Llegar a la mansión Torres fue algo rápido, pero compartir con su familia fue la pesadilla del siglo. Margaret, apenas puso un pie dentro de la mansión, supo que algo no andaba bien al ver salir al abogado de la habitación de su padre.— Por fin te dignas en aparecer, niña insensata — gruñó su madre.— Por favor — susurra el padre de Margaret —. No empieces. Ella está cuidando a tu nieto. No lo olvides.La mujer se tragó las ganas de seguir peleando porque obviamente no le convenía, pero lo que no sabía, era que ya Emiliano sabía la verdad, y que Margaret quería decirle a su padre todo lo que pasó. Si estaba en sus últimas instancias, al menos merecía irse de este mundo conociendo la verdad, de que ella, es la verdadera madre del niño.Margaret se acercó lentamente a la cama donde su padre reposaba, débil y consumido por la enfermedad que lo había debilitado tan rápidamente. Cada paso que daba parecía pesarle más que el anterior, como si la gravedad misma intentara impedirle llegar a
Margaret, aunque devastada, notó la falsedad en la voz de su hermana. Era un dolor muy diferente al suyo, un dolor calculado y manipulado para obtener atención. Sin embargo, en ese momento, no tenía la energía para enfrentarse a Emily o a su madre. Todo lo que podía hacer era permanecer de pie, sintiendo el desgarro en su corazón.La madre de Margaret se acercó a la cama, tomando la mano sin vida de su esposo y llorando desconsoladamente.— ¡No puede ser! ¡No puede ser! — gritaba entre sollozos —. ¡No te vayas, por favor!Margaret se sintió abrumada por la escena. Su padre se había ido, y la realidad de su pérdida comenzaba a hundirse profundamente en su ser. Miró a Emiliano, buscando en él un ancla en medio de la tormenta emocional que la rodeaba.Emiliano, sintiendo el peso de la responsabilidad, mantuvo a Emanuel cerca de su pecho y se acercó a Margaret, ofreciéndole su apoyo silencioso.— Margaret — dijo suavemente —, vamos a salir de aquí. Necesitas un momento para ti misma.Marg
Al llegar, Emiliano ayudó a Margaret a bajar las cosas del coche y la acompañó hasta la puerta. Emanuel dormía plácidamente en los brazos de su madre, ajeno a todo el dolor y la confusión que los rodeaba.— Gracias por todo, Emiliano — dijo una vez más, Margaret con sinceridad, sus ojos reflejando una mezcla de gratitud y tristeza —. No sé qué haría sin ti.— No tienes que agradecerme, Margaret. Le hice una promesa a tu padre, ¿recuerdas? — respondió él, con una voz firme pero suave.Emiliano se inclinó hacia Emanuel y dejó un beso tierno en su cabecita. Al levantar la vista, sus ojos se encontraron con los de Margaret, y por un momento, el mundo pareció detenerse. La conexión entre ellos era palpable, una mezcla de emociones contenidas y sentimientos no expresados.Los ojos de Emiliano bajaron lentamente a los labios de Margaret, y ella, sin darse cuenta, se remojó los labios nerviosamente, un gesto que lo incentivó aún más. La tensión en el aire era casi tangible, y Emiliano sintió
Emiliano, conduciendo por las calles desiertas, sentía una mezcla de emociones que lo abrumaban. No podía dejar de pensar en el momento que había compartido con Margaret, y en cómo había estado a punto de cruzar una línea que siempre había mantenido clara. Su corazón latía con fuerza, y por primera vez en mucho tiempo, se sentía vulnerable.Llegó a su casa y se dejó caer en el sofá, su mente reviviendo una y otra vez el instante en que sus ojos se habían conectado con los de Margaret. Sabía que no podía ignorar lo que sentía, pero también sabía que las circunstancias eran complicadas. Margaret acababa de perder a su padre, y él no quería añadir más confusión a su vida.Emiliano estaba sentado en el sofá de su mansión, con un vaso de whisky en la mano, intentando calmar la tormenta de pensamientos que le asaltaban. La noche había sido larga y llena de emociones encontradas. Mientras contemplaba el líquido ámbar en su vaso, escuchó la puerta abrirse y cerrar con fuerza. Valeria entró en
El sol apenas comenzaba a despuntar cuando Emiliano se dirigía a su oficina. Sin embargo, una inquietud lo impulsó a hacer un desvío. Decidió pasar por el departamento de Margaret para ver a su hijo y asegurarse de que todo estaba bien. Algo en su interior le decía que necesitaba verlos, que necesitaba confirmar que todo estaba en orden.Al llegar al edificio, fue detenido por uno de los guardias que cuidaban de Margaret y su hijo.— Señor De Lucca.— Dime Roberto, ¿alguna novedad? — preguntó él, observando el edificio.— Sí. Anoche poco después de que usted se marchara, la señora Valeria salió del piso — dijo el guardia, su tono serio.Emiliano frunció el ceño, la confusión y la preocupación pintadas en su rostro.— ¿Qué hacía ella aquí? — preguntó, su voz cargada de ansiedad.— Según las cámaras, llegó detrás de ustedes y se quedó un rato en el edificio. Cuando salió, parecía muy molesta — añadió el guardia.La mente de Emiliano comenzó a correr a mil por hora. ¿Qué había hecho Vale
Emiliano se encontraba en su oficina, concentrado en una pila de documentos que requerían su atención. Desde muy temprano, su día había estado cargado de irritación y tensión debido a los eventos recientes. El aire en la oficina era denso, y cada pequeño ruido parecía amplificar su mal humor.De repente, su asistente ingresó a la oficina, visiblemente preocupado y nervioso. Emiliano levantó la vista, sus ojos llenos de una furia contenida. Si las miradas pudieran matar, su asistente habría caído fulminado al instante.— ¿Qué? — gruñó Emiliano, su voz cargada de impaciencia.El asistente se acercó, temblando ligeramente.— Creo que no le va a gustar lo que dicen de usted en las noticias, señor — dijo, entregándole un iPad.Emiliano frunció el ceño mientras tomaba el dispositivo. En la pantalla, un titular sensacionalista brillaba con letras grandes y llamativas."ESCÁNDALO: Magnate Emiliano De Lucca acusado de infidelidad con la niñera de su hijo. ¿Prohíbe a su esposa ver a su propio h
Por otra parte, Emiliano había llegado al departamento de Margaret y con su habitual tono seco, pero al mismo tiempo, con un tinte suave que solo utilizaba con ella, habló.— Lo siento, Margaret. No quería que te vieras envuelta en todo esto — dijo Emiliano.Margaret lo miró, sus ojos llenos de preocupación y tristeza.— Sé que has hecho todo lo posible para protegernos, Emiliano. Pero esta situación está afectando a nuestro hijo, y eso es lo que más me preocupa — respondió, su voz quebrándose ligeramente —. No quiero que nos veamos envueltos en polémica.— Este es mi mundo, Margaret. Deberás acostumbrarte — dijo bruscamente —. Yo no pedí meterte en esto. Tú te metiste sola.Aquello fue un balde de agua fría para la joven. Un recordatorio de lo que había hecho y del por qué estaba en esa situación. Se tragó las ganas de gritar y llorar y asintió.Emiliano sintió que debía disculparse, pero su orgullo se lo impidió, además, ella debía entender que él estaba haciendo lo mejor que podía.
— Yo… yo…— Emily, esto no tiene que ser así. Podemos arreglar las cosas, pero no con violencia — dijo Margaret, su voz temblando, pero firme.Emily, sin embargo, no quería escuchar razones. La rabia y el odio la habían consumido por completo. En ese momento, la policía llegó y, tras evaluar la situación, comenzaron a separar a Emily y a tomar declaraciones.— Señora, necesito que se calme y venga con nosotros — dijo uno de los oficiales a Emily.Emily, fuera de control, continuaba maldiciendo y resistiéndose, mientras su madre llegaba apresurada, tratando de entender lo que estaba ocurriendo.— ¿Qué está pasando aquí? — preguntó la madre, su voz llena de alarma.El oficial explicó brevemente la situación, y la madre de Emily intentó intervenir, pero fue detenida por otro oficial.Margaret, todavía temblando por el ataque de Emily, se volvió hacia la mujer que había creído su madre durante toda su vida. El odio en sus ojos era evidente, y la intensidad de su mirada la hizo retroceder u