Hamza llevó a Kalila a una habitación del palacio apenas tuvo la oportunidad de escabullirse.—Déjame en paz. —Kalila se soltó de su mano y se alejó a un rincón —. ¿Qué quieres, Hamza? Llevas días ignorándome y ahora me traes aquí.El hombre suspiró y la miró a los ojos.—¿Qué quieres tú, que diga? ¿Quieres que te pida disculpa?Ella se cruzó brazos, enarcó una ceja y asintió.—Eso vendría bien.Él rodó sus ojos.—Bien. —Se acercó un poco hasta ella y tomó sus manos y las entrelazó con las de él—. Discúlpame, Kalila…Ella trató de mirar a otro lugar y esconder una sonrisa.—Te quieres reír… —Ella negó—. Claro que si te quieres reír, Kalila.Y se rio de él.Dejó de hacerlo y se acercó aún más a él. Llevó sus manos junto a las del hombre y las descansó en su pecho.—¿Por qué lo haces, Hamza? —indagó—. ¿Por qué me pides disculpas? Casi nunca lo has hecho.El hombre mirándola a sus ojos, sin entender por qué lo hacía, solo respondió:—No lo sé…Ella rio fingidamente.—Yo te lo diré —propu
Romina caminaba por los pasillos del palacio de vuelta al jardín cuando se encontró con el señor Hakim que venía saliendo de una habitación, probablemente del baño.—Felicidades —le dijo con una sonrisa.La trigueña devolvió la sonrisa y dejó sus brazos descansando sobre su regazo, parada frente al hombre parecido a su esposo.—Gracias… —Era uno de esos momentos incómodos donde no hayas que más responderle o preguntarle a esa persona con la que te has cruzado—. ¿Cómo ha estado?—Oh, bien. ¿Tú cómo has estado? Supongo, que mis nietos te han hecho querer asesinar a mi hijo.Romina suspiró y el hombre asintió sonriente.—Los bebes están bien —aseguró—. Y bueno, Hasan a veces se busca sus problemas…Un minuto de silencio…—Eh…, bueno. Yo seguiré, supongo que tú ibas al jardín. —Romina asintió, y agradeció que él mismo terminara con aquella extraña conversación—. Las mujeres deben estar esperándote, dijeron que tienen tu ramillete, para que lo lances y veamos quién es la próxima en casarse
Antes de tomar el auto al aeropuerto, junto a su esposo, Romina decidió buscar y hablar con una persona que se le había acercado unas horas atrás. Se trataba del príncipe Bahir, la trigueña necesitaba hablarle antes de irse, porque por medio de él comenzaría una alianza que desde hace rato llevaba planeando. —Príncipe, Asghar —le habló a un lado de una fuente en el jardín donde los invitados gozaban de músicos populares y grandes banquetes—. ¿Puedo hablarle, su majestad? El muchacho sonrió y le respondió: —Debo admitir que no esperaba que lo hiciera tan pronto —confesó—. Pero bueno, por supuesto que puede hablarme. ¿Para qué le soy bueno? Aunque era joven se le veía maduro, su forma de mirar era propia de la realeza musulmana, ojos cafés y semblante altivo. Su anatomía era delgada, pero poseía fuerza en los músculos. —Me sirve de mucho, majestad —confesó Romina, atrevidamente—. He observado que se lleva bien con aquellos hombres
Romina caminaba al baño con un ojo abierto y el otro cerrado. ¿Quién en su atrevimiento despierta a una mujer embarazada de gemelos? Hasan Abadallah, definitivamente. Un hombre sin escrúpulos, porque no dejaba que su esposa durmiera un minuto más… Después de terminar de quejarse y despertarse, cuando el agua fría cayó sobre su cuerpo: se dedicó en la siguiente hora a indagar más en el hotel, antes que llegara el momento de marcharse a la excursión junto a otros turistas. —Supongo que ha venido a terminar el recorrido de anoche —dijo Asir y Romina asintió—. Y seguro quiere entrar a la tumba… —¿Cómo adivinó? —respondió con ironía y una sonrisa. —Soy adivino —replicó el moreno del mismo modo. Romina giró sus ojos y no evitó sonreírle. —Es un bufón el hombre. —Él era moreno, guapo, poseía una mirada encantadora y anatomía forzuda. Romina pensó, que si no fuera porque estaba casada, no lo dejaba pasar, Asir era claramente un hombre de esos que te dejan sin estabilidad. Su mirada pret
—Vete a la m****a —gritó dolida y corrió fuera de aquel lugar, se quitó el hiyab que la asfixiaba y su cabello cayó sobre sus hombros. Tuvo que levantar su vestido de túnica que no la ayudaba a correr con agilidad por lo largo que era.Pasaron al menos unos minutos cuando sus ojos dejaron de ver la luz de repente, sus brazos parecían haberla dejado junto a toda su fuerza. Cuando trató de moverse, se dio cuenta de que estaba dentro de un cajón.Gritó tanto como su fuerza se lo permitió en aquel momento, entonces vio la luz cuando alguien abrió el sarcófago donde estaba metida. Se trataba de Adom. Él solo le hizo señas con los labios para que hiciera silencio, volvió a cerrar el sarcófago y Romina sintió que muchas manos agarraban su cuerpo y la llevaban a un vacío debajo de ella.Cuando sintió caer en el suelo aun en oscuridad, sintió que su vigor volvía y se levantó comenzando a correr en tinieblas sin ninguna dirección. Rendida se postró en el suelo, y sintió que su vientre dolía c
—¿Cómo es posible?—Te sacrificaste la primera vez por tu pueblo.Romina mantenía su mirada en aquella estatua parecida a ella, con ojos llorosos y manos temblantes. Estaba completamente conmocionada con este descubrimiento.—Tú fuiste la reina más poderosa en tu tiempo —dijo el genio—. Neiht es tu nombre. Su significado es digno de ti. Una guerrera…—¿Y Hasan…? —Se movió a su izquierda para mirar a la figura que estaba a su lado—. ¿Qué tuvo que ver él en esto?—Él fue tu amor… Uno que te arrebataron de las manos.—¿Por qué he vuelto a nacer?El genio movió sus pies y se acercó a ella con su brillo que iluminaba el rostro de la trigueña.—En tu sacrificio le pediste a los dioses que te permitieran reencarnar y que te dieran una nueva oportunidad con el hombre a quien más amaste. O eso fue lo que entendió la diosa Isis, cuando sintió los deseos de tu corazón.Romina llevó sus manos a la cabeza que le dolía.—Si hice un sacrificio y pedí que atrajeran al amor de mi vida, ¿por qué diablo
—¿Qué ha pasado? —preguntó con fingido espanto al verle la cara a Badra, que parecía no haber dormido en toda la noche—. No me digas que…La musulmana sin responderle se fue a su habitación.En la madrugada Hasan y sus esposas oraban a Allah, Romina no quiso y Hasan tampoco la obligó a hacerlo. Todo eso se repetiría todos los días a la misma hora por tradición y cumplimiento a las enseñanzas islámicas.La trigueña se paseaba por la enorme casa extrañando, la que su esposo le había regalo. Cuando se adentró al vestíbulo observó al musulmán en traje y corbata listo para irse a su empresa.—Hola. —Había algo extraño en esa mañana entre ellos dos. Y eso era porque el musulmán había estado con su otra esposa, lo que hacía incómoda la relación—. Vendré por la tarde —informó—. Por favor, no se maten.Intentó despedirse con un beso en su mejilla, pero Romina lo esquivó.—Te observo y me das náuseas, ni te acerques a mí. —Se alejó sabiendo que eso lo haría sentir mal.El hombre gachó su cabeza
—¿Estás segura que se encuentran aquí? —Las dos iban forradas de pies a cabeza con mantos para no ser reconocidas.—Basima me dijo que así era. —Las dos mujeres estaban detrás de los arbustos que se encontraban frente a un establecimiento que por frente parecía un edificio cualquiera.Un hombre en traje abrió las puertas de cristal y al otro momento Romina llevaba arrastras a Kalila, coleándose adentro de aquel lugar. Las dos perseguían a aquel hombre silenciosamente por esos vacíos pasillos. Aquello llegó hasta un punto donde se detuvieron y lo observaron adentrarse a un ascensor y miraron que paraba en el piso 40.—Vamos, no lo debemos perder de vista… —Kalila detuvo a Romina antes que esta pudiese ir al ascensor.—Espera, Romina. —La trigueña aguantó el paso y le devolvió una mirada de extrañez—. ¿Ya has pensado lo que vamos a decirles si nos descubren? Mujer, si esos musulmanes nos llegasen a encontrar nos vuelan la cabeza.Romina en