Hasan trataba de convencer a su padre de adelantar la boda.—No —respondió su padre después de una larga charla con su hijo. Hakim estaba sentado en el escritorio de la oficina de su casa.—Sabes que ella no es musulmana. Creo que no es tan importante cumplir con las tradiciones antes de la boda.—Dime, Hasan. ¿Por qué tu empeño en apresurarla? —Lo miró a los ojos con suspicacia—. Estuviste con esa mujer. Yo te conozco.—No he estado con nadie que no fueran mis esposas —mintió con la frente en alto.Su padre no le creía en absoluto.—Si me llego a enterar de que estuviste con ella antes del matrimonio, te juro que yo…—No te atrevas a tocarla —musitó con la altura suficiente para que Hakim escuchara.—¿Es una amenaza? —indagó.—Es una advertencia —aclaró—. Romina ha pasado por mucho para tú la vengas a molestar.—Sé que lo has hecho con ella. —Tomó el mentón de su hijo y lo presionó con mucha ira—. Has deshonrado nuestra cultura. No lo tengo confirmado, pero lo descubriré, y entonces;
Al día siguiente, después de una larga noche donde sus cuerpos se conocieron y juntaron por primera vez: Romina almorzaba junto a Hasan en el lujoso restaurante del hotel donde habían pasado la noche.Hasan miraba de vez en cuando a Romina y sonreía sin que se diera cuenta. Romina vestía un vestido casual que le habían traído, tal parecía que su prometido, lo había pedido al personal antes que ella despertara.Hasan observaba lo natural de ella, su cabello y ojos cafés, sus labios y muecas; para él, ella era como un mundo nuevo el cual debía explorar y conquistar a su vez.—Hasan —llamó su atención.—Romina. —La miró a sus ojos.Rieron por un segundo.—Quiero preguntarte algo —confesó—. Desde que desperté, estoy con la duda…Él dejó de comer y se limpió sus manos y boca con una servilleta, para luego darle toda su diligencia a ella.—Cuéntame, soy todo oído. —A Romina le gustaba lo atento que era. Nunca hasta ese momento había conocido un hombre así, aparte de su mejor amigo, obviamen
Romina aprovechó que estaba en el baño para llamar a Ulises.—Lo empujé y también le dije que era un saltamontes. —Ella reía y su amigo negaba con la cabeza en la pantalla, mientras veía a su amiga arreglarse el cabello. Romina había dejado el teléfono puesto contra el mármol de la pared que sostenía el espejo.—Romy, te he dicho una milésima de veces que no saques ese lado loco de ti. —Romina le restaba importancia a todo lo que decía—. Siempre terminas corriendo a los hombres. “Tu amiga está desquiciada”, me han dicho incontables veces.—No te preocupes por eso —le aseguró con un guiño—. A este hombre le encanta hacer locuras. Sabes, es como un niño. Yo soy como su tutora…—¿Tutora de qué Romina? —le dijo incrédulo—. Ese hombre tiene tres esposas. Apenas y le enseñarás uno de tus bailes en la cama.Romina soltó un suspiro molesta. ¿Por qué tuvo que nombrar a esas tres mujeres?, pensaba mirándose al espejo y planeando como se l
¿No les pasa que buscan un libro en uno de esos momentos cuando sienten que no pueden más con su realidad? Cuando necesitan descansar siquiera un segundo del mundo donde les tocó vivir, y adentrarse a donde sus corazones y mentes puedan distraerse. También cuando ponemos los auriculares en nuestros oídos, que aunque parezca que solo escuchamos música, es más que eso; nuestra imaginación suele estar esparcida en diferentes escenarios, en un universo donde el enojo y la tristeza no existen. Incluso, imaginamos nuestros sueños hechos realidad, nos observamos realizados y felices. Así es como Hasan se sentía cuando estaba acompañado de Romina. Fuera de esa realidad que lo llevaba desgastando por años. Una donde era esclavo de los deseos de los demás. Cumplir cada necesidad de sus padres, ser el hijo y el hermano perfecto, que al ser el menor de ellos, era lo más estresante, porque todos esperaban lo mejor de su parte. Al menos con Romina podía ser auténtico, sin tener que imaginarlo.
—Tienes razón. —Tuvo una idea brillante—. Yo no tengo por qué andar recibiendo las migajas de otras. Kalila temió a… —Buscaré otro marido. Y tú me vas a ayudar. —Romina salió de la habitación semidesnuda. —Ay, vamos, Romina —la siguió Kalila por los pasillos—. No es para tanto, sé que esto lo haces porque estás molesta. Romina se detuvo antes de llegar a la puerta de su habitación del segundo piso. —¿Molesta? —Se acercó a Kalila para decirle—: Molesta es poco, Kalila. Es un imbécil que… —Que te gusta —terminó por ella, dejándola en silencio—. Pronto haremos el ritual de henna y en pocos días subirás a ese altar con el vestido que la familia del novio te ha mandado a confeccionar. Romina soltó suspiro de cansancio, y entró a la habitación junto a la chica. —Kalila, no me puede gustar una persona que recién conozco, la cual tiene tres esposas. —Había cierta pizca de decepción en sus palabras—. Hasa
Romina estaba en el The bridal closet midiendo su vestido de novia, cuando una visita inesperada apareció por las puertas dobles del gran establecimiento: era nada más y nada menos que la princesa de Arabia Saudita. Una joven de tez morena y ojos cafés observaba los mostradores de vestidos y a la vez acompañada de un apuesto hombre forzudo.Romina no sabía, ella estaba junto a una modista luchando porque el vestido que le hicieron, sorpresivamente, no le quedaba. Al parecer había aumentado de peso desde la última vez que se vieron, que fue hacía un mes cuando Hasan estaba de viaje.—No entiendo —dijo la modista de nombre Hana, una hermosa y joven mujer japonesa—. ¿Has estado comiendo mucho?Romina gachó su mirada, porque eso era.—Últimamente, me da mucha hambre —confesó apenada—. No suelo ser así…—Bueno, supongo que son por los nervios de tu próxima boda. —Comenzó a quitarle el vestido, después de haberle tomado una nueva medida—. No te preocupes, arreglaré esto.Romina asintió un p
Las cuatro mujeres musulmanas al darse cuentan que Romina estaba observándolas, se levantaron de sus asientos y con sonrisas siniestras se le aproximaron. La primera en hablar fue Amira, que era la más alta de las tres, de ojos esmeraldas y nariz respingada: —Al fin te encontramos a solas, querida… Romina seguía un poco mareada. Igualmente, levantó su mentón en señal de no temerles. —Mi nombre es Basima la segunda esposa, Amira es la primera —señaló la innombrable. Basima era un poco alta, de pechos grandes y tez clara. —Y el mío Badra la tercera. —Esta era de tamaño mediano, un poco morena. Romina aplaudió tres veces y luego dijo con ironía: —Y son las tres mosqueteras. —Rio con falsedad.Las tres rodaron los ojos. —Seremos breves y te lo diremos una sola vez —empezó Amira—: Vete y deja a nuestro esposo en paz. No queremos a una extrajera en nuestra casa. Las demás asintieron mientras Azahara se mantenía ausente a la conversación, sentada en la mesa masticando su comida y ob
Cuando Hasan llegó al hotel, Romina estaba siendo atendida dentro de este. Un doctor le había informado que encontraron a su esposa totalmente inconsciente. —¿Puedo verla? —le preguntó al doctor que salía de la habitación. Estaba angustiado, llevaba treinta minutos sin saber nada sobre su estado. Solo que debía esperar a que le hicieran unas pruebas. —Por supuesto, la señorita ha despertado. —Hasan sintió alivio y se apresuró a llegar lo más rápido a la habitación donde la tenían. Romina observó desde la camilla como Hasan se adentraba sin importarle a quien se llevaba por delante. Lo que causó que apenas riera por la incomodidad en el vientre. —¿Estás bien? —Hasan indagó revisando su rostro y manos buscando alguna señal de heridas. —Tranquilo, estoy bien —aseguró ella asintiendo. Él al mirarla vulnerable en esa camilla, se arrepintió de haberla dejado sola, de no haberla llamado apenas llegó de ese insufrible viaje con sus tres esposas. —Perdóname, hermosa. —Romina sintió el c