Santos experimentaba una crisis existencial, algo que jamás cruzó por su mente que podría ocurrir y es que, en sus veinticinco años de vida nunca pensó que precisamente él – Y no su hermano – pudiese enfrentar una situación tan... ¿Cómo llamarle? Sí, irreal, esa era la única definición que se le ocurría para tratar de explicar su actual realidad, una que bien podría nombrarse como algo ficticio, por el simple hecho de que solo ocurría en novelas de suspense, no en la vida real y mucho menos a él; un deportista realizado, con un gran futuro prometedor en su medio y para qué mentir, en sus mejores épocas tanto a nivel profesional como familiar.
Solo que, ese pequeño detalle le había cambiado la vida completamente, dándole un giro de ciento ochenta grados. Estaba agotado, tanto física como mentalmente; no obstante, llevaba horas sin dormir nada y tan sólo eran las tres de la mañana como para salir a trotar e inclusive para ir al gimnasio. Eso sin contar que, traía enorme dolor de cabeza debido a varias razones en particular. La principal era obviamente su esposa, pero Abril no era la única víctima de toda esa locura, también lo era su pequeño hijo, que crecía en el vientre materno; así como sus padres, hermanos y finalmente él, lo cual le robaba el sueño y lo agotaba tanto física como mentalmente. Porque nada se resolvería tan fácil como Joe le había dicho, no, las cosas no se arreglarían conversando, ni "su mujer llegaría a amarlo" como su madre había vaticinado.
Todo lo contrario y él, era un adulto para comprender que ella sería un hueso duro de roer, nunca fue un hombre iluso y sabía a qué atenerse con su recién adquirida mujercita; pero ahora analizando todo con cabeza fría, no dejaba de recriminarse en qué demonios estaba pensando al acceder a ese chantaje. No, más bien debía recordar dónde carajos se había ocultado su cerebro para cometer tamaña estupidez, porque eso era, un estúpido, un gran imbécil y un cretino que... Que creyó por un instante hacer lo correcto y así ayudar a una pobre madre que había perdido a lo mejor de su vida, su hija; porque si existe algo más doloroso para una madre, eso es perder a un hijo, tanto así que no tenía definición.
Pero ya no podía seguir llorando sobre leche derramada, por el contrario, debía enfrentar la situación de la mejor manera y como había dicho Joe, buscarle el lado positivo a toda esa locura. Algo que sin duda sería por demás complejo, dado que Abril había llorado largo y tendido desde su llegada la mansión y por más que Alina había insistido en que debía alimentarse, esta se había negado rotundamente a hacerlo; y no era que no la comprendiese, por el contrario, él más que nadie la entendía perfectamente.
No obstante, ella no era la única afectada en esa situación particular y no tenía la más mínima idea por dónde empezar a emendar ese terrible error sin agrandarlo en el proceso, tal como le advirtió su hermanita –La única que estaba completamente a su favor, por algo era su favorita – quien pese a ser una adolecente aún conservaba esa inocencia característica en ella.
Y luego ese era otro peso más sobre su cabeza, qué si por su culpa la vida se la cobraba con Victoria... Nunca se lo perdonaría, justo en ese momento la conciencia le jugaba una mala pasada recordándole que en la vida todo se devuelve, ahora solo le quedaba rezar porque algo bueno saliera de todo lo que ahora le causaba tanto temor.
Por eso quería hablarle a ella, suplicarle aunque sea un minuto de su tiempo... Pero, cómo explicarle que no actuó de mala fe, si Abril ni tan siquiera podía verlo a dos metros de distancia sin ponerse a llorar como magdalena; parecía obra del maldito karma – En caso de que este existiera, pensó – porque hasta su olor le fastidiaba, tanto así que había llegado al extremo de vivir encerrada en su habitación con tal de no topárselo por accidente y eso no era sano para ella, menos en su estado.
Santos solo deseaba que se sintiera tranquila y así garantizar la poca paz que su hijo necesitaba para crecer sano y fuerte, fue por esa razón que optó por no permanecer en casa durante el día, así ella no se sentiría atrapada y seria libre de recorrer lo que le viniese en gana – Algo que le mencionó Victoria, había sucedido pocos días atrás – de modo salía de casa de sus padre temprano en la mañana, antes de ella estar consciente y volvía bastante entrada la noche, donde permanecía despierto hasta bastante entrada la madrugada, cuando su verdugo venía a atormentarlo nuevamente.
Suspiró frutado como cada vez era más recurrente a últimas fechas, si tan solo le permitiera acercarse, podría disculparse con ella y enseñarle las pruebas de que lo que decía era cierto. Y es que pese a su torpeza al dejarse engatusar de Bárbara Llorís, su instinto le decía que debía tener pruebas irrevocables en caso de que se presentara un inconveniente y gracias a eso contaba con audios donde tanto su suegra, como ese Canalla doctor le informaban del estado vegetal en que tristemente se encontraba la joven, presionándolo de este modo para acceder a la inseminación la joven, quien de otro modo moriría sin dejar descendencia, si incluso la mujer de manera sutil había dejado caer un comentario donde afirmaba que pese a no ser adrede el accidente, nadie más que él sería responsable de su eterno dolor.
Sin duda alguna, esas las grabaciones eran haz a su favor, por algo era un estratega por naturaleza y su experiencia en el deporte le había dado cierta ventaja en aquel juego sucio de Bárbara, el problema como bien sabía, era que su esposa lo detestaba tanto o más que el diablo a la cruz y su único consuelo hasta el momento, era que ella cuidaba su salud debidamente. Lo cual le decía mucho de su parte, pese al miedo que sentía – al igual que él mismo – Abril Johnson sería una buena madre o eso le había dicho Alina, quien pasaba gran parte de su tiempo junto a ella. De manera que no tenía más remedio que ser un intruso en su propia casa y cada noche, entrar de manera furtiva a su habitación para verla descansar.
Era una mujer hermosa, de eso no había duda, pero lamentablemente no le permitiría un acercamiento y Santos anhelaba con todas sus fuerzas ver a su bebé en cada etapa de su desarrollo, deseaba tocar su pancita y acariciarlo desde pequeñito, y esa también era otra tortura aun mayor de todas, ya que sentía que tantas lágrimas lo afectaban de manera directa y que el único responsable era otra vez él.
Abril se encontraba viendo una revista de maternidad que le había facilitado Joe - sus suegro, por raro que sonase - con el fin de que no se sintiera tan ignorante respecto a su embarazo, pero ella creía que si tuviese su teléfono celular, le sería más fácil investigar sobre ese tema ¡y cualquier cosa que le viniese en gana! No entendía por qué, si se suponía que no era una presidiaria aún permanecía incomunicada con el resto del mundo, ¡es que ni a sus amigas había logrado ver! Y ya las extrañaba como loca, y luego estaba el hecho de que prácticamente la ignoraban deliberadamente -Santos- habían pasado varias semanas desde su llegada a esa mansión y desde ese día, no le había visto nunca más - aunque al principio lo agradeciera- parecía que se lo tragó la tierra, porque ni rastro d
¡Chocolate! Sí, esa era la única razón por la cual se encontraba justo allí, asaltando la cocina cual vil hambrienta...Más bien como una ladrona, pero quién podía culparla, si desde siempre fueron su debilidad – De hecho, cualquier tipo de golosina - y si a todo eso le sumaban el factor "bebé" a la ecuación, el resultado era asombroso.Los deseos implacables habían iniciado hacía apenas días atrás y vinieron a atormentar sus noches ¡Sí señores! Su bebé estaba dando muestras de su existencia y no sólo con los mareos constantes al despertar cada mañana, o esas horrendas náuseas con cierta frecuencia, no.¡Ella tenía anto
Esa mañana se encontraba en un estado de ánimo exultante, de hecho la palabra feliz se quedaba corta en definir la alegría que embargaba su alma al saber que su hijo se estaba dando a conocer, y quizás lo mejor de todo era saber que sus gustos formaban parte de los antojos que su esposa experimentaba - De acuerdo a lo que esta misma le había mencionado la noche anterior - sí, definitivamente ese detalle pese a ser algo pequeño frente a toda una situación compleja por resolver, podía ser el inicio de algo mejor entre ambos; por lo que sentía un pequeño triunfo ante la austeridad de tantas semanas atrás y por ahora se sentía satisfecho de haber compartido esos escasos minutos de tiempo con ella, algo que logró hacerlo descansar de manera tranquila por primera vez en cuatro meses. Durmió feliz y en su pecho emergían los vestigios d
El resto del día transcurrió en una tensa calma, o al menos eso era lo que Alina sentía, ya que podía distinguir el gran esfuerzo de ambos jóvenes por no incomodar el ambiente familiar que se instaló esa mañana con la visita de Travis, su segundo hijo y el favorito suyo, quizá por ser tan revoltoso desde pequeño, este residía en Francia luego de haber regresado de una larga temporada en Quebec.Fueron casi dos años los que vivió lejos del resto de su familia y también para ella resultaron ser los días más desoladores de su existencia, al verlo sufrir por un desamor, no poder ayudarle fue una verdadera tortura, ya que como madre no pudo evitar sentir su dolor como propio y ahora toda esa locura desatada un tiempo atrás.Por lo que era increíble tenerlos a todos
Una pregunta rondaba últimamente por su cabeza y se posaba en esta con manera más asidua de la que deseaba y esta era la cuestión: ¿Existe algo peor que la soledad? Personalmente la consideraba el peor sentimiento después del dolor o la muerte, que como diría Alina, era absoluta; y siendo un poco imparcial debía admitir que esta pelaba con uno que muy poco cruzaba por su vida, es decir, el remordimiento.La cuestión era que la soledad no era su sentimiento predilecto, no, todo lo contrario. Cada hora que pasaba Abril se sentía más triste, ya que los días previos a la llegada de Travis fueron buenos y los subsiguientes hasta cierto punto decentes. Salvo alguna por alguna indirecta emitida por aquel personaje con ínfulas de superioridad - Aunque debía reconocer que esa faceta iba dirigida espec&iacut
Después del repentino un ataque de valentía, le sobrevino su real cobardía y podía sentir el corazón latiendo desbocado, las manos le sudaban y el miedo se instaló en su cabeza nuevamente. ¿Y si la tomaba por loca, o la rechazaba? No lo soportaría, moriría de la vergüenza, al imaginar qué pasaba justo por la cabeza de Santos en ese preciso momento. Hacía diez minutos exactamente tenía en sus manos una caja entera de chocolate blanco y exquisito, pero siendo honesta consigo misma, esa, no había sido la única razón por la que se encontraba allí. Tenía que hacerlo – Se dijo a sí misma - o desechar esa absurda idea de una vez por toda, pero se le acababa el tiempo entonces... ¿Qué era lo correcto?Santos por un instante pensó que saldr&
Un nuevo día les dio la bienvenida, bueno, más bien medio día, porque, por primera vez desde que era adolescente se permitió descansar hasta altas horas de la mañana – Algo inusual en su rutina habitual, ya que esta no le permitía darse el lujo de desperdiciar tiempo valioso en simple ocio – pero ese día era diferente; porque sí, era cierto que permanecía acostado en su cama, pero esta vez con una compañía envidiable.Justo a su lado descansaba Abril, su esposa, quien dormía plácidamente después de una noche bastante intensa. Por más que intentaba asimilar todos los hechos ocurridos la noche anterior, no daba crédito a lo que decían sus recuerdos. En primer lugar, Abril que lo buscaba para "dialogar" justo a él - Cuando a duras penas si lo toleraba en
Los días subsiguientes a aquella noche, fueron relativamente normales. Por decisión de Abril esta regresó a su antigua habitación, alegando que de esa manera se sentiría más cómoda, ya que, le resultaba un incordio el hecho de enfrentar la nueva realidad abruptamente, después haber protagonizado todo un escándalo en sus primeros días.Santos por su parte, deseaba hacerla sentir lo mejor posible en su compañía, por lo que no tuvo más opción que respetar sus deseos; aunque, no podía decir a ciencia cierta si ella aún conservaba un poco de temor hacía su persona o si tan solo lo había utilizado para un fin – del que obviamente participo activamente, a todas estas – el caso era que anhelaba poder hacer las cosas lo mejor posible y de esa manera lograr el equilibrio perfecto, para asombro de su familia