101. No puedo parar.

Maldita sea, Enzo se estremecía con el toque de Christian.

Estaba seguro de que Eros jamás hubiera permitido que Enzo lo ayudara si hubiera mencionado su nombre, la única razón por la cual el viejo D’Alturi lo había permitido, había sido por qué ese hombre sabía que él tenía un hijo, más no una hija, así que perfectamente creyó que estaba ayudando a alguien más.

Enzo jamás había cedido el control, quizá no era el típico activo cliché que se veía superdominante, hasta era tierno y cariñoso, sensible con sus parejas e incluso con puntos infantiles, pero en la intimidad jamás se había sentido cómodo con la idea de ser penetrado, lo intentó una vez y aquello se sintió doloroso sin llegar siquiera a ser penetrado del todo a penas unos dedos por lo que estuvo todavía más seguro de que ser el pasivo no era lo suyo.

— Espera… espera Christian, yo no quiero … No me gusta ser el que…— pero no pudo seguir hablando porque Christian se apoderó de su boca en un beso demandante.

Sus manos llegaron h
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