Meses más tarde la familia Abadallah celebraba por todo lo alto el nuevo compromiso de su hijo Haidar el cual se divorció de sus cuatros mujeres por una en especial. La cual hasta ese momento era un misterio para todos. Romina vestía un hermoso vestido azul turquesa y su cuerpo estaba lleno de joyas que combinaban con su vestido. Su cabello estaba suelto y ondulado hacía mucho Hasan le dijo que lo usara cuando le conviniera. —Hasan —su esposo dejó de hablar con Hafid su hermano y prestó atención a su esposa. —¿Los niños despertaron? —Romina negó y sonrió. Le encantaba que fuera tan atentó de sus hijos.—Aun siguen dormidos —Romina los miró a los dos dormir plácidamente en el coche al lado de la mesa—. Solo quería comentarte que nosotros no tuvimos una fiesta de compromiso... Mira esto es tan hermoso, el jardín, las luces, rosas... Hasan estiró su mano y tomó la de Romina.—Lo de nosotros fue apresurado. Además, nadie se imagina la que tuvimos siglos atrás en Egipto...Ella sonrió
Introducción.Una dura vida en Latinoamérica te enseña a ser autosuficiente. Dejas de necesitar de alguien que vele por tus necesidades y comprendes que tu futuro se encuentra en tus manos. La mujer latina se levanta entre las cenizas y comienza a caminar entre brasas hasta llegar a la tierra prometida.Cuando has sido juzgada incontables veces por tus seres queridos, te vuelves indiferente al afecto de una persona con doble intención. El amor pasa a segundo plano y solo tú importas.Romina se graduó en administración de empresa, pero la vida y las circunstancias la llevaron a otra nación, sin poder ejercer su carrera profesional, por lo que se valía la vida luchando a diario, trabajando en altas horas de la noche. Los días en los que vivió un infierno mental, porque pensaba que ya no podía más con su vida… Cuando la sola idea de morirse era la única salida para encontrar paz. Necesitaba descansar y que mejor, pensó, que en el otro lado.Se lanzó de un tercer piso y agonizando: l
La chica caminaba sensualmente en el escenario de un antro. A su lado había tubos de pole dances donde ella se movía, dejando calenturientos a los hombres que la observaban con deseo de poseerla. Entre ellos se encontraba Hasan, un árabe de una familia multimillonaria de Dubái que en esos momentos se encontraba en México por negocios. Hasan miraba a la latina con devoción. En sus pensamientos, ella era una majestuosa mujer.Romina era la que bailaba en el tubo, desde pequeña le gustaba ese tipo de baile, era una mujer alta de esbelto cuerpo y ojos castaños. Cada noche desde que inmigró a México, bailaba para el sustento de su familia en otro país.Por una fracción de segundo, los ojos de Hasan se encontraron con los de Romina. Fue increíble y extraño lo que sintieron aquellos dos al encontrarse con sus miradas, era como si se hubiesen visto antes, pero ¿dónde? No lo recordaban. Cuando el baile finalizó ella recogió los billetes que habían dejado sobre el escenario. Hasan sintió
Ulises cuando observó su elegancia, la manera de pararse y dirigir la mirada, supo que este hombre no podía ser cualquiera. Tenía aires de imponencia. —Romina —susurró en su oído—, ¿quién es este tipo, y por qué me has llamado? —¿A qué te refieres? —le susurró ella también.—¡Parece un mafioso! —se quejó—. Romina, si nos secuestran y mañana salimos en el periódico, te juro que no tejo en paz en el infierno.Romina se fue en carcajadas hasta que llegaron al auto donde Hasan los esperaba con extrañez en su mirada. —No me gusta ser preguntón, pero, ¿puedo saber por qué se ríen? —Romina estaba sin aire de tanto reírse. Hasan tuvo que pedir una botella de agua al chofer para que la chica se calmara. —Bien, bien. —Volvió a respirar—. Pasa que mi amigo cree que nos vas a secuestrar.Ulises pellizcó Romina en la espalda y le sonrió a Hasan, cuando la chica se quejaba y a la vez se sobaba. —Oh, no, no. Tranquilo, soy empresario. —Estiró su mano hacia Ulises para presentarse—. Hasan Abada
Hasan estaba lleno de vómito la noche anterior cuando llevó a Romina junto a su amigo, a su departamento. Jamás en su vida había estado en esa situación tan descabellada. Ya se podía imaginar porque las leyes islámicas lo prohibían.Esa tarde, un día antes de irse a Dubái, aún pensaba en la chica que había conocido la noche anterior, cuando su celular se encendió por una llamada de Skype de su padre.Antes de contestar, suspiró y le pidió a su Dios, que le diera paciencia.—Hola, padre. La paz sea contigo.—Bendiciones Hasan —lo bendijo, su padre—. ¿Ya has preparado tu maleta para regresar? Ya sabes, que te necesito lo antes posible en tu oficina. Por algo eres el jefe.—Sí padre. Tengo todo listo.—Bien, eso me contenta —dijo, su padre—. Y dime, ¿conseguiste esposa? Quedamos en que si no lo hacías, yo lo haría por ti. Ya sabes que la hija de los Abadi está buscando un marido. Que mejor que una musulmana…—Padre. Quedamos en que las otras tres las elegías tú. Y la última lo hacía yo,
Romina volvió a chillar emocionada.—Ese hombre tiene dinero.—Por eso mismo, nunca dude que me sacarías de la pobreza —Ulises se fue hacía el closet a buscar un vestido—. Usaras este vestido que jamás en mi vida te he visto usándolo.Romina se quedó boquiabierta. Ese vestido era corto y escotado. Muy escotado.—No manches, como diarias tú. Voy probablemente a una cita no a un burdel.Ulises rodó los ojos. Tomó un vestido blanco, ligeramente escotado. Este era un poco más largo, llegándole a Romina un poco más debajo de las rodillas.—Este es perfecto, resalta tus curvas, y tienes unos pechos increíbles, madre mía.Romina lo observó con suficiencia.Tomó el vestido de las manos de su amigo, y se miró en el espejo con la prenda sobre su cuerpo. Y era cierto, su figura era fenomenal, ni ella misma se atrevía a decir, que no era físicamente perfecta.—Sabes, desde pequeña admiro a un personaje ficticio, de una telenovela mexicana.—¿Sí? —indagó, Ulises—. ¿Cual?Romina soltó una risita y o
Romina pasaba de un lado a otro en la habitación de su departamento. Ulises, su mejor amigo, estaba recostado sobre su cama. Romina llevaba horas desde que dejó a Hasan en el restaurante, pensando en lo que dirían todos si se marchaba. ¿En serio iba a hacer eso? Oh, pero es que ni siquiera lo conocía bien para estar comprometiéndose. ¡¿Y si era un asesino?! Nah, era demasiado lindo para ser un asesino…—Romina… —habló Ulises señalando su lado de la cama para que ella se sentara—. Te lo diré una última vez esta noche: ¡Tienes que casarte, ese hombre es adinerado! ¡No seas mensa! Oh, estas mujeres de hoy en día no aprenden…—¡Lo sé! ¡Lo sé! Pero es que… —Se masticaba sus uñas de lo nerviosa que estaba.—Pero es que nada. Mira, cuando apenas te mostró los camellos: debiste aceptar.Romina se echó a reír carcajadas por la ocurrencia de su mejor amigo.—Oye, en serio. No conozco a este hombre… —Se sentó al lado de Ulises.Él suspiró y la abrazó.—La verdad es que es cierto… —concordó—. Per
¿Romina? Ella donde pisaba las personas la observan deseando ser ella. Y es que esta mujer tenía algo que llamaba la atención de todos los géneros. Tenía esa naturalidad de caerle bien a cualquiera que se le acercara. Sus tacones resonaban en el mármol de aquel restaurante ostentoso y privado, en el que la familia de su prometido esperaban a conocerla. Romina echó un vistazo a todos los lujos, unos que jamás en su vida imaginó tener de cerca. Había paredes de cristal, adornos de oro y otros con diamantes. Por un momento pensó en tomar un jarrón y salir corriendo, con eso viviría toda una vida en su país. Se detuvo antes de llegar a la mesa donde se encontraba Hasan con su familia. ¡Era una enorme familia! Los hombres vestían con túnicas blancas y las mujeres con abayas del mismo color. Todo era tan elegante que a Romina se le hizo parecido a la realeza. Hasan notó la presencia de Romina y la hizo llegar haciéndole señas para que se sentara enfrente de él. Cuando ella se posicionó e