El sol apenas comenzaba a despuntar cuando Emiliano se dirigía a su oficina. Sin embargo, una inquietud lo impulsó a hacer un desvío. Decidió pasar por el departamento de Margaret para ver a su hijo y asegurarse de que todo estaba bien. Algo en su interior le decía que necesitaba verlos, que necesitaba confirmar que todo estaba en orden.Al llegar al edificio, fue detenido por uno de los guardias que cuidaban de Margaret y su hijo.— Señor De Lucca.— Dime Roberto, ¿alguna novedad? — preguntó él, observando el edificio.— Sí. Anoche poco después de que usted se marchara, la señora Valeria salió del piso — dijo el guardia, su tono serio.Emiliano frunció el ceño, la confusión y la preocupación pintadas en su rostro.— ¿Qué hacía ella aquí? — preguntó, su voz cargada de ansiedad.— Según las cámaras, llegó detrás de ustedes y se quedó un rato en el edificio. Cuando salió, parecía muy molesta — añadió el guardia.La mente de Emiliano comenzó a correr a mil por hora. ¿Qué había hecho Vale
Emiliano se encontraba en su oficina, concentrado en una pila de documentos que requerían su atención. Desde muy temprano, su día había estado cargado de irritación y tensión debido a los eventos recientes. El aire en la oficina era denso, y cada pequeño ruido parecía amplificar su mal humor.De repente, su asistente ingresó a la oficina, visiblemente preocupado y nervioso. Emiliano levantó la vista, sus ojos llenos de una furia contenida. Si las miradas pudieran matar, su asistente habría caído fulminado al instante.— ¿Qué? — gruñó Emiliano, su voz cargada de impaciencia.El asistente se acercó, temblando ligeramente.— Creo que no le va a gustar lo que dicen de usted en las noticias, señor — dijo, entregándole un iPad.Emiliano frunció el ceño mientras tomaba el dispositivo. En la pantalla, un titular sensacionalista brillaba con letras grandes y llamativas."ESCÁNDALO: Magnate Emiliano De Lucca acusado de infidelidad con la niñera de su hijo. ¿Prohíbe a su esposa ver a su propio h
Por otra parte, Emiliano había llegado al departamento de Margaret y con su habitual tono seco, pero al mismo tiempo, con un tinte suave que solo utilizaba con ella, habló.— Lo siento, Margaret. No quería que te vieras envuelta en todo esto — dijo Emiliano.Margaret lo miró, sus ojos llenos de preocupación y tristeza.— Sé que has hecho todo lo posible para protegernos, Emiliano. Pero esta situación está afectando a nuestro hijo, y eso es lo que más me preocupa — respondió, su voz quebrándose ligeramente —. No quiero que nos veamos envueltos en polémica.— Este es mi mundo, Margaret. Deberás acostumbrarte — dijo bruscamente —. Yo no pedí meterte en esto. Tú te metiste sola.Aquello fue un balde de agua fría para la joven. Un recordatorio de lo que había hecho y del por qué estaba en esa situación. Se tragó las ganas de gritar y llorar y asintió.Emiliano sintió que debía disculparse, pero su orgullo se lo impidió, además, ella debía entender que él estaba haciendo lo mejor que podía.
— Yo… yo…— Emily, esto no tiene que ser así. Podemos arreglar las cosas, pero no con violencia — dijo Margaret, su voz temblando, pero firme.Emily, sin embargo, no quería escuchar razones. La rabia y el odio la habían consumido por completo. En ese momento, la policía llegó y, tras evaluar la situación, comenzaron a separar a Emily y a tomar declaraciones.— Señora, necesito que se calme y venga con nosotros — dijo uno de los oficiales a Emily.Emily, fuera de control, continuaba maldiciendo y resistiéndose, mientras su madre llegaba apresurada, tratando de entender lo que estaba ocurriendo.— ¿Qué está pasando aquí? — preguntó la madre, su voz llena de alarma.El oficial explicó brevemente la situación, y la madre de Emily intentó intervenir, pero fue detenida por otro oficial.Margaret, todavía temblando por el ataque de Emily, se volvió hacia la mujer que había creído su madre durante toda su vida. El odio en sus ojos era evidente, y la intensidad de su mirada la hizo retroceder u
Margaret decidió que necesitaba un respiro. Los últimos días habían sido una montaña rusa emocional, y quería un momento de paz para ella y su hijo. Así que una mañana, después de preparar todo lo necesario, decidió llevar a su hijo al parque. Le envió un mensaje a Emiliano para avisarle dónde estaría, y solo recibió un "ok" como respuesta.Al llegar al parque, Margaret encontró un banco bajo la sombra de un árbol y se sentó, observando a su hijo jugar alegremente en la arena, o algo así, ya que seguía siendo un niño que estaba aprendiendo a gatear. El sonido de los niños riendo y el canto de los pájaros la ayudaron a relajarse un poco. Por un momento, se permitió disfrutar del lugar, dejando que la tranquilidad del entorno la envolviera.De repente, un hombre se acercó a ella. Margaret lo reconoció de inmediato: era Pablo, el hermano adoptado de Valeria, aunque ciertamente no lo creía.— Es un milagro volver a verte, Margaret, después de tanto tiempo — dijo Pablo cortésmente.En reali
Esa tarde, Emiliano, Margaret y su hijo decidieron salir a disfrutar de una comida en uno de los restaurantes más populares de la ciudad. Querían pasar un rato agradable en familia, lejos de las tensiones y problemas que habían estado enfrentando últimamente. Más bien, creo que Emiliano sin saber cómo, solo deseaba que Margaret se distrajera de todo el ajetreo que conllevaba su vida ahora como heredera.El restaurante estaba lleno, pero lograron conseguir una mesa en una esquina acogedora, cerca de las ventanas que daban a la calle. El ambiente era cálido y acogedor, con una suave música de fondo que ayudaba a crear una atmósfera relajada.Normalmente, Emiliano iría a un restaurante mucho más íntimo y elegante, pero sabía que aquello incomodaría a Margaret. No entendía por qué deseaba su comodidad.Un mozo joven y amable se acercó a su mesa, listo para tomar la orden. Sin poder evitarlo, sus ojos se dirigieron a Margaret, admirando su belleza. Ella notó la mirada del mozo y, tímidamen
Sin embargo, esa paz se vio interrumpida cuando la puerta del restaurante se abrió de golpe y Valeria entró, su rostro una máscara de furia contenida. Se dirigió directamente a la mesa de Emiliano y Margaret, ignorando las miradas curiosas.Sin previo aviso, se dirigió directamente hacia Margaret y, sin pensarlo dos veces, la agarró del cabello, tirando de ella con una fuerza inesperada.— ¡Valeria! — gritó Margaret, sorprendida y dolorida.Emiliano, al ver la escena, se levantó de inmediato, tirando su silla en el proceso y apartando bruscamente a Valeria de Margaret. Su expresión era de pura furia, y sus ojos parecían destellar con una amenaza silenciosa.— ¡¿Qué demonios crees que estás haciendo?! — exclamó Emiliano, su voz resonando en el restaurante.Valeria, sin importarle la reacción de Emiliano, levantó la mano y le dio una bofetada en la cara con toda la fuerza que pudo reunir.— ¿Por esta puta me cambias? — gritó, su voz llena de amargura y despecho.Emiliano, con la mejilla
Un día, mientras Emiliano estaba en casa disfrutando de una tarde tranquila, recibió una llamada de su abogado. Se levantó del sofá y se dirigió a la cocina para tomar la llamada en privado.— ¿Sí, abogado? — respondió Emiliano, su voz seria.— De Lucca, tengo buenas noticias. Hemos conseguido la orden de restricción contra Valeria. A partir de ahora, legalmente no pueden acercarse a ti, a la señorita Torres ni a tu hijo. Si lo hacen, podrán ser arrestados — dijo el abogado, su voz firme y profesional —. Además, ya hay fecha de audiencia para que la señorita Torres reconozca a su hijo.Emiliano sintió una oleada de alivio recorrer su cuerpo. Aunque sabía que la situación no se resolvería de inmediato, esto era un paso importante hacia la seguridad de su familia.— Gracias, Russel. Esto significa mucho para nosotros. ¿Hay algo más que debamos hacer? — preguntó Emiliano.— Solo asegúrate de mantener un registro de cualquier intento de contacto por parte de Valeria. Informaremos a las au