió una mirada de desaprobación, pero Alek estaba cansado de tantas clases. Él solo tenía que pararse ahí y fingir que todo estaba bien, ¿no?Así que en la noche, cuando debía asistir a la cena con sus suegros y la familia de Rebecca, deseó haberle hecho caso a Bruno. Estaba haciendo el ridículo desde que no supo có
Presente.El cuerpo de Aleksander impactó fuertemente contra la pared, Alfredo estaba molesto y sus ojos irradiaban una ira incontrolable que casi termina siendo mermada en el rostro del italiano. Pietro rápidamente intervino intentando apartar a Alfredo de su hijo. —¡Tienes que calmarte! —Sus palabras fueron más una exigencia que una súplica y eso provocó que la ira del hombre cambiara de estar en su hijo, a estar en él. —¡¿Cómo puedes pedirme que me calme?! ¿Cómo puedes pedirme eso, Pietro? Así que lo prensa dice es falso. Ellos alegan que es tu hijo menor, un hijo que mantuviste fuera del ojo público por sus propios deseos, sin embargo, no es así. ¡Casaste a mi hija con tu hijo bastardo! La vergüenza se apoderó de Aleksander al mirar el rostro perplejo de Rebecca, quien le miraba atónita e intentaba pensar en la forma de controlar a su padre.Su hermana mayor formulaba una risilla burlona que hizo a la italiana sentirse patética, pero no por ella, si no por la actitud de su herma
Horas después, salieron de la recepción que celebraba su boda, para ir a la mansión de su padre. No le entusiasmaba la idea de vivir ahí pero no podía hacer nada por evitarlo, estaba a su merced.—Creo que vivir con tus padres no es mala idea —dijo Rebecca mientras miraba a través del vidrio del auto. Observaba la enorme casa que algún día le acogió como su hogar pero que ella no sentía como tal—. Solo es cuestión de aclimatarse. —¿Lo crees?—Claro.—Pues entonces es que no conoces a mi madrastra en realidad, esa mujer es el diablo, no quiero decirte lo que me ha hecho pasar porque me avergüenza de verdad, pero es una persona cruel y despiadada, créeme, será un infierno vivir con ella todo este tiempo —comentó él con pesar mirando de reojo al chofer quien parecía más concentrado en la carretera que en su conversación.Miraba a Rebecca de reojo y pensaba en ella, era su esposa, hermosa, elegante y él apenas podía llevar la etiqueta con perfección. Su andar era simplemente delicado y el
Thomas Russo miró al joven con marcada curiosidad, sus ojos analizaban cada detalle del joven buscando un parecido que encontró de inmediato, se parecía a Bianca su hija quien le había hecho una de las mayores deshoras al involucrarse con un hombre casado. Ella se fue de la casa, alegando que aquel hombre la amaba y se marchó del ala protectora de su padre quien en ese momento era un magnate en ascenso, apenas y era la sombra de lo que era ahora.El anciano caminaba con lentitud, no le gustaba que la gente le siguiera a todos lados como el presidente de la compañía multinacional que era, le gustaba la soledad, una que se había convertido en su fiel compañera luego de la muerte de su esposa.—¿Así que eres un Salvatore? —Así es señor… mi padre…—Pietro, el muy famoso Pietro Salvatore, lamento decirte que no por las razones que cualquier hijo espera que se recuerde a su padre. Ha sido un gran magnate en su apogeo, pero ahora, con la muerte de su hijo, tu hermano mayor, las cosas se han
—¡Aleksander! —gritó su padre saliendo del despacho con el periódico en la mano, sus ojos no podían apartarse de la imagen, mucho más cuando Bruno le llamó para informarle que el precio de las acciones habían subido mucho más y que ahora se recuperaban de forma exitosa. Sus ojos estaban extasiados ante las nuevas noticias. El castaño se encontraba mirando unos documentos que leía de manera concentrada en su habitación pues su padre no le daba acceso aún al despacho que alguna vez perteneció a su hermano y Alessia se negaba rotundamente a que entrara allí, desde su perspectiva ese lugar era solo de su hijo. La puerta se abrió de manera avasalladora dejando ver a Pietro con el periódico en la mano.—Explícame esto —ordenó—. ¿Dime cómo fue que terminaste en la reunión financiera de Thomas Russo? No me informaste de que asistirías y tampoco preguntaste si podías hacerlo. No te estoy recriminando, solo te hago una observación pues arriesgaste, pero ganaste.Luego de aquella reunión donde q
Un lujoso auto se estacionó en la entrada de la mansión Salvatore, una mujer de ya muy entrada edad bajó de él, usaba zapatos de diseñador y un bolso de Louis Vuitton que le daban un aire imponente. Su cabello estaba peinado en un corte varonil dándole un aire a Amanda Presley en la película “The Devil wears Prada”. Alessia Salvatore esperó a la mujer en la puerta, eso era trabajo de Pietro, pero había recibido una llamada de emergencia y tuvo que responder.—Han pasado unos cuantos días—comentó Alessia.—Podrían pasar años y siempre tengo la misma sensación amarga en la garganta cada vez que te veo. ¿Dónde está Pietro? ¿Acaso se ha vuelto tan maleducado como para no salir y recibir a su madre? Supongo que esa será otra de las costumbres que has adquirido en tu presencia. Los ojos de Stella Salvatore recorrieron a su nuera de arriba a abajo, si en el mundo existía alguien con la capacidad de derrumbar la confianza de la soberbia mujer, esa sin duda, era su suegra. Siguió de largo dejá
Las palabras cargadas de verdad siempre terminaban hiriendo a alguien y ese fue el caso de Clement, quien lo miró con enfado para luego marcharse chocando su hombro con rabia. Alek apretó la mandíbula. ¿Por qué todo tenía que ser tan difícil con esas personas? Lo único que quedaba claro era que odiaban a todo el mundo que no tuviera su estatus y ponían arriba en la pirámide de las cosas importantes al dinero. Aleksander tenía otras prioridades, necesitaba tener contento a su padre para que éste siguiera costeando el hospital de su tía y a la par, crecer para que Rebecca no tuviera que sentir vergüenza por tener un marido pelele que se dejaba pisotear con cualquiera. Era innegable que el anciano Thomas Russo era un magnífico socio y debía intentar ganárselo, aunque eso ya ocurría de forma natural. Antes de darse cuenta, tenía una tarjeta en la mano, una tarjeta VIP con la que podía ingresar allí automáticamente. —Con esto podrá entrar aquí fácilmente, el señor Russo le ha dado la pre
Rebecca recordó durante todo el día las palabras de Aleksander, tenían pensamientos completamente diferentes. Ella lo creían un buen hombre a pesar de su posición, para ella era mas importante quien era como persona que cuanto dinero tenia en su cuenta bancaria. Cuando llegó a su casa fue recibida con normalidad por su madre y su padre se mantuvo distante pero no evito su educado saludo. —Me alegra que hayas recordado que tu esposo no es aceptado en esta casa. Suficiente tengo con saber que es un donnadie como para también tenerle que ver la cara durante las reuniones familiares—murmuró Alfredo haciendo un gesto de desagrado que hizo a Rebecca suspirar con agobio—. Pensé que se presentaría después de tomarse esa foto con Thomas Russo. —Aleksander está ocupado trabajando, padre.—¿Cómo Pietro puede tenerle confianza? —cuestionó su hermana Camille.—Es un hombre capaz, inteligente, parecen dudar demasiado de su conocimiento en los negocios, pero puedo asegurar que mucho mas inteligent