«Raro»

—¿Qué ha pasado? —preguntó con fingido espanto al verle la cara a Badra, que parecía no haber dormido en toda la noche—. No me digas que…

La musulmana sin responderle se fue a su habitación.

En la madrugada Hasan y sus esposas oraban a Allah, Romina no quiso y Hasan tampoco la obligó a hacerlo. Todo eso se repetiría todos los días a la misma hora por tradición y cumplimiento a las enseñanzas islámicas.

La trigueña se paseaba por la enorme casa extrañando, la que su esposo le había regalo. Cuando se adentró al vestíbulo observó al musulmán en traje y corbata listo para irse a su empresa.

—Hola. —Había algo extraño en esa mañana entre ellos dos. Y eso era porque el musulmán había estado con su otra esposa, lo que hacía incómoda la relación—. Vendré por la tarde —informó—. Por favor, no se maten.

Intentó despedirse con un beso en su mejilla, pero Romina lo esquivó.

—Te observo y me das náuseas, ni te acerques a mí. —Se alejó sabiendo que eso lo haría sentir mal.

El hombre gachó su cabeza
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