(Anastasia Clarck)
Iba corta de tiempo aquel día, se me habían pegado las sábanas a consecuencia de la salida de la noche anterior con las chicas del club. Había sido un verdadero desfase, y aún estaba algo afectada, pero no podía parar para recuperarme, tenía que ir a saludar a saludar a Kara antes de ir a trabajar.
Ella y yo nos conocíamos desde hacía mucho, desde el colegio, si no recuerdo mal. Solíamos ir juntas a todas partes, así que cuando entró a trabajar en aquel lugar privado para niños de ricos pijos y dejó el club, me alegré bastante, pues al menos una de las tres podía cumplir su sueño.
Kara era una chica de mi misma edad, con la tez blanca y el cabello moreno, con rasgos asiáticos, de procedencia coreana, aunque su nombre fuese japonés. Actualmente, era profesora en el White School, un colegio para niños de ricos pijos.
Llegué a la institución más tarde de lo que debía, a pesar de no estar demasiado lejos de casa, pero como bien os digo, se me había echo realmente tarde en casa. Entré, saludando al portero, observando como este me devolvía el gesto y sonreía. Ya nos conocíamos, solía pasar por allí casi a diario antes de ir al curro.
Pasé por el lado de la señora White, que se me quedó mirando con cara de pocos amigos, pues mis ropas no eran las más apropiadas para el lugar en el que me encontraba. Siempre solía vestir ropas que tapaban poco, y masticaba chicle de forma exagerada. Cualquiera que no me conociese lo suficiente podría pensar que no tenía modales. Pero ese no era el caso en lo absoluto. Lo cierto es que me divertía bastante irritar a la señora White.
Pulsé el botón del ascensor, mirando hacia la derecha, divertida, al darme cuenta de que la señora Black me miraba horrorizada. Entré y pulsé la última planta, justo esa era en la que trabajaba esa semana mi Kara.
Saqué el teléfono del bolsillo del estrecho y corto short que llevaba, poniéndome al día con las notificaciones, al mismo tiempo que las puertas del ascensor se abrían en mi planta y sin mirar al frente si quiera salí de él, cruzándome con un joven de mi misma edad, alguien en quién ni siquiera me fijé, pues la realidad era que nunca solía hacerlo, y menos cuando se trataba del sexo opuesto. Si me hubiese fijado en él, aunque sólo fuese una vez, quizás las cosas serían diferentes.
Era alto, distinguido y orgulloso, con un traje con corbata, luciendo serio y ocupado, como la mayoría de los hombres de esa parte de la ciudad.
Llamé a la puerta de la clase B, asomándome por ella después, observando como los chicos y Kara volvían la vista para observarme.
Me senté junto a Kara, en uno de aquellos cojines que ella solía poner en el suelo para que sus clases fuesen más amenas, agarré uno de los libros que había amontonados en el suelo y leí mentalmente el título “El principito”.
Lucy era mi niña favorita, casi había crecido con ella, y la veía casi a diario. Tenía dos hermanos mayores en aquella institución y otro que pertenecía a una importante compañía. Su madre era una de las fundadoras de White School, y su padre era el dueño de una importante universidad. Pero a diferencia de cualquier otro niño pijo de aquel lugar, ella era amable y nada presuntuosa.
“En un antiguo castillo, en lo alto de la montaña más alejada de toda civilización, vivía una malvada bruja. Decían que esta retenía a una humilde princesa en contra de su voluntad. Importantes príncipes de lejanas tierras habían ido al misterioso castillo, con la intención de salvar a la muchacha, pero todo el que iba, volvía derrotado.
Un buen día, un valiente caballero consiguió derribar los siete conjuros que la bruja había puesto alrededor del castillo, y entró en el castillo, dejando a la malvada bruja sorprendida por tal hazaña.
Pero no todo parecía estar de su parte, pues de pronto, la malvada bruja hizo aparecer de la nada una enorme caja de marfil y lo encerró dentro.
El caballero luchó y luchó, con espada en mano, intentando liberarse de su prisión, pero todo fue en vano.
La bruja se apareció en su interior, y le hizo elegir entre tres opciones.
La opción número 1 consistía en liberarlo y no volver a pisar sus tierras jamás.
La opción número 2 consistía en entregar su vida en cautiverio a cambio de la liberación de la princesa.
Y la opción número 3 consistía en no aceptar ninguna de las dos opciones y quedarse para siempre encerrado en aquella caja de marfil.
La bruja dio al caballero 3 días para pensar en la decisión acertada que debía tomar. La opción número 1 era la mejor si lo que quería era salvar su vida, pero no obtendría honor ni reconocimiento por parte de la sociedad. La opción número 2 le permitía salvar a la princesa, por lo que tendría fama, honor y reconocimiento, pero no podría disfrutar de él, pues estaría encerrado en aquel castillo para siempre. Y la tercera opción era incluso peor.
En aquel momento un pacífico sonido de ruiseñor indicó que se había acabado la clase, haciendo que todos los alumnos caminaran tranquilos a sus pupitres, recogieran sus mochilas calmadamente y saliesen por la puerta por orden.
Me levanté para ayudar a mi amiga a ordenar los cojines sobre los sofás que adornaban la estancia, mientras una niña pequeña se acercaba hacia nosotras…
Acompañé a Kara a casa, por el largo paseo hasta nuestro hogar, pues, aunque no vivíamos juntas, lo hacíamos en el mismo edificio. Por el camino la escuché hablar sobre el trabajo, sobre lo mucho que adoraba a aquellos niños y lo fácil que era para ella estar allí.
En cuanto llegué a casa, saqué uno de los botes de fideos instantáneos del mueble, y me resigné, pues sabía que esa noche no podría comer algo mejor. Preparé mi cena, y luego me marché al salón, donde la devoré entera.
Saqué los papeles de inscripción de mi bolsa y sonreí. Al fin lo había conseguido, al fin estaba más que dispuesta a cumplir mis sueños.
(Seven White)Aquel día tenía más trabajo que el de costumbre, mi padre me había elegido para hacer las entrevistas de los nuevos aspirantes a estudiantes de nuestra universidad, así que no me cabía de otra, debía seleccionarlos yo mismo.Pasé varias solicitudes al azar, sin prestar atención a ninguno de ellos, deteniéndome de golpe.“Un momento – pensé, al mirar hacia la ficha de una joven de más o menos mí misma edad – conozco a esta. Pero… ¿dónde la he visto antes? – estudié su perfil durante un instante”Anastasia Clark – Era su nombre. Sólo por el apellido ya me sonaba de algo, sabía que había escuchado este con anterioridad, pero no podía recordar dónde.Expediente académico &nda
(Anastasia Clark)Estaba histérica aquella mañana, no podía dejar de morderme las uñas, frente a la oficina del rector de la universidad, mirando de reojo al resto de compañeros, todos bien vestidos, todos más jóvenes que yo.Miré mi atuendo, de nuevo. Llevaba una falda blanca corta y una camiseta de mangas cortas del mismo color, demasiado escotada para un evento como aquel, pero no tenía nada mejor en el armario, por eso usaba un pañuelo en tono azul, intentando tapar mis pechos.Anastasia Clark – llamó la secretaria del rector, haciendo que levantase la cabeza, dando un respingón al escuchar mi nombre. Asentí y la seguí por el largo pasillo que daba a los despachos de los profesores, mientras lo hacía, bajaba mi falda, pues aquella tenía la costumbre de subirse mientras andaba, al mismo tiempo que con mi ma
(Seven White)La mañana empezó sin altibajos, con las entrevistas de los nuevos estudiantes, la verdad es que no había mucha diferencia en los tres primeros. Eran adolescentes pijos y adinerados que querían entrar en una prestigiosa universidad como la nuestra, nada más.Hice rodar mi silla, mirando hacia los grandes ventanales que daban al campus. Aquello estaba resultando agobiante, aquella monotonía.Me quité las gafas y presioné con los dedos sobre el tabique de la nariz, intentando desestresarme un poco, cuando escuché la puerta abrirse y cerrarse.Los pasos del siguiente posible alumno se fueron acercando más y más, hasta que esa persona se sentó frente a la mesa, en su silla.Volví a la posición actual, con las gafas en la mano aún, sacando la ficha de la siguiente entrevistada, dándome cuenta de que
(Anastasia Clark)El club estaba a rebosar aquella tarde, las chicas nos preparábamos en los camerinos, pues pronto tendríamos nuestra actuación. Algunas cuchicheaban sobre lo nerviosas que estaban al actuar ante tanto público. Yo, por el contrario, repasaba mi actuación de nuevo, mentalmente, había creado un nuevo baile, que quería presentar aquella noche.Desde muy pequeña lo hacía de ese modo, para mí bailar era como actuar, representar un papel y hacerlo lo mejor posible. Y aunque, ya no pudiese hacerlo de forma profesional, me gustaba dar lo mejor de mí en cada actuación.Ana – me llamó Petra, una rusa con muy mala ostia y muchas ganas de buscar bronca. La miré sin ganas, observando cómo me sonreía con malicia – no te he visto en los ensayos de la tarde – se quejó – ¿ya est
(Seven White)El día fue más largo que cualquier otro, ni siquiera pude tomarme un descanso a media mañana, tuve que hacer las dichosas entrevistas. Luego almorcé en la oficina, una ensalada y un yogurt, para después ponerme a elegir a los candidatos, que en total eran unos nueve, de los más de 50 que había entrevistado. A continuación, mandé la información a papá, y me senté sobre la silla, volteándola, mirando hacia el campus. Era bastante tarde, pues el sol estaba en decadencia.El ruido infernal del teléfono me sacó de mis agradables pensamientos sobre mi verano en la Provenza.¿Qué? – pregunté, irritado, pues estaba segurísimo de que la persona que llamaba era el pesado de Brad.Esta noche hay especial en “El bosque verde”
(Anastasia Clark)El primer día en la universidad fue un poco caótico, pues Dante no dejó de llamarme en toda la mañana, a pesar de que ya había hablado con su padre, para que me redujese el contrato para echar menos horas. Él siempre tenía que quedar por encima, lo odiaba.Tuvimos la presentación del rector White, yo por supuesto le miré con cara de pocos amigos, y él sonrió varias veces, dejando claro que tenía una sonrisa perfecta.Era guapo, tenía que reconocerlo. Un chico alto, delgado, rubio, ojos claros y siempre llevaba una bien recortada barba. Era muy apuesto, por eso la mayoría de las chicas de la primera fila no podían dejar de babear por él.Yo, junto a otra chica, parecíamos ser las más mayores. Esta chica en cuestión se llamaba Alex, era una chica de mi edad más o menos, y
(Seven White)Me levanté temprano aquella mañana, desayuné y me marché a la universidad, para luego enfrascarme en la lectura de uno de los libros de Jonathan Clark. Eran interesantes sus estudios sobre la lengua inglesa, realmente dignos de apreciar por cualquier lingüista reconocido.Un mensaje llegó a mi teléfono, haciéndome salir de mis pensamientos.Lucy:¿Cómo va la cosa? ¿Le escribiste anoche?Yo:Sí, le escribí, quedaremos la próxima semana.Lucy:Seguro que te encanta en cuanto la veas.Yo:Seguro.Dejé el teléfono sobre la mesa y seguí leyendo, mientras pensaba en ello, tomándome un descanso.Había cedido a los deseos de mi adorada hermanita pequeña, habí
(Anastasia Clark)Odiaba al rector de la universidad, ¿os lo he dicho ya? ¿Por qué tenía que hacerme las cosas tan difíciles? Sólo por un comentario sin mala intención. Sólo era una broma, ¡por Dios!Recorría los pasillos de camino al despacho del capullo, junto a Alex, cuando mi teléfono vibró en mi bolsillo, sin lugar a dudas sería el pesado de Dante para darme el itinerario de actuaciones del día siguiente, pero no era él, y eso me sorprendió, bastante.Hermano de Lucy:Hola, he pesado que podríamos vernos mañana.Yo:¿Qué pasó con la cita falsa? Hermano de Lucy:La fecha de la cita falsa será mañana, me ha fallado un plan, así que podría reservarte el hueco para ti.Yo: